La literatura del yo ha tenido una década fulgurante. La autoficción ha copado las estanterías de todas las bibliotecas, librerías, en estos últimos años. Encontramos amantes y detractores, pero más allá de a quién le pueden gustar este tipo de formatos, tenemos historias y las historias pueden contar algo fascinante de una forma tediosa y algo insignificante de una forma increíble. Es decir, lo que se trata, lectores y lectoras, es de hacer buena literatura. Y en Triste tigre, publicada por Anagrama, en catalán y en castellano, nos encontramos un libro híbrido que zigzaguea entre la autoficción y el ensayo con una claridad apabullante. Neige Sinno, ganadora del prix Femina, finalista del Goncourt, escritora y autora de otros libros como La vie des rats, nos explica la experiencia del abuso infantil durante su infancia.
Revisar, comprender, explicar
Esta es la historia de una mujer, la autora del libro, que de niña sufrió abusos por parte de su padrastro y reflexiona a través de su experiencia, apuntes literarios, audiovisuales, casos diversos, sobre qué supone el abuso en la edad temprana. Huye de conceptos como la resiliencia y de clichés o frases como “la literatura sana”. Sinno no quiere sanar, tampoco quiere reparar su trauma, quiere revisarlo, comprenderlo y explicarlo para, quizás, no le pase a ningún niño o niña más. Ella denunció a su padrastro cuando ya se fue de casa para que no se perpetraran las violaciones con sus hermanos. Él dijo durante el juicio que eso nunca hubiera sucedido. ¿Por qué? A qué se refería con esto, por qué la eligió a ella.
Sinno no quiere sanar, tampoco quiere reparar su trauma, quiere revisarlo, comprenderlo y explicarlo para, quizás, no le pase a ningún niño o niña más
Desde la primera página, Sinno relata, sin atenuantes, el infierno por el que le hizo pasar su violador. Y asistimos, sin respiración, al testimonio de una superviviente que quiere hurgar en su herida porque, según ella, misma es más complejo entender la mente de un agresor que la experiencia de la víctima. Durante años la autora contó a los demás un pasado falso, una vida que no era la suya. Acompañarla en el relato es un camino de escucha que te deja helada, atrapada en una atmósfera gélida y desangelada en la que constantemente ves a la niña de 6, 7, 12 años, sufriendo a manos de un hombre que era su padrastro.
¿Sanar las heridas que ha dejado el monstruo es posible a través de este libro? Pues seguramente no. Hay una frase muy interesante de David Foster Wallace que cita la autora: “Y si hay algo que no ha cambiado es la razón por la que escriben los escritores que no lo hacen por dinero: lo hacen porque es arte, y el arte es sentido, y el sentido es poder”. Y de esto, de poder, trata en gran parte el acto de violar. “Lo hacen porque pueden”, dice la autora. Trazar, clasificar, diagnosticar o tipificar los comportamientos o los rasgos de los agresores nos ha hecho caer en estereotipos grandilocuentes y sobrehumanos. Y no, son humanos, son en su mayoría hombres, y lo sabemos porque hay datos y hay múltiples casos que avalan esta información. ¿Cómo nos podemos explicar sino el caso de Gisèle Pelicot? La violaron decenas de hombres mientras estaba drogada, indefensa. De esto se trata, del poder, de que podían violarla. Y del poder que ahora tiene ella para denunciarlo, explicarlo a cara descubierta.
Asistimos, sin respiración, al testimonio de una superviviente que quiere hurgar en su herida porque, según ella misma, es más complejo entender la mente de un agresor que la experiencia de la víctima
Así pues, en el libro, el escáner de su herida va más allá de relatar unos hechos. Habla de los factores que llevan a una persona a violar, de las infancias traumáticas de los violadores y de cómo, en muchos casos, acaban convirtiéndose en agresores. También habla de las relaciones familiares, de los silencios, del tratamiento del abuso infantil en la literatura (sí, sale Lolita de Nabokov), o de la importancia de explicarle a los menores qué es una violación.
Neige Sinno durante años no podía escuchar, ni leer, palabras como violeta, violín, ravioli. Todas las sílabas que resonaban como violación provocaban una parálisis. Neige Sinno es una gran escritora que ha sabido darnos una gran lección y no en términos aleccionadores, sino de enseñanza, porque la palabra es poder y la heroína sigue siendo ella porque defiende su espacio vital, su derecho a enunciarse y a sobrevivir. Actualmente, uno de cada cinco niños acaba sufriendo abusos sexuales, según el Consejo de Europa. En Catalunya, asociaciones como la de Vicky Bernadet han atendido miles de casos. Según la misma asociación, un 90% no dirá nada hasta la edad adulta. Si queréis escuchar a la autora, el 2 de octubre hará una presentación en la librería Finestres.