Edicions del Periscopi traduce al catalán Terra somnàmbula, la primera novela del escritor mozambicano Mia Couto (en castellano, Tierra sonámbula, publicada por Alfaguara), en una esmerada traducción de Pere Comellas. Llega así una de las novelas que más impacto ha tenido en la literatura africana en las últimas décadas. Couto es un mago de las palabras, que ha creado una nueva forma de narrar que consigue transformar un universo de pobreza, crueldad, guerra y hambre en un mundo mítico.

Mia couto. Fotografía de Luis Miguel Martins.

Escribir en pleno caos

Mozambique vivió una dura guerra de liberación nacional contra Portugal, de 1964 en 1974. Pero poco después del fin de este conflicto, el país se vio implicado en una segunda guerra, estimulada por la guerra fría y por el conflicto racial de Sudáfrica y las Rhodesias y por la guerra fría, que duró de 1977 en 1992. Couto escribió, pues, Tierra sonámbula, en unos momentos en que su país estaba sometido a una guerra continua. Un tiempo en que la guerrilla mataba maestros, llenaba el país de minas y quemaba autobuses, en el que los militares detenían y abusaban de la población, en la que los bandidos aprovechaban el caos imperante para robar y para matar a los que se les resistían, y en que muchos ciudadanos se dejaron llevar por esta espiral de violencia y acabaron siendo terriblemente agresivos con sus vecinos, hijos, cónyuges, colegas... Y todo eso aparece a la novela de Mia Couto, como también aparecía en las fascinantes crónicas periodísticas que escribía en pleno conflicto. Pero lo que Couto explica de la tragedia es terrible, angustioso y terriblemente triste, pero no sucio ni deshumanizante.

El sueño como energía

La cita que abre Tierra sonámbula, relata una supuesta creencia de los habitantes de Matimati, el mundo mágico de Couto, que algunos han comparado con el Macondo de García Márquez o con la Comala de Juan Rulfo. Y es toda una proclama que explica el funcionamiento mágico del mundo de Couto. Una entrada fantástica en un mundo de fantasía: "Se decía de aquella tierra que era sonámbula. Porque mientras la gente dormía, la tierra se movía espacios y tiempo hacia allá. Cuando se despertaban, los habitantes miraban la nueva cara del paisaje y sabían que, aquella noche, les había visitado la fantasía del sueño". No podía ser un inicio más prometedor: toda esta novela gira en torno a la fantasía, que permite embellecer un mundo trágico e infundir esperanza a los hombres en desgracia que llenan las páginas del libro.

Cuando el realismo mágico sale de las entrañas

Hay autores que han relacionado el mundo fantástico de Couto con el realismo fantástico latinoamericano. Pero la realidad fantástica de Couto no surge de su fecunda imaginación, sino de las potentes raíces que lo unen a la tierra. En Mozambique hay hombres que se creen perseguidos por maldición, gente que teme que le aparezcan en la noche seres sobrenaturales, individuos que creen que un hombre puede transformarse en animal, y ngangangs (curanderos) que aseguran que la magia funciona para evitar desgracias. Las mami watas (sirenas) y los espíritus forman parte integral del panorama del Mozambique en guerra, tanto como los soldados y los guerrilleros. Se integran a la realidad cotidiana en los pueblos y ciudades mozambicanos, y así aparecen en las páginas de Tierra sonámbula. Couto no fabula, no inventa, pero sí poetiza. Consigue dotar de una gran ternura y sensibilidad a las más siniestras historias.

Una música particular

Couto se inventa un nuevo lenguaje, repescando elementos del portugués usado por las clases populares mozambicanas en sus novelas. El autor de Tierra sonámbula es el maestro del neologismo. Tiene una capacidad inmensa de formar nuevas palabras: de "cantaratas" (cataratas risueñas) a "desflorecer" (el contrario de florecer). Una riqueza léxica de una gran magia que un buen traductor como Pere Comellas no deja perder. Pero, además, Couto es un maestro de la sintaxis, que pasa por encima de todas las reglas lingüísticas, cometiendo todo tipo de transgresiones (con una fuerte influencia del lenguaje oral) y consigue un lenguaje poético de una terrible belleza, capaz de dar la vuelta a las situaciones más intolerables.

Un blanco mozambiqueño

Mia Couto es el seudónimo de António Emílio Leite Couto. Nació en Beira, en Mozambique, en 1955, hijo de colonos portugueses. En abril de 1974, cuando estalló la revolución de los claveles, abandonó la universidad para dedicarse al periodismo. Pasó diez años haciendo de periodista, y posteriormente volvió a la universidad para estudiar Biología. Durante algunos años trabajó como biólogo, haciendo de profesor universitario y elaborando estudios de impacto en el ámbito ecológico. En los últimos años se ha centrado básicamente en su carrera literaria. Ha publicado una treintena de libros y se ha convertido en uno de los autores más notables en lengua portuguesa.

Indispensable, para todos

Mia Couto sufre la maldición de la literatura africana. Empieza a ser bastante conocido. En el mundo de los especialistas en literatura lusófona nadie duda de que es uno de los grandes autores en lengua portuguesa, junto a otros escritores africanos, como el angoleño José Eduardo Agualusa o el caboverdiano Germano Almeida (este, nunca ha sido traducido al castellano, y sus libros en castellano han pasado sin pena ni gloria por las librerías). Couto y Agualusa son invitados continuamente a festivales y ferias literarias. Pero generalmente son condenados al nichos de los autores de "literatura africana", "otras literaturas" o "literaturas exóticas". A menudo parece que sean invitados a los encuentros literarias por una cuestión de cuota, para demostrar eso tan paternalista de que "los africanos también saben escribir". Al fin, su público lector suele estar confinado a los interesados en África o en los deseosos de hallazgos literarios exóticos. Quien lee a Tolstoi, no suele estar interesado en la Rusia presoviética, como quien lee a Goethe no acostumbra a ser estudioso de la Alemania del XIX (de la misma forma que no hace falta ser aficionado a la pesca para leer El viejo y el mar)... En cambio, hay quien piensa que para leera  Couto hay que ser una persona solidaria y profundamente preocupada por el Mozambique postcolonial. Y no es así. Tierra sonámbula es literatura en estado puro, un texto indudablemente sensible, indudablemente potente, indudablemente bueno... Quién esté harto de leer siempre lo mismo, aquel que quiera reír, y llorar, y sobre todo, sorprenderse, tiene una cita ineludible con Mia Couto.