“Los perros ni me gustan ni me disgustan, es que no tengo ganas de hacerme cargo de nadie”, dice la actriz, Aitana Sánchez-Gijón, Goya de Honor 2025, en Tierra baja, película que ya se puede disfrutar en las salas de cine. Luego, claro, está la crisis de la guionista, sin motivación ni inspiración para escribir. “Hace años que no escribo ni la lista de la compra”.
El talento no existe
El personaje de Aitana quiere dar un vuelco a su vida, dejar Madrid y ese estrés diario, esas exigencias que nos torturan. Mudarse a esa España vaciada, en este caso un pueblo de Teruel, es la solución. Una oportunidad para respirar, leer por gusto, vivir escuchando los pájaros como banda sonora y no saber nada de obligaciones, ni de entregar guiones a toda prisa y con urgencia. Por tanto, en el momento en que su prima le sugiere escribir para una revista que, para orgullo de ella, ya ha alcanzado los mil suscriptores, la guionista en horas bajas duda; a ella la agobia que la aprieten e incluso que pongan en duda que hace allí y por qué vive tan aislada de todo y tan sola. Una elección que la película, poco a poco, se encargará de esclarecer.
El momento, con vino y buen queso, da para reflexionar sobre la vida, sobre los sueños y, obviamente, los fracasos que acumulamos todos en un mayor o menor grado
“¿Y tú qué haces aquí?”, pregunta Carmen (Aitana Sánchez-Gijón). “¿Qué prefieres la respuesta larga o la corta?”, le responde Eduardo (Pere Arquillué). El propósito de él, que es productor, es rescatarla para el cine y escribir un guión y para eso necesita a una persona con una mano especial. “Todos los guiones tienen fugas de agua, incluso los míos”, responde ella. Ahora sí, el balón está en su tejado. Entonces, ¿acepta o no acepta? El dinero, que por lo visto es bastante, no es un atractivo, donde vive ahora se subsiste con poco. Carmen se basta para cuidar la cosecha de aceitunas que ha heredado de su abuela. “A mí me gustan los continentes, no los contenidos”, le dice ella al productor. El momento, con vino y buen queso, da para reflexionar sobre la vida, sobre los sueños y, obviamente, los fracasos que acumulamos todos en un mayor o menor grado.
“Aquí hay una película para que alguien con talento la escriba”. Eduardo se refiere al paisaje de ese rincón de Teruel, a cómo los jóvenes cuando vean lo poco que dan esas tierras y el esfuerzo que requiere, las van a abandonar. “El talento no existe, el talento es trabajo y necesidad”, dice Carmen. Algo en lo que él no está de acuerdo: esto se tiene o no se tiene. Luego se entra en el terreno de las inseguridades. Y llegado el momento actual, el huir de que alguien te meta prisa, que te presionen. Todo a su tiempo y según un ritmo que no podemos alterar. Si no, todo se desmorona. Incluso los silencios. Y los amores perdidos. Lágrimas en solitario cuando nadie te ve y te analiza, como las de Eduardo al subir al mirador.
En Tierra baja se dan la mano el presente y la evaluación de qué hubiese pasado de haber hecho las cosas de otra manera
En Tierra baja se dan la mano el presente y la evaluación de qué hubiese pasado de haber hecho las cosas de otra manera. Con serenidad y el poso de dos actores que, creíbles en sus papeles y circunstancias, se unen para clarificar su estado. A todo esto, una carta, que ella explica desde la ilusión y con millones de incógnitas. “Hace unos días recibí una postal de un antiguo amor, y he imaginado que viene por aquí, y nos vemos, y hablamos”. A lo que la dueña del bar donde se toma el café y que la escucha la responde: “Suena muy romántico”. Algo que Carmen interpreta de otro modo: “No sé, yo creo que es más bien la historia de un fracaso”. Y es que, en este caso, solo el olor y el descubrimiento de una trufa, puede cambiar el panorama.