Carles Feixa es un antropólogo que hace más de 30 años empezó a estudiar lo que entonces se llamaban tribus urbanas... No ha dejado de estudiar a los grupos juveniles marginales y ha derivado en el estudio de las bandas juveniles. Y si empezó a hacer estudios en su Lleida natal, con los quinquis, ha dado muchas vueltas por el mundo, pasado por sitios donde las bandas juveniles están tan enquistadas como México. Desde hace algún tiempo, como profesor de la Universitat Pompeu Fabra, se dedica al estudio de las bandas transnacionales, generadas por el movimiento de población joven. Y ha trabajado en este ámbito en proyectos en Barcelona, en experiencias de mediación, a petición del Ayuntamiento. En este momento coordina un proyecto europeo, Transgang, que investiga el resultado de las políticas de mediación sobre los grupos transnacionales juveniles y que estará en vigor hasta el 2022, con un presupuesto de 2,2 millones de euros. Feixa y algunos miembros de su grupo analizarán este jueves, en el CCCB, a las 18h, cómo han reaccionado las instituciones ante la aparición de bandas juveniles en Barcelona.

Orquesta de chicas del Centro de Inserción Social de Ilopango, en El Salvador. Foto: Instituto Salvadoreño para el Desarrollo Integral de la Niñez y la Adolescencia.

Tomar la consecuencia por la causa

Feixa no tiene una visión nada idealizada de las bandas, pero considera que a menudo se han utilizado políticas equivocadas contra ellas. Cree que las políticas de mano dura, que a menudo son las dominantes y que con frecuencia son las más populares, "son carísimas, en policía, prisión y control social". Además, Feixa considera que están condenadas al fracaso: "en ningún caso se ha demostrado que sean efectivas", explica. Este tipo de políticas encaminadas hacia la supresión de las bandas, para Feixa, siempre llevará al fracaso, porque confunde causas y consecuencias: "Las bandas no son la causa de la violencia, sino la consecuencia de una situación de exclusión".

La mediación como vía de resolución

Feixa considera que hace falta intentar desviar a las bandas de la delincuencia e integrarlas en la vida social de los barrios y de la ciudad. Considera que los jóvenes se suman a ellas debido a su situación de exclusión, y que lo que es necesario, sobre todo, es buscar vías para que se reduzca su exclusión, y afirma que eso puede pasar por la música, el baile, el deporte, el trabajo social... De esta forma se alejaría a los jóvenes de la economía criminal. El proyecto Transgang, por eso, ha buscado experiencias de mediación que puedan resultar significativas y de las que se puedan extraer pautas de actuación para otras ciudades. El proyecto, que se desarrolla en la Europa Mediterránea, en América Latina y en el Norte de África, tiene como localidades centro de estudio Barcelona, Medellín y Casablanca. Las experiencias de estas tres ciudades se contrastarán con otros nueve casos: Madrid, Milán, Marsella, Orán, Túnez, Argel, San Salvador, Chicago y Santiago de Cuba. En cada una de estas localidades el estudio irá a cargo de un experto local, supervisado desde la coordinación del proyecto, que estará en Barcelona.

El proyecto Transgang

Medellín es el caso más mediático de reducción de la conflictividad de las bandas juveniles. Había sido la ciudad del mundo con la tasa de homicidios más alta, pero ahora se ha reducido espectacularmente. Una de las claves: las inversiones en los barrios populares. Feixa apunta que esta dinámica tiene muchas contradicciones, pero ha permitido que algunas bandas se convirtieran en clubs juveniles más abiertos a la comunidad. En Casablanca, donde hay grupos de delincuentes muy activos, los tcharmils, que a veces han sido usados por el gobierno para enfrentarse a los inmigrantes subsaharianos, se está potenciando el hip hop en árabe para implicarlos en actividades sociales. En las prisiones de El Salvador hay una orquesta de violines que implica a chicas miembros de las maras, incluso de grupos rivales, y les ayuda a romper las dinámicas negativas de estos grupos. E incluso en Chicago, donde nacieron muchas bandas, ahora hay antiguos líderes de gangs latinos y afroamericanos que se han unido para reducir las tasas de violencia... Feixa asegura que no es un proceso nada fácil, pero que se pueda hacer, y que en cualquier caso es más económico y más efectivo que optar, sencillamente, por la represión.

Foto: U.S. Immigration and Customs Enforcement.

La experiencia barcelonesa

En 2005, el boom de las llamadas bandas latinas generó una gran alarma social en Barcelona, que Feixa considera, en buena parte, exagerada y vinculada a estereotipos. El Ayuntamiento de la ciudad encargó a este antropólogo que hiciera un estudio sobre las agrupaciones de chicos llegados a Catalunya mediante procesos de reagrupación y su adscripción a los Latin Kings y los Ñetas. A partir de aquí se inició un proyecto para conseguir registrar a estos grupos como entidades culturales, apartar a sus miembros de la delincuencia y perseguir sólo las actividades de los malhechores, y no de los grupos como tales. Feixa considera que eso sirvió para disminuir la conflictividad juvenil y la criminalidad. En 2010, a pesar de todo, hubo un cambio de política y se volvió a optar por la mano dura. Feixa afirma, incluso, que se persiguió a mucha gente que no había cometido ningún delito por el solo hecho de pertenecer a las bandas, aunque son legales... Según este antropólogo, hubo una persecución similar a la que ha sufrido en los últimos tiempos el movimiento independentista.

Las bandas en Barcelona, ahora

Feixa asegura que hoy por hoy Barcelona no tiene, ni de lejos, una situación tan conflictiva con las bandas como otras ciudades de su entorno. No obstante, cree que las últimas políticas no han ayudado a la mejora. Ahora, muchos de los integrantes de las bandas ya no son jóvenes llegados por reagrupación familiar, sino jóvenes nacidos en Catalunya, que también se han integrado en las bandas. Y cada vez es más preocupante el caso de los jóvenes norteafricanos llegados solos a Barcelona, que también se están agrupando bajo el modelo de las bandas. No obstante, Feixa advierte que demasiado a menudo se sigue confundiendo a las bandas con los "auténticos grupos criminales", como ha pasado recientemente en el caso de las venganzas dominicanas por narcotráfico en Barcelona. Explica que "los grupos criminales (que no son juveniles) usan en miembros de bandas dominicanas como carne de cañón, pero estas bandas, por lo que yo sé, no son, en sí, criminales".

Nuevas bandas: intergeneracionales, transnacionales y con mujeres

Feixa explica que en los más de 30 años que lleva estudiando los movimientos juveniles, estos han ido cambiando, y que lo más destacable es que las bandas han ampliado su abanico de edad. Antes sólo las integraban adolescentes, pero como el periodo de juventud se ha alargado, en la población general, también la permanencia en las bandas se ha dilatado en el tiempo. Eso para Feixa refuerza las posibilidades de mediación, porque las bandas incluyen a gente más madura que tiene más experiencia en la resolución de conflictos. Feixa también resalta que lo que antes era un fenómeno muy local ahora se ha hecho transnacional y se articula a través de las redes sociales Cuando Feixa empezó a estudiarlas, las bandas juveniles sólo incluían a chicos, pero cada vez se feminizan más. Pero Feixa constata que "lo que no ha cambiado nada es la reacción social ante las bandas". Y asegura que "Las reacciones vecinales ante las bandas latinas de hoy, son iguales a las que había en L'Hospitalet o en Lleida, hace 30 años, hacia los grupos de gitanos o de hijos de inmigrantes de otras partes de España".

 

Foto de portada: un miembro de los Latin Kings con sus tatuajes. Foto: Javier Ramírez.