Un cineasta galés convirtiendo a decenas, quizás cientos, de indonesios en, casi, personajes de videojuego, en la redada policial de un grupo de fuerzas especiales de élite que tratan de atrapar a un capo de la droga escondido en las entrañas de un destartalado edificio transformado en fortaleza. Con la icónica Asalto a la comisaría del distrito 13 (John Carpenter, 1976) como clarísima referencia, Gareth Evans proponía cien minutos de una sinfonía de violencia acrobática, estilizada y perfectamente integrada en el espacio. Todo un frenético festival de sangre y disparos, una coreografía de apuñalamientos y personajes repartiendo estopa sin miramientos, a hostia limpia, que reinterpretaba las clásicas películas de artes marciales (aquí con la disciplina del llamado pencak silat como protagonista), añadiendo tiroteos que parecían paridos por el Sam Peckinpah más salvaje. Con largas tomas que enfatizaban el movimiento y con un montaje furioso y caótico, el acojonante resultado de todo ello, no se había visto nada igual, llevaba como título The Raid (2011), coproducción entre Indonesia y Estados Unidos que tuvo una secuela mucho más ambiciosa y épica, The Raid 2: Berandal (2014), y que convirtió al revolucionario cineasta Gareth Evans en una enorme influencia para el cine de acción que estaba por venir, con la franquicia John Wick como heredera más evidente. Sirva esta introducción para entender el impacto de estas dos películas en el imaginario del género. Más aún si le sumamos la otra extraordinaria propuesta del cineasta: las tres temporadas de la serie Gangs of London (disponibles en Sky Showtime) daban una vuelta más a una tuerca ya atractivísima, y situaban a Evans en el punto de mira de cualquier aficionado a la acción más pura y desacomplejada.

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Tom Hardy se parte la cara en la nueva película de Gareth Evans

Una orgía de violencia

Hoy llega a Netflix su nueva obra, Estragos, que, como las anteriores, va al grano desde el primer minuto. Con imágenes de fajos de billetes y paquetes de cocaína, disparos y cadáveres, y una placa de policía, la voz en off del protagonista deja claro por dónde irá la cosa: "Las decisiones que tomamos funcionan hasta que dejan de hacerlo. Hasta que tomas esa decisión que ya no puedes justificar, que ya no puedes perdonarte, y que te lo acaba quitando todo. A tu familia, a tus amigos, y a ti mismo. Y entonces ya no te queda nada, solamente los fantasmas”. Efectivamente, no hay vuelta atrás para el protagonista de Estragos, un agente de homicidios con la cara de Tom Hardy y una vida paralela más bien alejada de la ley, que acepta llevar a cabo un último encargo que debe servir para escapar del agujero en el que se metió en algún momento del pasado. Y que tiene que ver con la alucinante persecución automovilística entre coches patrulla y un camión cargado de lavadoras que esconden bultos de droga. Gareth Evans nos hace saltar la adrenalina con esta tremenda secuencia, y ya no recuperaremos la calma. En su intento de huir del infierno en la Tierra, el policía que interpreta Hardy se verá implicado en una trama que salpica a la mafia china, a un puñado de policías corruptos y a un magnate (Forest Whitaker) aspirante a la alcaldía de una ciudad de la que nunca se dice el nombre.

Tan cierto es que Estragos queda dos peldaños por debajo de The Raid y Gangs of London como que la película resulta un disfrutón divertimento de primera clase

Aparte de esta persecución inicial, hay dos fabulosas largas secuencias más con el sello de Evans: la del club nocturno The Medusa y la que, en pleno clímax, sucede en la cabaña de un lago que termina, ninguna sorpresa, en ruinas. Una orgía de la violencia que incluye pistolas y armas semiautomáticas. machetes y cuchillos de carnicero, utensilios de pesca, sangre a borbotones, docenas (quizás cientos, a los diez minutos se pierde la cuenta) de muertos. Todo ello con una coreografía exquisitamente diseñada, que hace disfrutar a los aficionados al cine de acción más pasado de vueltas. Y que enlaza con los grandes referentes de un loco del cine hongkonés como Gareth Evans, autoproclamado discípulo de John Woo y de las artes marciales de Jackie Chan y Sammo Hung. “La acción de la época dorada de Hong Kong, la de los años 80 y 90, siempre ha sido mi marco de referencia”, afirmaba en una reciente entrevista. Tan cierto es que Estragos queda dos peldaños por debajo de The Raid y Gangs of London como que la película resulta un disfrutón divertimento de primera clase, con la apuesta por la fisicidad extrema mezclada con una trama criminal de raíces clásicas, y con un protagonista desenfrenado en busca de una redención casi imposible. Cine musculado, sombrío y caótico, pura brutalidad testosterónica, Estragos es un violentísimo neo-noir para pasárselo pipa sin pensar demasiado en ninguna otra cosa.