Antes de nada hay que aclarar que This Town, la nueva serie de Steven Knight (el creador de Peaky Blinders y SAS: Rogue Heroes, entre otras) que Movistar Plus+ acaba de estrenar, no es una serie sobre la era 2 Tone sino una serie ambientada en la era 2 Tone. O quizá deba aclarar primero, para quien acabe de caer de la higuera, qué narices es la era 2 Tone. En la racial y socialmente tatcherizada Inglaterra de finales de los 70 y principios de los 80, y más concretamente en las West Midlands, en ciudades alejadas del mar y en proceso de desindustrialización como Coventry y Birmingham, tuvo lugar un revivalismo del blue beat, el ska jamaicano hecho en la isla lluviosa, coincidiendo con el surgimiento del punk y la new wave, de los que adoptó muchos rasgos.

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This Town, el ska para sobrevivir a la Inglaterra de Thatcher

Que nadie salga corriendo, la trama está concebida para un público genérico

Lo abanderaron grupos como The Specials, Madness, The Beat, The Selecter o Bad Manners, todos ellos alrededor de 2 Tone Records, la discográfica fundada por Jerry Dammers, el desdentado teclista de los Specials. El sello adoptó el símbolo de los cuadraditos blancos y negros, como un tablero de ajedrez, en alusión a lo multirracial del movimiento, y una mascota-logotipo llamada Walt Jabsco, inspirada en la imagen de Peter Tosh en la portada del álbum The Wailing Wailers, que encarnaba la estética rude boy (sombrero pork pie, gafas de sol, traje negro de tres botones, corbata estrecha, loafers con calcetín blanco y baile skatalítico). Pues bien. Admito que me he sacado un poco la chorra y que quizá no necesitaban saber esos últimos detalles, pues, como he comenzado diciendo, la serie sólo está ambientada en ese marco social e histórico, sin explicarlo ni recrearse más allá de lo estético. Que nadie salga corriendo, la trama está concebida para un público genérico (si bien los adeptos a esa ropa, más que a ese sonido, que se escucha bien poco, la disfrutarán con más fruición).

Ciudad fantasma

Puntualizado todo esto, volvamos a empezar: Inglaterra profunda, principios de los 80. El desempleo sube, las persianas bajan, grupos armados del IRA amenazan el gobierno, a los parados les salen telarañas en los codos de tanto acodarse en la barra del pub, las mandatarias de hierro ningunean a la clase trabajadora y las calles arden al ritmo de Ghost Town (es de suponer que el título de la serie viene de un guiño a esta canción). En ese agrio contexto comunitario, un grupo de jóvenes abraza una subcultura, se refugia en la música y forma una banda para intentar redimirse (y redimir de paso a sus desestructuradas familias) y escapar del nada halagüeño futuro que les aguarda en sus barrios. Un caldo colectivo que Steven Knight, todo un brummie boy, conoce muy bien, pues estuvo allí y ha sabido recrear estéticamente aquel ambiente con maestría. Y de lo que ofrece la serie, el arte es lo que más solaz le ha proporcionado al abajo firmante, el contemplar el abanico de subculturas del lugar y el momento perfectamente caracterizadas: skinheads y skingirls compartiendo espacios de socialización (no sin algún que otro conflicto) con rudies, casuals y Zulu Warriors, la banda multiétnica organizada de hooligans del Birmingham City que controlaba los negocios de su ciudad.

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Con unas gafas de sol de pasta blanca y un viejo sombrero de rude boy, nada puede salir mal

Su única credencial es un viejo sombrero de rude boy que le regala su padre, pero eso no es óbice para que se erija en endivado líder de la banda

Vayamos ahora a por los personajes principales, en muchos casos interpretados por jóvenes actores no profesionales que vienen del mundo de la música. Los ordenaré según lo bien que me caen: Jeannie (Eve Austen), la skineta bonachona (aunque territorial), teclista de la banda y verdadera impulsora de la misma. Bardon Quinn (a quien da vida Ben Rose, nada menos que el guitarrista de Miles Kane), un joven y sensible bailarín atrapado en las acciones del IRA por imperativo de un padre fanático y con una madre borrachuza. Matty (Shyvonne Ahmmad), la salvaje baterista yonqui, un personaje totalmente pasado de rosca. Mola, aunque no pega ni con cola. Fiona (Freya Parks) la estudiante, libidinosamente codiciada por el protagonista, que pasa por ser “una pija” pese a compaginar los estudios con el trabajo en una tienda de discos. Gregory Williams (Jordan Bolger), el hermano del personaje principal. Me caería bien si no hubiera dejado a los Zulu Warriors para hacerse poli o militar. Y, por último, Dante (¿se puede tener un nombre más pedorro?) Williams (lo interpreta Levi Brown, quien en la vida real toca el ukelele, pfff…), el prota. Un santurrón al que le gusta tanto la poesía que piensa en verso. No toca ningún instrumento, no tiene ningún interés previo en la música, no sabe cantar (al menos al principio) y sólo quiere montar un grupo para ligar (lo único, si bien no loable, en mi opinión comprensible). Su única credencial es un viejo sombrero de rude boy que le regala su padre, pero eso no es óbice para que se erija en endivado líder de la banda, cuyas canciones, a las que sólo contribuye poniendo letra (escrita, para más inri, a través de los mensajes divinos que recibe cuando se sube a hacer el notas en un puente), considera exclusivamente suyas. Se merece todas y cada una de las hostias que recibe (que no son pocas). Es un personaje cargante y odioso, en serio. Siempre por ahí con el ceño fruncido y sus aires de superioridad… ¡Anda ya! (Al final se le coge cierto cariño.)