Renton (Ewan McGregor) y Spud (Ewen Bremner) corren al espídico ritmo del 'Lust for Life' de Iggy Pop para|por Princes Street, una de las arterias más céntricas de Edimburgo, perseguidos por dos guardas de seguridad. Acaban de mangar en unos grandes almacenes. Mientras huyen, el primero suelta un monólogo antológico...

Elige la vida.
Elige un trabajo.
Elige una carrera.
Elige a una familia.
Elige un televisor grande que te cagas.
Elige lavadoras, coches, equipos de compact disc y abrelatas eléctricos.
Elige la salud: colesterol bajo y seguros dentales.
Escoge pagar hipotecas a interés fijo.
Elige un piso piloto.
Elige a tus amigos.
Elige  ropa deportiva y maletas a juego.
Elige pagar a plazos unos trajes en una amplia gama de putos tejidos.
Elige el bricolaje, y preguntarte quién cojones eres los domingo por la mañana.
Escoge sentarte en el sofá y ver concursos de televisión que insensibilizan la mente y chafan al espíritu, mientras llenas tu boca de puto comida-basura.
Escoge pudrirte viejo cagándote y meándote encima en un asilo miserable, siendo una carga para los críos egoístas y hechos polvo que has engendrado para reemplazarte.
Escoge tu futuro.
Escoge la vida.
¿Sin embargo, por qué querría yo hacer una cosa así?
Yo escogí no escoger la vida.
Yo escogí otra cosa...

El verano de 1996 Trainspotting llegaba a las salas de cine. Recordamos el film de Danny Boyle, uno de los zeitgeist de su generación, en el 25 aniversario de su estreno.

Es una mierda ser escocés

Irvine Welsh jura y perjura que nació el año 1958, pero las fichas policiales que existen sobre sus múltiples detenciones aseguran que llegó al mundo siete años antes, en 1951. Sea como sea, lo que es incuestionable es que lo hizo a Leith, el rudo barrio portuario de Edimburgo, la capital de Escocia. De Leith es el Hibernian, un equipo de fútbol que disputa la Premier League Escocesa pero una sala de trofeos que cabría dentro de una caja zapatos y sobraría espacio. El Hibernian, como el Celtic en Glasgow, es el equipo de la comunidad de ascendencia irlandesa y católica de Edimburgo. Irvin Welsh fue hooligan del Hibs (el nombre con el que se conoce popularmente a los seguidores del Hibernian). Pero hooligan de los de verdad. De los que, pinta tras pinta, se tajan en el pub para después citarse con la firm (grupo de hooligans) del equipo rival y matarse a hostias. Todos los personajes de Trainspotting son hibs incondicionales.

Era 1977 y Welsh abandonó Edimburgo por Londres. En el Reino Unido thatcheriano, Irvine Welsh era okupa y punk. Tocaba la guitarra en The Pubic Lice and Stairway, una banda que no llegó nunca a ningún sitio, y subsistia dando palos aquí y allí. Acabó en el trullo por acumulación de delitos menores. Cuando salió retornó a Escocia. Entró en la Universidad y escogió la vida.

"Es una mierda ser escocés", dice Mark Renton, prota de Trainsportting. "Somos lo más bajo de entre el más bajo, la escoria de la puta tierra, la basura más servil, miserable y más patética jamás salida del culo de la civilización, algunos odian a los ingleses, yo no, sólo son soplapollas, estamos colonizados por unos soplapollas, ni tan sólo encontramos una cultura decente que nos colonice, estamos gobernados por unos gilipollas".

Multiplica un orgasmo por mil

Irvine Welsh dice que empezó a escribir porque fracasó en todo lo que había intentado hacer anteriormente. Cuando era pequeño, como millones y millones de niños y niñas por todo el mundo, quiso ser futbolista. Lo intentó, pero rápidamente se dio cuenta que tenía dos piernas izquierda. También lo intentó como boxeador. Recibía por todas lados. Su grupo de punk era un desastre...

Un día se sentó delante de una máquina de escribir y de repente se dio cuenta de que lo que escribía tenía alguna cosa especial. Tan especial que el año 2015 de su primera novela, Trainsppoting, ya se había traducido a más de 30 idiomas y vendido más de un millón de ejemplares.

Trainspotting fue la gran revelación literaria del año 1993. Ambientada a finales de la década de los ochenta, el debut literario de Welsh era un relato tan crudo como divertido, tan violento como emotivo. Un cruce perfecto entre La naranja mecánica de Anthony Burgess, El almuerzo desnudo de William S. Burroughs, Ponche de Ácido lisérgico de Tom Wolfe y Crash de J.G. Ballard. Todo bien agitado y mezclado con dosis del humor británico de tintes negros de Tom Sharpe y actitut punk y propulsado por el ritmo adrenalínicamente hipnótico del 'Born Slippy' de los electrónicos Underworld.


Trainspotting: yonkis ilustrados que enamoraron la Generación X

Como un Ulises de James Joyce moderno pero con cuatro protagonistas: Mark Renton, Simon "Sick Boy" Williamson, Daniel "Spud" Murphy, Francis "Franco" Begbie, que van todo el día hasta las cejas de jaco. La peor escoria nunca surgida de Escocia pero con un extraño poder de seducción. Yonkis, borrachos, hooligans, parados crónicos..., los personajes de Welsh son vomitivos, execrables y repulsivos, sin embargo, también guapos e ilustrados, es imposible no sentirse fascinado por ellos. Miedo y asco en Edimburgo

Escrita originalmente en el ininteligible inglés que se habla en los suburbios de la capital escocesa, Trainspotting fue una de las novelas incluidas a la primera lista de candidatas al premio Booker Prize, no acabó pasando el corte porque dos miembros del jurado se quejaron porque la encontraron demasiado desagradable. Seguramente fue justamente eso lo que hizo que miles de jóvenes de todo el mundo cogieran por primera vez un libro: aquella novela los interpelaba, hablaba como ellos y sonaba a las mismas canciones que escuchaban.

"La gente se cree que eso no es más que miseria y desesperación y muerte y toda esta mierda que no hay que olvidar, pero lo que olvidan es el placer que supone". Dice en sus páginas, nuevamente, Mark Renton. "En caso contrario no lo haríamos. Después de todo no somos gilipollas, cojones. Bien, al menos no tan gilipolles. Coge el mejor orgasmo que hayas tenido, lo multiplicas por mil y ni siquiera estarás cerca".

Ni tíos ni tías

Andrew Macdonald era un inexperto productor con un currículum donde sólo figuraba una única película: Shallow Grave, ópera prima de un cineasta aún semidesconocido llamado Danny Boyle. Un thriller en el que destacaba la actuación de uno de sus jóvenes protagonistas, un tal Ewan McGregor.

Era diciembre de 1993 y Macdonald tenía que coger un vuelo largo. Horas y horas entre nubes que dedicó a leer aquella novela de la que todo el mundo le había hablado. Cuando llegó a su destino decidió que haría una película de Trainspotting. El guion iría a cargo John Hodge, el mismo que había escrito el libreto de Shallow Grave y Danny Boyle volvería a ser el director. La película se empezó a rodar en abril de 1995.

Impresionados por su trabajo en Shallow Grave, no dudaron a darle a Ewan McGregor el papel de Mark Renton, figura central del relato, personaje que era como una especie de hijo ilegítimo de Michael Caine en Alfie y Malcolm McDowell en La naranja mecánica. Un cabronazo adorable. McGregor, que perdió 12 kilos y convivió con adictos (llegó a plantear a Boyle la posibilidad de colocarse de heroína mientras rodaban para dar más veracidad al personaje: el director le quitó la idea de la cabeza), lo bordó.

Ewen Bremner había estado interpretando al personaje de Renton en la adaptación teatral que ya se había realizado de Trainspotting. En su salto a la gran pantalla pasó a interpretar Spud. A Jonny Lee Miller le dieron el papel del corrosivo Simon "Sick Boy" Williamson impresionados por la imitación de Sean Connery que hizo en el casting.

Robert Carlyle, el actor más consolidado de todo el reparto, dio vida a Francis "Franco" Begbie, un psicópata ultra violento. "He conocido a un montón de Begbies a lo largo de mi vida", explicaba Carlyle. "Sólo hay que salir por Glasgow un sábado por la noche para cruzarte con algunos de ellos". Carlyle, escocés como McGregor y Bremner, confesaba también que construyó su personaje a partir de un hombre que ahoga su homosexualidad: la violencia de Begbie nace de la negación de su personalidad. Welsh diría poco después de que justamente esta era una de las ideas con qué modeló a "Franco".

Trainspotting se rodó durante siete semanas en una tabacalera abandonada de Glasgow, excepto secuencias muy concretas filmadas en Edimburgo (la escena inicial) y Londres (la final). Con un presupuesto de sólo 1,5 millones de libras, la gran mayoría de las escenas se rodaron en una única toma. En el Reino Unido recaudaría 18 millones de dólares. En Estados Unidos, donde algunas partes tuvieron que ser subtituladas porque los espectadores no entendían el fuerte acceso escocés de muchos de los personajes, más de 16 millones. Sumando todos los mercados, Trainspotting obtendría unos beneficios de casi 80 millones de dólares. La critica también la adoró y alabar. Y es que pocas veces una película ha conseguido mantener de una manera tan fiel la esencia de una novela y a la vez construir todo un universo narrativo y visual propio.



Mención especial merece una de las mejores bandas sonoras jamás publicadas. Playlist casi perfecta donde se combinan temas como 'Lust for Life' (Iggy Pop), 'Sing' (Blur), 'Deep Blue Day' (Brian Eno), 'Atomic' (Blondie), 'Perfect Day' (Lou Reed) y 'Born Slippy' (Underworld), entre otros. Un catálogo de éxitos mayúsculos del pop, el rock y la electrónica que funcionan más allá de la misma película, pero que desde la escena inicial con el 'Lust for Life' de Iggy Pop, la demoledora secuencia del chute de heroína con Lou Reed describiendo un día perfecto bebiendo sangría en el parque o el final con la electrónica narcótica de Underworld, acompañan y marcan perfectamente el tono narrativo de la película.

Irvine Wlesh volvería en diversos de sus libros a los personajes de Trainspotting, y el casting de la película se reunió de nuevo en el 2017 en T2 Trainspotting, secuela que también dirigió Danny Boyle. Aunque muy correcta, no tuvo el impacto de su primera parte. Y es que como decía Mark Renton en otro de los momentos antológicos del film: "El mundo está cambiando, la música está cambiando, las drogas están cambiando, incluso los tíos y las tías están cambiando. Dentro de unos años no habrá ni tíos ni tías, sólo gilipollas". Y películas que fascinaron a toda una generación, como Trainspotting.