Toni Soler es muy conocido como humorista y como productor de programas como Polònia o Crackòvia. Pero tiene muchas otras facetas. Empezó a dedicarse al periodismo trabajando temas de política catalana. Y a partir de 1995, con sus colaboraciones con El Terrat, se dio a conocer, primero en la radio y después en la televisión. Hace un año se enredó en un proyecto mucho más minoritario que sus programas televisivos, una publicación que se califica de revista "de historia de autor": El Món d'ahir. Ahora, esta publicación llega al número 3 y El Nacional entrevista a Toni Soler.
Es curioso que un estudiante de Historia que dejó su carrera a medias, acabe impulsando una revista de historia.
A mí la historia siempre me ha gustado. La carrera de Historia al fin, la acabé, pero hace relativamente poco. Hice como mucha otra gente, que cuando empieza a trabajar, y los estudios sufren, lo dejan. La cuestión es que yo, la historia, casi nunca la he considerado como un medio para ganarme la vida. No tengo temperamento de historiador: no me veo trabajando metido en archivos, haciendo investigación o dedicándome a la docencia. Me veo mucho más haciendo lo que hago, comunicación. Pero cuando pude darme un capricho, enseguida me surgió la idea de hacer esta revista. Por suerte, con el apoyo de una estructura, la de la productora Minoria Absoluta, me fue fácil. No tuve que empezar de cero.
¿Qué lleva a un exitoso actor y productor a meterse en una aventura tan arriesgada como una revista de historia?
Una cosa tiene que ver con la otra. El hecho de que mi productora vaya bien y que tenga trabajo en campos muy diversos nos permite participar de algunas aventuras, como fue hace un tiempo el diario Ara, ayudar en producciones teatrales que nos parecían interesantes y ahora, también, dedicarnos a esto. Fue una idea mía, pensamos que era un producto bonito de hacer, y nosotros somos una productora que más allá del soporte audiovisual, nos dedicamos a los contenidos. Y hacer una revista es una manera de contactar con gente que tiene cosas que decir. Forma parte de nuestro mundo. Quizás no será tan rentable como las aventuras audiovisuales, pero queremos que lo sea.
Un producto en papel es muy difícil de justificar si no es un producto bonito
Ante todo, lo que más sorprende es que El món d'ahir es una revista bonita, y de colorines. Eso no es muy común en el mundo de las ciencias sociales, donde parece que la seriedad es incompatible con la estética.
Con las cosas bonitas, como pasa con los seres humanos, parece que la belleza exterior esconda la interior. Hay la idea equivocada, el prejuicio, de que hacer un producto bien acabado, bien ilustrado y agradable a la vista, es una forma de esconder que los contenidos no están a la altura. Pero no es así. Un producto en papel es muy difícil de justificar si no es un producto bonito. La experiencia lectora de esta revista sólo es compatible con el papel. Tiene que ver con el diseño, con el grosor del papel, con el olor... No se podría disfrutar igual de esta revista si estuviera en formato digital.
¿Porque este título, El món d'ahir?
Encaja mucho con lo que queremos explicar. "El mundo de ayer" es otra forma de decir historia o pasado, y es un homenaje a Stefan Zweig, que encarna el género que queríamos reivindicar en esta revista, un género híbrido entre la historia, el periodismo, el ensayo y la literatura. Las memorias de Zweig, El mundo de ayer, explican un periodo histórico de una forma muy personal, muy bonita. Es un libro que completa a los mejores manuales sobre la Europa del primer tercio del siglo XX. Pensamos que a la gente que le gusta Zweig, también le gustaría esta revista.
A los colaboradores les exigimos un punto de vista personal sobre lo que van a explicar y que el estilo sea narrativo
¿Podríamos decir que se trata de una revista que habla de la historia desde un punto de vista multidisciplinar? Muchos de los colaboradores no son historiadores y los textos hablan del pasado, pero desde diferentes ópticas...
Sí. Lo único que exigimos a los que colaboran es un punto de vista personal sobre lo que van a explicar y que el estilo sea narrativo, literario, pero sin traicionar los hechos, la realidad. Eso es importante para los periodistas, que tienden a ser sintéticos y a ir al grano. Aquí queremos que la gente se recree. A los escritores les pedimos que se acerquen a los hechos, a los historiadores que se olviden un poco del detalle, a los periodistas que profundicen... Buscamos un punto medio...
La literatura juega un papel clave en esta publicación... ¿Ha habido demasiada separación entre la historia académica y la ficción histórica?
No creo. La intersección entre los dos campos, la novela histórica, es un género de éxito desde hace tiempo. A la gente le encanta. Está bien que los géneros y las maneras de hacer se mezclen. A mí me parece suficientemente fascinante la historia, como para que haya que meter ficción. Lo que sí que quiero es que la historia me la expliquen bien narrada. Hay gente que escoge novelas históricas para entrar en la historia. Yo prefiero que los historiadores y los cronistas hagan bien su trabajo, pero sin olvidarse del estilo.
¿La historia académica es demasiado aburrida?
No. Tiene que haber de todo. Hay gente que necesita un mamotreto: extenso, muy documentado, con notas... Para estudiar algunos temas hay que trabajar con precisión, con mucho detalle. Pero también hay gente aficionada, que si quiere saber quién fue Cleopatra, no hace falta que lea una biografía de 1.000 páginas. No necesita ir tan hacia allá. Yo entiendo que la tarea de la universidad es ofrecer unos conocimientos mínimos que después los historiadores pueden explorar hacia diferentes partes.
A la gente que le fascina el pasado, le fascina entero
El món d'ahir busca conectar la historia con algunos elementos de actualidad...
Ya es bastante difícil vender una revista de historia como para, además, renunciar a ciertos caramelos que hacen que sea más atractiva. Si hay una serie que ha puesto de moda a los vikingos, es bueno tener una colaboración de una persona que sepa mucho tanto de series, como de vikingos. El pasado se tiene que conectar con el presente. No puede ser una cosa polvorienta. Y tiene que haber variedad. Partimos de la base de que a la gente que le fascina el pasado le fascina entero. Hacer una revista que sea la mejor sobre un aspecto, el antiguo Egipto o la historia militar, es muy limitador. Yo hago la revista que me interesaría a mí, con textos sobre el grano en el culo de Luis XIV o sobre por qué China dominó el mundo durante mucho tiempo y ahora ya no... La historia es la aventura del ser humano en la tierra. Hacer un hilo de conexión sobre historias diferentes en lugares diversos, le da grandeza.
El mundo de la historia, en Catalunya, a menudo ha estado muy vinculado al nacionalismo, y por eso muchas revistas de historia se han centrado mucho en la historia de Catalunya. Vosotros, en cambio, mostráis una clara voluntad de hacer una revista con una dimensión internacional.
Eso nos hace parecidos a las revistas que me gustan a mí, que tienen un punto de referencia que es la ciudad y el país donde se editan, y que después se dedican a todo, porque la historia es muy difícil de parcelar.
Entre los colaboradores también ficháis a un alto número de colaboradores extranjeros...
No podemos renunciar a ningún buen autor que tengamos al alcance. A veces es difícil acceder a los mejores autores. Y lo intentamos. Tanto con los españoles como con los de todo el mundo. No siempre es fácil y lo seguimos intentando. Tenemos artículos de Antony Beevor, de Ian Morris... Me gustaría que la revista se pudiera consolidar y que pudiera ser más accesible a los grandes autores.
Todavía hay gente que piensa que en catalán sólo se tendrían que tocar temas locales
En la revista combináis catalán y castellano, ¿cómo es eso?
El rasgo distintivo de El Món d'ahir es que es mayoritariamente en catalán. Me he encontrado con sorpresas. Gente que la ve muy moderna y no entiende que sea en catalán. Piensan que en catalán sólo se tienen que tocar temas locales. Nosotros estamos para acabar con este prejuicio.
Acabáis con una sección fascinante, "Cartografías", donde reproducís mapas antiguos. ¿Qué magia tienen los mapas que seducen a tanta gente?
A mí me gustan mucho los mapas. Me vuelven loco. La cartografía tiene alguna cosa especial. Una revista como esta, que quería ser un artículo bonito, necesitaba dos cosas: una colaboración artística (un diálogo del arte con el pasado), y una sección de mapas. Es una cosa que tuvimos clara desde el primer día. Los mapas ayudan a explicar el pasado y la experiencia en papel va mucho mejor con una sección como esta.
¿Qué tenéis preparado para los próximos números?
Estamos cerrando el número 4 con un dossier monográfico sobre la muerte. Este volumen incorpora una lista de buenos autores: Rafel Nadal, Alicia Kopf, Mathias Énard, Raül Garrigasait... Garrigasait, que acaba de recibir el Premio Llibreter, nos ha preparado un texto sobre Conrad y la guerra carlista en Catalunya. Y Anna Ballbona nos ha trabajado sobre un tema que en principio no conocía: Catalina la Grande. Yo siempre intento que la gente piense a lo grande, que no se limite. E invité a Anna Ballbona a informarse sobre el personaje. No es especialista en el tema, pero ha hecho un perfil magnífico. Es alguien que se acerca de nuevo a hablar de un personaje. Para nosotros la experiencia de la historia es tan importante como la historia misma. En el número 1 incluimos un artículo de Empar Moliner en que comentaba una estancia en Pompeya, en que se quedó a dormir entre las ruinas. Es un texto que explica muy bien cómo la historia puede emocionar a una persona, y para nosotros eso es muy importante.
No debe ser fácil distribuir una revista así...
Bien, nuestra revista se vende en unas pocas librerías, y, sobre todo, online. Hoy por hoy tenemos 1.200 suscriptores, una cifra notable. Pero aspiramos a mucho más. Confiamos en que esta revista tenga mucho más recorrido.