Cuando las generaciones que todavía tienen que nacer miren atrás y quieran saber qué pasó en el año 2017, encontrarán centenares de vídeos en la hemeroteca donde el presentador del programa de máxima audiencia de Catalunya en aquellos días era Toni Cruanyes (Canet de Mar, 1974). Publicado antes del confinamiento, Uno de los nuestros gira precisamente en torno a este hecho: el de haber tenido la responsabilidad de informar a los ciudadanos de Catalunya durante los días más importantes de la historia reciente del país. En el libro, a medio camino entre el ensayo político y las memorias personales, Cruanyes reflexiona sobre el peso de las identidades en la era actual y explica en primera persona cómo se ha vivido en TV3 la agitada actualidad política vivida en los últimos años en Catalunya. Después de que el pasado jueves participara en el Ágora ElNacional y se reuniera en un nuevo coloquio exclusivo con los suscriptores de ElNacional.cat, hemos hablado un rato con él sobre el libro, el país, TV3 y la identidad de los catalanes.

Has sido el presentador del Telenotícies Vespre durante los años más candentes del Procés. ¿De dónde nace la motivación para escribir este libro?
El motivo para escribir este libro vino después de octubre del 2017, una vez las cosas ya se habían calmado. Tenía ganas de explicar no sólo como lo habíamos vivido en TV3, sino también de aportar mi punto de vista al debate nacional y latente que vivimos durante aquel otoño.

Uno de los nuestros es un título sugerente pero nada equidistante.
Como presentador del TN no me toca hablar de política, de estrategias o de acciones a hacer, pero aparte de presentador del TN he sido también corresponsal y, además, soy licenciado en ciencias políticas, por eso tuve ganas de poner encima de la mesa un tema tan importante como puede ser la identidad nacional. Ya escribí un libro sobre el Frente Nacional después de la corresponsalía en París, pero creo que el crecimiento de la extrema derecha en países que aparentemente disfrutan de buena salud democrática, como Francia, Italia o los Estados Unidos, nos obliga a prestar atención y seguir reflexionando sobre el concepto de identidad.

¿Y los catalanes, quiénes somos? ¿O quiénes queremos ser?
La pregunta es quien políticamente nos dejan ser, quizás. El debate sobre el independentismo se ha sustentado encima de unos fundamentos que no eran identitarios, sino con valores como 'república', 'democracia' o 'derechos sociales'; el discurso sobre la identidad lo han utilizado las derechas y en el 99% de los casos ha sido territorio del unionismo.

Dices que la existencia de una identidad es necesaria, pero que su exaltación es peligrosa.
Es que muchas veces se ha utilizado la identidad propia para enaltecer discursos que son eminentemente racistas o xenófobos. En Catalunya -de momento- nos hemos escapado bastante de esta tendencia generalizada y que ha provocado que en España partidos de extrema derecha como VOX hayan acabado diluyendo esta necesitad de identidad con el fin de maquillar discursos y propuestas que sólo contienen dosis de oportunismo y populismo. El catalanismo se ha salvado, pero ninguna sociedad está lo bastante vacunada para no caer en la trampa de la identidad. La identidad se usa como una cortina de humo para esconder las debilidades ante los retos que tenemos, algunos de ellos complejísimos, como|cómo hemos visto estos días con la pandemia. El coronavirus ha obligado a repensar la economía productiva, la educación de nuestros hijos, la gestión de la sanidad pública o la presencialidad laboral. Retos, todos ellos, que hay que afrontarlos en positivo, cosa que nunca hace la extrema derecha de discurso identitario: los retos requieren soluciones, no culpables.

La identidad es mucho más que una bandera o un himno, pues.
La identidad colectiva de una sociedad es la suma de identidades individuales de sus ciudadanos, para mí. Europa es un campo de identidades sobrepuestas las unas a las otras, e incluso en los países más jacobinos como Francia se acumulan dos o tres identidades en algunas zonas del país, aunque en su caso la que tiene más fuerza es la francesa. El caso catalán, fuera del estado español, es concebido como el de una identidad nacional y cultural ahogada dentro de un estado que la maltrata, y muchos estados europeos saben que el caso catalán podría desencadenar un efecto domino en algunas de las naciones sin estado que pueblan Europa.

Toni Cruanyes en su primera conexión como corresponsal de TV3, el año 2001 en Londres

¿Cómo nos ven desde fuera?
Cuando era corresponsal el auge del independentismo era muy menor que el de ahora, pero lo que me quedó claro es que sólo interesa aquello que es conflictivo. Es decir, excepto el otoño de 2017, Catalunya siempre había vendido una idea armoniosa de su realidad, a pesar de los anhelos para independizarse de España.

¿Sin conflicto no hay portadas?
El análisis es así de simple y frío: no se habla de nosotros porque no somos un conflicto. Además, el nuestro es un conflicto que no interesa porque pone en duda el statu quo de varios países europeos.

No todo es culpa de los otros, sin embargo, dices. ¿Qué se ha hecho mal desde Catalunya?
Tenemos lo que nos merecemos, pienso. Catalunya fue portada en todo el mundo el día siguiente del 1 de octubre, pero cuando diez días después se hizo la declaración suspendida de independencia, el foco mediático internacional volvió a mirar hacia otro lado. Dejamos de ser un conflicto para volver a ser un asunto interno del estado español. El mensaje que damos en el mundo ha sidosiempre contradictorio: el "Sí" gana en un referéndum pero eso no desemboca en la creación de un nuevo estado, y dos años después volvemos a ser portada en todos los periódicos por culpa de la sentencia a los presos políticos, pero de nuevo la reacción política desde Catalunya es nula y tibia.

¿Cómo fue la edición del Telenotícies durante aquellas semanas de 2017?
Edito el TN conjuntamente con Manel Sarrau. Soy muy responsable de qué sale en el TN y de cómo sale, por lo tanto me identifico totalmente con nuestra forma de informar. Eso no impide que me haya sentido incómodo en muchos momentos, incluso abandonado, como pasó entonces; había más de 10.000 Policías Nacionales o Guardias Civiles en Catalunya y desde el 20 de septiembre el clima fue muy tenso, por lo tanto nosotros, como servicio público que somos, teníamos la responsabilidad de informar sobre lo que pasaba, qué manifestaciones estaban convocadas, etc. El problema fue que en algunos momentos no recibimos información nítida por parte de Interior, como por ejemplo el 3 de octubre.

¿Qué pasó?
Pues que nuestro trabajo era explicar que estaban convocadas decenas de manifestaciones por todo el país, claro está, pero también explicar cómo eran; si se podía ir con chiquillos, si los piolines estaban en el barco o estaban desplegados en las calles, etc. La responsabilidad de los periodistas, y más de los del TN, es muy elevada en momentos así: en el momento que explicas una cosa ya estás generando un estado de ánimo concreto. Después, el momento en el cual Carles Puigdemont proclamó la independencia durante 8 segundos fue otro gran momento de decepción; estuvimos haciendo uno directo de casi 10 horas, la información que nos llegaba era cruzada, las fuentes no eran claras y todo fue muy confuso.

La famosa llamada de altos cargos europeos que lo frenó todo, en teoría. ¿En aquel momento tuviste la sensación que se estaba vendiendo una moto?
No sólo que nos la estaban vendiendo, sino que nosotros también la estábamos vendiendo a nuestros espectadores. Después, creo, entendimos que las decisiones que se habían tomado en el Parlament eran con absoluta buena fe, pero fueron momentos de mucha tensión. ¿Cómo explicar a los espectadores una información que no te saben explicar ni sus protagonistas?

¿Te imaginabas que tres semanas más tarde tendrías que hablar del President de la Generalitat como exiliado?
De todo lo que pasó aquel octubre, sin duda la cuestión de los actuales presos políticos y exiliados es la herida que más cuece. Recuerdo la incredulidad con la cual explicábamos que los miembros del gobierno de nuestro país se habían tenido que marchar fuera de Catalunya, pero lo que es peor es la normalidad con la que hemos acabado asimilando que hay tantas personas pacíficas cerradas en la cárcel u obligadas a vivir a miles de kilómetros de su casa.

En el libro explicas que, de hecho, ya lo teníais todo preparado por si intervenían TV3.
Durante aquellas semanas, en la mayoría de reuniones dejábamos los teléfonos fuera de la sala por miedo que tuviéramos los teléfonos pinchados. Yo nunca me sentí espiado, pero algunos de mis compañeros sí. La situación era muy tensa, por eso varios profesionales de la casa nos conjuramos, ajenos a la dirección, y decidimos que, si nos intervenían, seguiríamos la emisión informativa a través de las redes sociales o como fuera.

¿Por qué el 155 no se aplicó a TV3?
En el momento de la aplicación del 155, los mismos profesionales de TV3 e incluso su director nos movimos con el fin de explicar al resto de compañeros periodistas -algunos de medios españoles pero sobre todo de internacionales- cuál era nuestro trabajo. Eso hizo que muchos colegas de la profesión ayudaran a hacer comprender que nuestro trabajo era puramente periodístico, y que de rebote el PSOE, que tenía que votar que sí en el 155 para quedar bien con el PP, exigiera que no se tocara TV3. Meses después Pedro Sánchez confesó, sin embargo, que se arrepentía de no haber intervenido TV3.

¿Es cierto que durante unos días hubo una cámara enfocando la entrada al plató para gravar la hipotética aparición de la Guardia Civil?
Es cierto, sí. De hecho, teníamos el cable conectado con el directo del 3/24 por si se daba la situación. Si hubieran entrado a buscar urnas, a detenernos o a cerrarnos, se hubiera visto en riguroso directo.

La escena es más propia de una película retratando un golpe de estado, realmente. ¿TV3 es una estructura de estado?
Sí, por eso vive permanentemente en peligro. Así lo expongo en el libro, cuando menos. Evidentemente, por la parte que me toca, soy consciente que en el TN hay algunas cosas mejorables, pero me siento muy orgulloso y Un dels nostres es, también, un alegato en defensa propia y un homenaje a mis compañeros de equipo.

¿Qué le dirías a los que piensan que TV3 sólo informa para una parte de los catalanes?
Que es falso. Personalmente creo que es imprescindible que el catalán sea la lengua de la Corporación, ya que ya hay otras radios y televisiones en castellano. Con este espíritu nacieron TV3 y Catalunya Radio hace más de tres décadas, de hecho. Sí que es verdad que el mercado audiovisual actual se ha segmentado mucho en los últimos años y la situación ha cambiado.

¿Qué ha cambiado en los últimos 30 años?
Tenemos la estructura de una época pasada, unos presupuestos actuales y una competencia feroz que tiene un pie puesto en el futuro, por eso no tenemos que dejar de trabajar todavía más y mejor. Antes la oferta audiovisual era muy reducida, y ahora en cambio es anchísima: más de veinte canales, algunos de pago y, además, plataformas digitales por internet. Hace treinta años TV3 podía comprar los derechos de grandes series como Dallas, jugándole de tú a tú a TVE, y en cambio ahora eso es impensable, ya que es territorio de Netflix o HBO.

Por no hablar de los derechos deportivos...
El Barça en catalán conseguía que muchos castellanohablantes vieran TV3, sintieran el partido en catalán y se rieran con los chistes de "Jordi Culer", por lo tanto TV3 hacía una tarea socialmente aglutinadora muy interesante. Atraer la audiencia del público castellanohablante es un trabajo complicadísimo y que, me temo, en TV3 no hemos sabido hacer. La dinámica política del país tampoco ha ayudado, sobre todo por el relato vendido desde fuera y el falso clima de confrontación que desde Madrid dicen que se vive en nuestra casa. Los medios de comunicación públicos estamos obligados a ofrecer contenidos generalistas para todo el mundo, sea cuál sea su lengua vehicular, pero cada día nos es más difícil y en nuestro caso nos encontramos con la dificultad en hacer un doble papel: por una parte, de resistencia, ya que una lengua y una cultura como la catalana necesita que los medios del país la protejan y le den alas; de la otra, de autonegación, ya que por el solo hecho de comunicar en catalán sabemos que ya hay un número importante de la sociedad catalana que no nos mira o, directamente, no nos tiene ni sintonizados.

¿Cómo luchar contra eso?
Yo no diría que Catalunya está socialmente dividida, ni siquiera creo que lo esté políticamente hablando, pero sí que es evidente que hay fractura en el consumo cultural y lingüístico de los medios de información. EL 80% de la gente que consume información en catalán -sea TV3 o cualquier otro medio, como ElNacional.cat mismo- vota partidos soberanistas. Y pasa al revés: el 80% de quien lo consume en castellano vota partidos no soberanistas.

¿Para cerrar el círculo y volviendo a lo de antes, pues, en nuestro caso la lengua marca la identidad?
No sólo es la lengua, que también. La identidad catalana en el sXXI es diversa, como la de todos los países modernos y que miran al futuro, pero esta diversidad y esta pluralidad que existe en nuestra sociedad en TV3 todavía cuesta que se vea. Además, por desgracia, está el tema de la lucha por la audiencia: para ser líderes tenemos que renunciar a replanteamientos estructurales y atrevimientos que quizás nos permitirían tener menos espectadores pero de perfil mucho más diverso. Y no sólo hablo de lengua, sino también de etnia o de religión. Al final, no hay que olvidar que TV3 es más que una televisión y, para hacer frente a todos los ataques que recibe, necesita ser líder para justificarse.