Llega Navidad, y con esta, las tradiciones que, año tras año, nos empujan sin querer a reconectar con la infancia, la familia y también con nuestra parte más nostálgica. ¡Pero, ojo, también es época de reinterpretaciones y de inventos! Algunas de estas reinterpretaciones son inofensivas, otras innecesarias y otras incluso un poco absurdas. Entre estas últimas, destaca una nueva moda: la moda de ir a buscar el Tió al bosque. Una escena típica de familias modernas vestidas del domingo que caminan entre los árboles hasta que se tropiezan, oh sorpresa, con el tronco "mágico"... Y sobre todo y lo más importante: que haya alguien que lo grabe todo y que haga muchas fotos de este momento para publicarlo a Instagram. Algunos aseguran que esta es una tradición ancestral... Lo desconozco y la verdad es que tampoco he podido corroborar la veracidad de esa afirmación. Lo que sí sé es que en mi pueblo esto nunca se había hecho de la vida y ahora lo hace todo el mundo.
¿Es necesario escenificarlo y grabarlo todo y tunear tradiciones que ya funcionan perfectamente?
Tiempo atrás, este ritual no existía. El Tió, como una especie de milagro humilde y modesto, simplemente aparecía en casa. Tampoco se compraba en un mercado de Navidad, el Tió se hacía, y se hacía en casa. ¡No sólo hacemos reinterpretaciones, sino que también hacemos negocio! Con una búsqueda rápida en Google encontraréis diversas empresas que ofrecen sus bosques para ir a buscar al Tió en familia... En fin. ¿Es necesario escenificarlo y grabarlo todo y tunear tradiciones que ya funcionan perfectamente? Y, hablando de tunear tradiciones…
Polémicas navideñas
La plaza de Sant Jaume de Barcelona ha sido el escenario de una polémica navideña muy jugosa: la sustitución del tradicional pesebre por una estrella luminosa enorme. Los pesebristas de Barcelona se lo han tomado como una ofensa y, claro, lamentan que una de las tradiciones más icónicas de la Navidad catalana se haya reducido a una instalación minimalista que, según algunos, parece más propia de un centro comercial moderno que de una ciudad llena de historia. Y es que, aunque los últimos pesebres de Sant Jaume fueran de todo menos convencionales, al menos hacían un esfuerzo por conectar con la tradición, aunque fuera de una manera creativa. Y ya tiene bemoles que alguien tan crítico como yo con la religión, la Iglesia y etc. defienda un pesebre... ¡Y no solo eso: un pesebre en Barcelona!
El martes me llegó un vídeo en que un señor muy fastidiado (que me disculpe para no saber quién es) afirmaba que esta instalación era para "no ofender a ningún otro colectivo" y que eso "desnaturalizaba nuestras tradiciones" y, en definitiva, desplazaba y menospreciaba el pesebre como "relato fundacional de nuestra cultura"... Y, mira, en esta parte de su relato, estoy de acuerdo, aunque no estoy nada de acuerdo con la última parte del vídeo en que invitaba a todos estos otros colectivos a largarse, si no les gustaba el pesebre... También quiero decir y dejar claro que, desde mi punto de vista, el artista y el arquitecto han hecho muy bien su trabajo, porque el encargo, visual y artísticamente, me parece atractivo y muy original (aunque nadie me ha pedido la opinión). También es injusto que su trabajo se vea cuestionado, pero creo sinceramente que el debate no va con su trabajo, sino con la desaparición del pesebre y de lo que este significa.
La sustitución del pesebre y la historia del Tió en el bosque evidencian el dilema de cómo combinar la modernidad con el respeto por nuestras raíces y tradiciones
La sustitución del pesebre y la historia del Tió en el bosque evidencian el dilema de cómo combinar la modernidad con el respeto por nuestras raíces y tradiciones. Tengo que decir que entiendo que las dos propuestas tengan uno cierto atractivo superficial y estético —¿quién no quiere hacer una excursioncita invernal o bien contemplar una instalación "instagrameable"?— sin embargo, al mismo tiempo, pueden parecer desconexiones artificiales con todo aquello que las tradiciones tendrían que simbolizar. Y disculpadme si todo eso que digo es muy intenso, seguro que los habrá que me tildarán de exagerada, pero encuentro que toda esta polémica nos tendría que hacer replantear la estima y el respeto que tenemos hacia nuestras tradiciones (y no solo las navideñas). ¿Quizás es por aquello que todo lo que es nuestro nos parece peor? ¿Aquello que nadie es profeta de su tierra? Aquello que el Halloween mola más que la Castanyada y que un merry christmas suena mucho mejor que uno "buenas fiestas y feliz Navidad"...
Las tradiciones de Navidad no necesitan reinvenciones constantes. Su encanto radica precisamente en la repetición, en el hecho de que, año tras año, se hagan las mismas cosas con los mismos rituales. Y que conste también que no soy la persona más fanática de la Navidad y todavía menos de la religión y de los valores que esta representa durante esta época del año. En definitiva, quizás sea necesario que nos preguntemos si estas reinterpretaciones suman o, al contrario, diluyen aquello que realmente es importante. Porque... ¿Y si dejamos que el Tió simplemente aparezca y ya? ¿Y si el pesebre vuelve a la plaza Sant Jaume?, aunque sea solo para recordarnos que, a veces, lo antiguo es valioso para la tradición, para la cultura y para nosotros mismos. Reflexionemos, por favor, reflexionemos...