La filóloga y traductora Tina Vallès (Barcelona, 1976) se ha llevado el 2º Premio Anagrama de novela con La memòria de l'arbre. Se trata de una obra sobre la convivencia entre abuelos y jóvenes en que el narrador es un niño de 10 años que se plantea este problema con una mirada ingenua. El jurado, que estaba integrado ppor Mita Casacuberta, Guillem Gisbert, Imma Monsó, Sergi Pàmies, Isabel Obiols y el editor Jordi Herralde, ha destacado la habilidad narrativa de la autora y la riqueza de su lenguaje. Isabel Obiols ha definido el texto como una "pequeña joya de gran nivel literario" y ha afirmado que uno de los máximos valores de la obra es su original estructura narrativa, que está muy bien articulada.
La influencia del cuento
El libro tiene una trama muy estudiada, muy trabajada; "Me gusta que todo encaje", explica la autora. Tiene 11 capítulos, cada uno de ellos integrado por 11 breves escenas. Y cada una de las escenas pretende ofrecer, no un relato completo, sino simples pinceladas de un hecho. Vallès confiesa que su trayectoria como cuentista le ha condicionado profundamente la forma de escribir. Vallès ya había publicado tres recopilaciones de relatos: L'aeroplà del Raval (LaBreu, 2006), Un altre vas d'absenta (LaBreu, 2012) y El parèntesi més llarg (Proa, 2013), que obtuvo el Premio Mercè Rodoreda 2012 de cuentos y narraciones. Además, Vallès es muy militante en favor del cuento, y quiere reivindicar la dignidad de este género. En su blog, Papel de Vidrio, ofrece una selección magnífica de obras de cuentistas catalanes y extranjeros, como una invitación a probarlos y a comprar sus libros. Y asegura que "nuestro país es más un país de cuentos que de novela" y apunta que eso, tal vez, podría tener que ver con la climatología.
De niños
Vallès ya tiene experiencia en escribir obras protagonizadas por niños. La que hasta ahora era su única novela, Maïc, estaba protagonizada por un niño; Vallès también ha escrito varias obras de literatura infantil con historias vividas por niños. Pero la autora tiene muy claro que quiere rechazar el sentimentalismo que a menudo se asocia a la literatura con personajes infantiles. La escritora apuesta, claramente por la "contención que recomendaba Mercè Rodoreda" para evitar cualquier sentimentalismo, ya que para ella era muy fácil caer en él si trabajas con estos temas, que son muy emocionantes. Para ella, poner a un personaje infantil es una forma, más que de dramatizar, de desdramatizar, porque un niño puede explicar realidades muy amargas con muy poca intensidad dramática, gracias a su mirada ingenua.
Personas mayores
El protagonista de L'arbre de la memòria es Jan, un niño de 10 años. Al principio de la obra se entera de que los abuelos del pueblo van a vivir en su casa. Y él, viendo la cara atada de sus padres, pregunta: "¿Me puedo poner contento?". Durante todo el libro el niño tratará de valorar esta cuestión, sobre todo a partir de las conversaciones que tiene con el abuelo, cuando van y vienen del colegio, cuando el abuelo le acompaña. Vallès afirma que "le interesaba mucho la relación entre un abuelo y un nieto, en que tiene elementos de complicidad, una relación muy diferente a la que hay entre padre e hijo." Vallès retrata una relación entre abuelo y niño provechosa para los dos: en las conversaciones con el abuelo, el niño madurará y aprenderá a relacionarse con el mundo. Pero al mismo tiempo, al abuelo, en el momento vital en que está, le va perfecto estar con el niño, que lo desdramatiza todo.
Sant Antoni, Vilaverd y los árboles
Entre los escenarios de la obra, juegan un papel importante el barrio de Sant Antoni y también Vilaverd, en la Conca de Barberà, donde la autora había pasado los veranos, en casa de los abuelos, cuando era niña. Vilaverd representa, en la novela, un tipo de paraíso perdido de la infancia, donde los niños tienen libertad y están en contacto con la naturaleza, y con otra gente. En la novela hay un árbol, un sauce, que hace de hilo conductor de toda la historia. A través de los árboles, el abuelo explica cosas al niño que no sabría explicar de otra forma. Vallès afirma que eso no es excepcional que los árboles protagonicen una historia en la capital catalana: "En Barcelona los árboles están más presentes de lo que parece, lo que pasa es que no los vemos".
Segundo premio, y continuidad
Anagrama había recibido 18 manuscritos para esta segunda edición del Premio Anagrama de novela en catalán, muchos menos que en la primera edición. A pesar de todo, la editorial está muy satisfecha por la marcha de este premio y está decidida a consolidarlo. El año pasado publicaron en catalán y en castellano tanto al ganador como al finalista, y ambos tuvieron muy buena recepción de público y de crítica, según los editores (este año el jurado ha descartado designar a un finalista). La editora Sílvia Sesé afirma que a pesar de que no hay "datos espectaculares de ventas", "no pueden estar más contentos". Este libro también se publicará en castellano, y el editorial pretende promoverla, como otros libros de autores catalanes, en el marco del mercado global: "El ADN de Anagrama es no hacer ediciones locales, sino generales" (a pesar de matiza que los promoverá "dentro de sus posibilidades"). Sesé asegura que la apuesta por el catalán de Anagrama es "seria". Recuerda que dos de los cinco primeros libros que publicó Anagrama ya salieron en catalán (los Tristes trópicos, de Lévi-Strauss y El oficio de vivir, de Cesare Pavese). Para este año Anagrama prevé sacar una docena de títulos en catalán, pero "escogiendo muy bien cada una de las propuestas".