Tina Nguyen es famosa por haber firmado en Vanity Fair una crítica arrasadora del restaurante de la Trump Tower. Se titula "Trump Grill es seguramente el peor restaurante de América". Apareció un mes después de que el hombre ganara las elecciones. No le resultó nada simpática.
Vanity Fair es una especie de ¡Hola! pijoprogre de Nueva York, que viste su punzante ligereza con una brizna de periodismo literario, una gota de investigación y el bisbiseo de los pasillos del poder y de los salotti buoni de la costa este, bien aliñado con una cierta flema y un chorrito de ácido. Todos los príncipes y princesas de la ciudad la leen. En fin, el restaurante desgraciado ha desaparecido de todas las agendas de toda la gente de pro.
La reseña gastronómica es tremenda. En la mejor tradición de la despiadada crítica neoyorquina de cualquier cosa, Nguyen dice: "cuando volví a casa me lavé los dientes dos veces antes de encogerme en la cama hasta que terminaron las arcadas".
A las cinco de la mañana del día siguiente, Trump disparó uno de sus tuits:
Graydon Carter, pope majestuoso, es el director de la cosa. Con Trump ya se habían chocado antes. En 2012, el periodista calificó al magnate de "short-fingered vulgarian", una descripción brillante, cruda e intraducible.
El caso es que tras el tuit, Vanity Fair recibió más de 80.000 nuevas suscripciones. Si lo que quería Trump era hacer daño, no le ha salido bien. Cada suscripción cuesta 15 dólares, de manera que el tuit ha añadido un millón de dólares a la caja de la revista. En menos de un mes.
Una cosa parecida pasa con otros medios norteamericanos, especialmente a los que el nuevo presidente más detesta.
Mientras los periodistas muestran gran preocupación por el impacto que el nuevo presidente puede tener sobre su trabajo, los ejecutivos de las empresas de medios se frotan las manos. Trump es una buena influencia para sus negocios. Crecen las audiencias de los telediarios, aumentan las suscripciones y se revisan al alza los presupuestos de las redacciones.
En las semanas siguientes a la elección, The New York Times tiene días donde suma más de 10.000 suscriptores nuevos. Sólo en las tres últimas semanas de noviembre añadió 132.000, diez veces más que en mismo periodo del año pasado. El Times, que ha publicado investigaciones muy comprometidas y bien documentadas sobre Trump, que también le ha castigado con tuits como este:
Trump se equivocaba de medio a medio.
En la otra costa, Los Angeles Times declaró un aumento del 61% en nuevas suscripciones digitales tras la semana electoral. En noviembre de 2016, el diario multiplicó por cuatro el número de nuevos suscriptores respecto a noviembre de 2015. El resto de diarios de Tronc –nombre del grupo al que pertenece el LAT– ha aumentado el número de abonados digitales en un 29%.
El diario de la capital, The Washington Post, muy crítico con Trump, no da cifras, pero ha confirmado a Columbia Journalism Review que las suscripciones "han aumentado de forma constante". También en The Wall Street Journal, el diario más favorable a Trump: las nuevas suscripciones han aumentado un 300% en las últimas ocho semanas de 2016. En el otro extremo político, la edición norteamericana de The Guardian, suma un 25% más de suscriptores que antes de las elecciones.
El presidente y CEO de The NY Times Company, Mark Thompson, atribuye esta bonanza a "un aumento dramático en la disposición a pagar por un periodismo serio e independiente".
Arriba las acciones
Los inversores se han dado cuenta de que Trump es un buen negocio para los media y las acciones de las empresas informativas cotizadas se han vuelto a enganchar al ciclo alcista de los mercados desde el día después de las elecciones. Es día Tronc avanzó un 16%; Gannett un 22%; McClatchy un 6% y The NY Times Co mejoró un 16%.
En la web ProPublica, que se define como "una redacción independiente que hace periodismo de investigación de interés público", las donaciones privadas de las que se nutre, se han multiplicado por diez desde que Trump fue elegido.
En The Atlantic, la revista de política y cultura más antigua de los EE.UU., las suscripciones digitales aumentan a un ritmo del 160% y las ventas de la versión imprimida mensual en el quiosco en un 14%. Otro icono del periodismo literario, The New Yorker, sumaba 10.000 suscriptores sólo en los tres días después de las elecciones. Mother Jones, icono del periodismo superprogre, sin ánimo de lucro, recibe veinte veces más donaciones ordinarias de 15 dólares mensuales de lo que hace un año.
El fenómeno afecta a todo el espectro. The Daily Beast –una web en la línea de Vanity Fair, más descarada y por una audiencia más joven– ha superado su récord de usuarios e ingresos: más de un millón de lectores diarios, más del doble que hace cuatro años.
También para la tele
El efecto Trump no se limita sólo a la prensa. Los canales de noticias de televisión por cable –el equivalente en el digital de pago de aquí– también han aumentado sus cifras de abonados y han rejuvenecido su audiencia.
Fox News ha hecho su máximo histórico en prime time: 3,3 millones de espectadores. Su media diaria de espectadores ha sido de 2,4 millones, cifra que les deja en primer lugar entre las teles de pago. Detrás vienen la CNN, con una media de 1,3 millones de telespectadores (aumenta un 76%), y MSNBC (1,1 millones de telespectadores de media, un 71% más).
El efecto Trump en el consumo de noticias ya era conocido entre las empresas informativas. Es famosa la frase del presidente de la CBS, Leslie Moonves, que replicó las acusaciones de dar demasiadas horas gratis en la campaña de Trump: "es malo para América, pero bueno para la CBS".
Hasta el día de las elecciones, el tiempo que las cadenas de tv habían dedicado a Trump equivalía a 2.000 millones de dólares en publicidad. Por contraste, el otro candidato populista, Bernie Sanders, recibió 300. Resultados: Donald Trump gastó la mitad que Hillary Clinton en publicidad en la tele porque sus mítines aparecían en directo y gratis.
The New York Times ya ha anunciado que invertirá cinco millones de dólares más en periodismo para llenar al 45º presidente de los EE.UU. "Añadiremos a más gente a nuestros periodistas de investigación y a nuestros especialistas otros expertos en impuestos e inmigración, en educación y cambio climático, para asegurar que nadie dispone de una cobertura más intensa de la Casa Blanca y de su entorno", ha explicado Dean Baquet, su director.
Más vale y más vale que no se equivoquen. La confianza de los norteamericanos en la prensa está en su nivel más bajo (apenas un 32% confía en los medios) desde que la casa de encuestas Gallup lo pregunta, en 1972.