Mai és un paraula molt lletja (2023), publicado por Ara Llibres, es la nueva novela de Maria Climent y la realidad de millones de mujeres en el mundo. A caballo entre un relato biográfico y un ensayo, la escritora nos muestra su historia de infertilidad y el periplo que tuvo que vivir para ser madre. A día de hoy 1 de cada 7 mujeres sufren infertilidad, un dato que sorprende por lo invisible que es este tema en la sociedad. “Y para cuándo un bebé”, “cuidado que esto se pega” o este sin fin de frases inofensivas que suelta la tita en la comida familiar pueden hundirte en el fondo de la cerveza sin alcohol que te estás bebiendo. Nadie sospecha por qué no te tomas un vino, aunque se te escape una risa nerviosa y te tiemble el párpado del ojo; nadie sospecha que bajes la mirada entre la vergüenza y la tristeza, ni nadie sabe que llevas un año intentando quedarte embarazada. Maria Climent da su testimonio de cómo vivió hasta 10 betaesperas, es decir, hasta 10 tratamientos de fertilidad para gestar una criatura.
Los tratamientos de fertilidad son duros y eso es lo que no nos explican. Ni siquiera en las clínicas, pues lo presentan todo con aspectos demasiado técnicos. Climent ya estaba acostumbrada a pincharse por su esclerosis múltiple, que relató en Gina (L'Altra Editorial, 2019), pero estas agujas llevan dosis de esperanza y quizás de buenas nuevas. Aunque a veces, y podríamos decir en muchos casos, resultan un tormento. No solo es el proceso, farragoso y tecnificado, como una carrera en la que hay que ir superando pruebas: es el agotamiento emocional al que te someten. ¿Por qué estoy seca? ¿Hay algo roto en mi? ¿No soy válida? La culpa, siempre la culpa de no poder concebir, de no ser una mujer completa.
La autora es muy valiente por brindarnos su historia y documentarla con datos, porque puede servir a muchas lectoras como un bálsamo de comprensión y a tantas y tantos como aprendizaje. Los artículos de Catorze.cat sirven como contexto y acompañan el proceso para entender a tiempo real cada capítulo. Esta vez, la de Amposta arriesga directamente con un ensayo autobiográfico, y a diferencia que en A casa teníem un himne (2023), los silencios se explican con datos, cifras y ejemplos. Este relato puede ser de éxito o de fracaso, pero sobre todo, insisto, es un viaje. Maria Climent habla de un tema necesario que por fin estamos poniendo en la agenda mediática. En su día ya lo hizo Belle Boggs con El arte de no desesperar cuando no estás esperando (2019), editado por Seix Barral en castellano, un libro que puede salvar vidas, o Silvia Nanclares con Quién quiere ser madre (Alfaguara, 2017). Todos los relatos sobre engendrar son biográficos, pues la melancolía y la desesperación que produce no concebir se cuenta desde el desgarro.
Nadie sospecha por qué no te tomas un vino, aunque se te escape una risa nerviosa y te tiemble el párpado del ojo; nadie sabe que llevas un año intentando quedarte embarazada
Hay un momento que la escritora relata y que puede resultar abrumador. Allí vuelves al fondo de la botella y ves el cuello interminable, difícil volver a salir, y es cuando sufres un aborto porque el tratamiento falla. También explica sin pudor el coste de estos tratamientos, a veces millonarios y que pocas personas pueden permitirse. Porque sí, los tratamientos de fertilidad son una cuestión de clase.
Este tema da para tanto que Climent podría haber escrito volúmenes con cada proceso. El epílogo emociona, pues dedica unas palabras muy importantes para todas aquellas que no lo han conseguido, unas palabras de acompañamiento y un baño de realidad, porque “nunca” es una palabra muy real. “Una cosa es querer con la cabeza y otra cosa es querer con el cuerpo”, leemos en Yerma de Lorca. Y así es, y no lo podemos perder de vista, pero no por eso, recordemos, maternar se ha acabado. Hay muchas formas de ser madre, y por suerte el estigma de la infertilidad está dejando de ser un tabú, y ahora cuando nos animan a engendrar como si fuéramos rosas que florecen en mayo podemos contestar y explicarlo sin pudor.