VVAA Col·lectiu, creado hace menos de una década como "un juntamiento de miembros en expansión y contracción permanente", aglutina artistas de diferentes disciplinas con la escena como punto de encuentro. Ahora que les parece imperativo abandonar el grupo para crecer individualmente o en otras direcciones, ponen fin a una estimulante trayectoria conjunta ‒Like si lloras (2016), Wohnwagen (2016), Pool (no water) (2017), This is real Love (2019), Arcas 2020 (2021)‒ y "celebran" su disolución en el TNC con el espectáculo Baby no more (en cartelera hasta el 2 de junio). Para metaforizar en clave gestacional el proceso en que se encuentran inmersos, los múltiples autores asimilan los proyectos a óvulos y hablan indistintamente de punciones ‒hormonales‒ y funciones ‒teatrales‒.
El último baile
En la Sala Tallers, que se nos ofrece como una inmensa matriz por fecundar, un camión de tráiler se abre paso: trae la posibilidad de la acción y la fantasía, y su remolque tan pronto hace de quirófano como de tribuna o tarima de discoteca. Los performers, dirigidos por Anna Serrano Gatell ‒con dramaturgia de Eva Mir‒, son Clara Aguilar, Max Grosse Majench, Elena Martín, Marc Salicrú, Laura Weissmahr ‒miembros fundadores del colectivo‒, Marc Cartanyà y Sandra Pujol ‒de Íntims Produccions‒. Primero solo nos llega su voz desde la extraescena sonora; después se despliegan por el espacio, asumiendo infinidad de roles. La propuesta, experimental y expandida, vehicula una serie de reflexiones-divagaciones sobre el interés, la operatividad y/o la vigencia que pueda tener el colectivo mismo; también se remonta al momento de su fundación, hito que libérrimamente se asocia con la de la Constitución del 78.
Se preguntan si su proyecto artístico se puede congelar como se congelan los óvulos; si les será posible acceder después o se exponen a una vitrificación sin futuro
Cada uno de los creadores se encuentra en una encrucijada vital, comprometido con la gestación de un plan alternativo más allá del grupo. Se preguntan si su proyecto artístico se puede congelar como se congelan los óvulos; si les será posible acceder después o se exponen a una vitrificación sin futuro. Por más que hablen idealizadamente de la génesis del colectivo ‒la formalización del vínculo, la redacción de los estatutos, la aprobación del manifesto‒, ya no sueñan en plural. Querrían abrazar la épica de la comunidad, pero todo los empuja hacia planes o realizaciones individuales. El horror vacui parece determinante en la invocación ‒antológica, imitada, postdramática‒ de elementos de montajes anteriores y nuevas obsesiones. La libre asociación de ideas los hace pasar por estados y personajes fugaces: médicos, políticos, hongos abisales y alucinógenos, óvulos renuentes a ser fecundados. El totum revolutum ofrece repuntes de alto voltaje y sugestión pura, pero sufre de poca filtración o cribado y falta de definición.
Los recordaremos así, haciéndonos partícipes de su último baile juntos
El personaje del tiempo ‒o su sustituto fachendoso, que les ofrece una lánguida prórroga‒ y la inaccesible puerta ‒suspendida del techo‒ son hallazgos destacables. Pero incluso las metáforas más fecundas ‒valga el juego de palabras‒ se revelan insuficientes para sostener la propuesta. La conexión entre los diferentes aspectos se revela débil y la exhibición de determinados recursos técnicamente potentes ‒los grandes triunfadores de la noche son el espacio lumínico de Marc Salicrú y el sonoro de Clara Aguilar‒ puede llegar a fatigar por su redundancia. Los de VVAA Col·lectiu juegan a la autocrítica preventiva, pero en realidad están de vuelta. En la búsqueda de un final para la función ‒para la defunción‒, no les queda sino montar una fiesta. Los recordaremos así, haciéndonos partícipes de su último baile. Con un proyecto colectivo que se acaba ‒"¿Algún sustituto del tiempo para hacer la cuenta atrás?"‒ y un presente-futuro prometedor para cada uno de sus talentosos integrantes.