Tricicle celebró 40 años anunciando su adiós a los escenarios. El trío cómico que revolucionó el teatro gestual catalán ponía fin a cuatro décadas dando risa a varias generaciones. La pandemia, además, les hizo cancelar las últimas representaciones de despido, por lo cual su adiós ha tenido alguna cosa de mutis discreto. Una discreción que no pega con cuatro décadas de éxitos, aplausos y carcajadas. Según sus cálculos, de carcajadas han conseguido producir 17 billones –a razón de una carcajada cada 8 segundos– con más de 3.000 gags representados en 150 ciudades diferentes delante de más de un millón y medio espectadores. Todas estas cifras de récord, sin haber usado prácticamente ni una palabra.
Aunque el crítico Joan de Sagarra no los pronosticó muy futuro sobre el escenario –"con los mimos ya se sabe: a fuerza de dominar el cuerpo terminan por olvidarse de la imaginación"– el grupo nacido el año 1979, en un momento de renovación teatral y cuando aparecen otras compañías que se alejan del teatro de texto convencional, como Comediants, la Fura dels Baus, Vol-ras o Els Joglars, para una representación en Breda, ha acabado convirtiéndose en parte de la memoria de varias generaciones de espectadores. Aunque Joan Gràcia (Barcelona, 1957) trabajaba en un banco, Carles Sans (Badalona, 1955) estudiaba Derecho, y Paco Mir (Barcelona, 1957) quería ser dibujante, su encuentro en el Instituto del Teatro fue decisivo.
Del "teatro intelectual" en el pequeño Teatre Llantiol llenando agujeros vacíos de la programación a la actuación memorable en el Uno, dos, tres, dando vida en el Soy un truhán, soy un señor de Julio Iglesias, que ven 22 millones de espectadores. Son los culpables de haber introducir el humor a las ceremonias olímpicas –su actuación a la clausura de Barcelona 92 es uno de los grandes recuerdos de aquellos Juegos Olímpicos– y forman parte de la historia de TV3. Una larga trayectoria reconocida con el Premio Nacional de Cultura 2020.
Ahora, la exposición Tricicle Clic, gesto, humor, lenguaje, comisariada por Juli Capella, y que se puede ver en el Palau Robert, recorre sus cuarenta años sobre los escenarios a partir de sus espectáculos más recordados, como Manicomic (1982), Exit (1984), Slastic (1986), Entretres (1996), Sit (2002), Garrick (2007) o Bits (2012) que el grupo rememoró a través de los mejores gags en su última obra de despido, titulada Hits (2016). Aprovechando la exposición, hemos podido hablar con Joan Gràcia, Paco Mir y Carles Sans, los tres integrantes del grupo, sobre esta muestra que se les ha dedicado, el reconocimiento institucional y el del público, sus planes de futuro y, porque no, la posibilidad de un retorno después de este del descanso indefinido anunciado.
Paseando por la exposición, con todas las fotografías, vuestros objetos, vestuario, vídeos... ¿cómo se revive toda esta historia?
Joan Gracia Yo lo vivo con orgullo y un poco de nostalgia... Nostalgia porque cuando me veo con 20 años menos y 20 kilos menos, no me importaría nada volver. Pero sobre todo cuando miras atrás voces que hemos trabajado mucho y la gente nos ha querido mucho. Eso es lo más importante.
Paco Mir: Es una acumulación de buenos recuerdos. Dicen que "cualquier tiempo pasado fue mejor", pero mirando atrás te das cuenta de que has sido mucho acodo con tu trabajo y no te has dado cuenta de todo lo que hacías realmente. Mirando atrás voces que hemos hecho muchísimas cosas, mejor hechas de lo que nos imaginábamos.
Carles Sans: Es una satisfacción ver que hemos trabajado mucho y que se nos obsequia con este tipo de álbum de fotografías corporeo que |repasa nuestra vida. Lo más sorprendente de la exposición, sin embargo, es haber conseguido una entidad tan preciosa de una cosa que nos parecían trastes viejos, resulta que tienen una entidad preciosa.
Hemos hecho muchísimas cosas y mejor hechas de lo que nos imaginábamos
La exposición coincide con vuestros 40 años y vuestro adiós de los escenarios. ¿La vuestra, es una retirada en un momento dulce?
J. G: Hace unos años pensamos que a partir de una edad nos tocaría retirarnos, porque hacemos un teatro muy físico y es obvio que no tenemos veinte años. Los cuarenta años eran un buen número para decir adiós, pero además, es mejor retirarte cuando estás arriba que no que el público te retire. A veces ha pasado con artistas, que cada vez tienen menos público o lo tienen más viejo y eso nos provoca mucha tristeza. Por eso decidimos hacer decir adiós en en un momento en que todavía llenamos teatros.
Habéis dicho que, aunque el reconocimiento del público siempre lo habéis tenido, no habíais sido reconocidos por las instituciones catalanas como tocaría. Habéis recibido el Premio Nacional de Cultura y ahora se os dedica una gran exposición. ¿La deuda está saldada?
P. M. A veces pensamientos si no hemos tenido que hacer más cosas para que se nos acabe reconocimiento, como el caso de aquella gente que tiene que hacer más para ser tratado igual que los otros. En nuestro caso, quizás para ser tratados igual que los actores de teatro de texto, que siempre parece que sea lo único que vale, hemos tenido que hacer más cosas de las que haría falta. Es quizás una tontería, pero hemos hecho cosas que la gente quizás ni sabe que las hemos hecho.
En estos cuarenta años habéis dado risa a varias generaciones de espectadores.
J. G. Una de las suertes que hemos tenido es que nos han venido a ver a los padres, después los hijos, estos hijos han sido padres en la suya veces y al final ya nos venían a ver tres generaciones diferentes. Eso es muy bonito y te hace ver que el público no envejece contigo, sino que se va renovando y tiene relevo.
Nuestro público no ha envejecido con nosotros, sino que se ha renovado con nuevas generaciones
Habéis sido cuarenta años sobre los escenarios, pero siempre renovándoos. Eso sí, no habéis hablado nunca.
P. M. No hemos hablado nunca, porque no tenemos formación de texto excepto Carles, pero cada vez más hemos optado por la palabra grabada o, en el último, hablando directament. Nos hemos permitido hacer lo que nos ha dado la gana. Somos mimos porque tenemos esta formación de mimo, pero nuestro estilo ha sido escoger la mejor herramienta para llegar al público en cada momento.
En este sentido, todo el mundo tiene un recuerdo del Tricicle a su memoria.
J. G. Curiosamente, cada uno tiene uno pero a menudo son muy diferentes. Quizás vieron un espectáculo en un momento determinado que coincide con que conocieron el amor de su vida. La gente no tiene un recuerdo nuestro, sino que tiene muchos y vinculados a su vida. A veces hay gente que hace un espectáculo único toda la vida, pero nosotros hemos tenido la suerte de hacer muchos y muy diferentes.
El teatro sin texto os ha permitido triunfar por todo el mundo, sin embargo.
P. M. Ha sido una facilidad ncontrada, porque no escogimos el teatro gestual para poder viajar por todo el mundo, sino que era lo que estaba de moda en aquel momento que nacimos. Els Joglars y Comediants estaban en su apogeo, Albert Vidal había visitado los teatros de Barcelona, había mimos americanos actuando aquí, llegó el Jango Edwards... había una eclosión de artistas del gesto y nosotros nos metimos en la ola. A veces decimos, en cachondeo, que si a inicios de los ochenta hubiera sido de moda la zarzuela, ahora seríamos zarzueleros.
Si a inicios de los ochenta hubiera sido de moda la zarzuela, ahora seríamos zarzueleros.
¿Qué tiene el número tres que lo hace tanto especial?
P. M.: Dicen que los aparatos técnicos tienen tres patas para que no vayan cojos. Ser tres cuando tomas decisiones permite ser 2-1 o 3-0, y eso facilita mucho las cosas. La mejor decisión, sin embargo, es el 3-0.
¿Después de Tricicle, qué?
J. G: Como lo hemos dejado llenando teatros, si en algún momento nos apetece hacer quince días en Barcelona o en Madrid, siempre podemos volver. Si nos apetece.
C.S: Cada uno tiene sus proyectos personales, pero como Tricicle alguna cosa iremos haciendo, sí. Pero, como está la situación, no nos podemos plantear gran cosa, lamentablemente. Quizás cuando todo eso pase nos acude una cosa y volvemos, pero sin prisa.