7.44h
Me levanto con un malestar difuso en la nuca. Ayer me quedé dormido con el televisor encendido en el 3/24, el canal informativo de la televisión pública catalana. De ahí viene el dolor de cabeza. Ahora hablan del rey Felipe VI, pero no lo tratan de Su Majestad. Intolerable. Furioso, cambio de canal y doy tres puñetazos al saco de boxeo que tengo colgado en el despacho.

7.47h
Me lavo la cara y reconozco a Javier Cercas en el otro lado del espejo. Me asusto. Me tranquiliza recordar que no soy él, el ciudadano, sino un personaje: el narrador Javier Cercas, el de las novelas, alguien aparentemente ficticio que dice aquello que piensa la persona de rostro aparentemente real que veo en el espejo.

8.12h
Doy un repaso a la prensa del día dando una ojeada a las principales cabeceras digitales. El número de muertes por el coronavirus sigue aumentando: casi 22.000. Hay que relativizar: la situación es grave, pero me afectó más el octubre de 2017 en Catalunya.

El ciudadano Javier Cercas durante la Feria del Libro de Göteborg, el año 2014, donde habló del narrador Javier Cercas, tan presente en sus obras. (Albin Olsson / Wikipedia)

08.56h
Recibo la llamada de una radio extranjera. Les digo que los constitucionalistas como yo nos sentimos perseguidos en Catalunya y que el clima sigue siendo irrespirable, ya que cuando la Historia aparece en escena, se te mete dentro de casa y no te deja tranquilo. Después salgo a dar un paseo por Verges, mi pueblo del Empordà, con las espardenyes de siete vetas que me regaló Arcadi Espada, tejanos y una camiseta donde se lee V.E.R.D.E. bajo una corona. ¡"Xavi, tendría que decir V.E.R.G.E.S.!", me dice con simpatía un vecino. Hago un gesto de complicidad. A pesar de ser un municipio donde el 82% de la gente vota a los partidos independentistas que han fracturado a la sociedad, y por lo tanto ser un pueblo donde la inmensa mayoría de la gente necesita ayuda psiquiátrica, por la calle todo el mundo me saluda cordialmente y no tengo que pasear con el chaleco antibalas ni el casco que Arturo Pérez Reverte me regaló. "Si a mi me sirvió en Bosnia, a ti te servirá en la inmortal Gerona", me dijo.

09.27h
Me paro en la glorieta de la entrada del pueblo, decorada con neumáticos pintados de amarillo que simbolizan las decenas de ruedas pinchadas por ultras unionistas hace años. Cuando una sociedad se rompe, pienso, no se puede ser equidistante. Sé de qué lado estoy. Por suerte, a mí no me pincharon las ruedas. Reflexiono, angustiado. ¿No será que los auténticos violentos son los que hacen monumentos con neumáticos de colores? Concluyo que sí. Haré una columna de ello.

10.11h
Trabajo en el despacho y escucho de fondo Mediterráneo. Esta canción de Joan Manuel es un canto a todo aquello que nos une. Estudio los papeles que me ha enviado el abogado, donde me desaconseja tomar acciones legales contra los que iniciaron la campaña de odio con mis mismas palabras. Este tipo de denuncias son complicadas y me inquieto ante la posibilidad de que no pueda hacer nada: vivimos en una democracia plena donde se protege la libertad de expresión, por mucho que los separatistas lo nieguen. Está claro, eso. Ruego al abogado que, a pesar de la complicación, si hay alguna rendija para llevarlos a los tribunales, lo haga. Pretenden que calle o me marche y no lo haré. No soy un invasor.

11.26h
Conversación telefónica breve pero esperanzadora con mi editor. Me pregunta si estoy ajetreado con alguna cosa y si podré enviarle pronto algún borrador. Le digo que no, pero le confieso que me estoy planteando retornar a la biografía novelada como ya hice en El impostor, pero cambiando Enric Marco por Su Majestad Felipe de Borbón. Le sugiero un posible título: El salvador. El Rey es el hombre que encarna mejor que nadie los valores democráticos de nuestra monarquía. Es un líder. Un líder republicano. Si no fuera por su discurso el 3 de octubre de 2017, no sé cómo habría superado el miedo que sufrí el Primero de Octubre, el día del referéndum.

12.52h
De camino a Barcelona, donde tengo una comida con algunas personalidades importantes, un coche se salta un semáforo delante mío y nadie se exclama ni hace sonar la bocina. Qué desastre, el ser humano. Qué lástima cuando una sociedad acepta hacer la vista gorda ante aquellos que se saltan la ley porque creen tener el apoyo popular. Antes de la comida hago tiempo en un bar. Una lectora se me acerca y me pide que le firme a El monarca de las sombras. Me emociono, como siempre que pienso en el tío Manuel, un falangista, sí, pero en realidad un héroe. Un Aquiles extremeño. Un pobre inocente que murió en el Ebro matando a otros inocentes, en definitiva. Era sobrino de mi abuelo Francisco, un hombre íntegro y que se convirtió en jefe municipal de la Falange y alcalde de Ibahernando el 20 de julio de 1936, el día siguiente que unos golpistas decidieran saltarse la ley. Él también fue una víctima. Como yo.

15.40h
Gran comida en un hotel del cual prefiero no decir el nombre; por más tiempo que pase, estas comidas elitistas con las grandes personalidades de Catalunya me hacen sentir el paleto de pueblo que siempre he sido. En el ambiente, nostalgia de las épocas buenas del puente aéreo. Qué descanso poder compartir mesa con gente civilizada y hacer una comida, en Barcelona, sin palpar el clima tenso existente en toda Catalunya. Parecía que estuviéramos en la Barcelona del año 2005, casi. O mejor todavía: me he sentido como si estuviéramos en Madrid. Esta comida de hoy me ha dejado tranquilo: qué tranquilidad saber que los que remueven las cerezas siguen velando por nosotros, no como las élites catalanas enquistadas al poder que desde el 2012 han sacado a la gente a la calle, contribuyendo a fomentar este clima de odio guerracivilista.

18.29h
De camino hacia casa paro en un supermercado de Girona. En la sección cárnica no encuentro ningún jamón extremeño, sólo embutidos de la plana de Vic. ¿Como alguien puede equiparar cosas de Osona a las de la D.O.P. Dehesa? Pregunto si tienen sobrasada ibérica de Señorío de Montanera y la dependienta me responde que no, que sólo tienen de Mallorca. Me indigno. Parece evidente que el rechazo hacia todo aquello de más allá del Segre y el Ebro es absoluto. Callar y no señalarlo es hacerle el juego al enemigo. Todo lo que me rodea está etiquetado en catalán y me horrorizo. Son unos extremistas: a los ganchitos de marca blanca les llaman "ganxets de blat de moro sabor formatge" e incluso del muesli dicen "musli". Es increíble. Me marcho decepcionado, convencido de que no podemos quedarnos de brazos cruzados ante la amenaza permanente en la cual vive la lengua castellana a Catalunya.

20.12h
Ya en casa, hago un zoom con amigos para comentar la situación desesperada de la patria constitucional. Javier Marías me dice que soy uno pesado y que cambiemos de tema, que ya está cansado de hablar de un proceso independentista construido como una inmensa cortina de humo. Propone hablar de su tema preferido: lo guapo que es y cuál es su truco para hacer cara de fucker en todas las fotos que se hace. Por suerte, lo evitamos. Núria Amat, desolada, nos dice mientras se pinta las uñas que los líderes fanáticos y corruptos han convertido Catalunya en un sanatorio de enfermos. Le respondo en catalán, por sorpresa de Sergio del Molino, que insiste en decir que tengo un catalán excelente, observación típica de un escritor hecho en el catalanismo democrático. Por sorpresa de los tres, añado el general Miguel Alcañiz a la reunión. Mi querido jefe de la Unidad Militar de Emergencias (UME) hace que sí con la cabeza a todo lo que decimos y aplaude de vez en cuando cuando se habla de traerle a Catalunya con sus soldados. Me siento reconfortado.

El UME durante el desfile militar del Día de la Hispanidad del 2012. (Barcex / Wikipedia)

22.11h
Estoy demasiado cansado para leer, incluso para ver Megaestructuras franquistas en Dmax. Por lo tanto, me pongo a ver repetido un partido de Rafa Nadal en el Godó. ¡Vamos Rafa!, grito excitado des del sofá. El infortunio se cruza en mi camino, sin embargo, y sufro un nuevo ataque de nervios cuando el partido se coloca 6 a 7. Me tengo que preparar una infusión relajante para calmarme, como siempre que veo estos dos números juntos: el infausto recuerdo del seis-y-siete de septiembre de 2017 me sigue atormentando, incluso cuando veo el tenis.

23.36h
Cansado y agotado, me voy a la cama. Antes de cerrar los ojos beso con unción el retrato del Rey que tengo en la mesilla de noche. Al lado tengo uno de Pablo Iglesias patas arriba: pienso en el retrato de Felipe V boca abajo en Xàtiva y me río por dentro con satisfacción. Como dije cuando me dieron los 600.000 euros del Planeta, mi vida es un desagravio a Su Majestad. Antes de apagar la luz observo, desde la cama, el cuadro de la pared donde hice enmarcar el talón de 24.000 euros y la medalla de Julio López Hernández que recibí cuando me concedieron el Premio Cerecedo de periodismo, patrocinado por el BBVA. Aquel acto lo presidía Felipe VI. Fue una gran noche donde alguien como yo, que no estudié periodismo, estaba allí gracias a aquello que ha sabido escribir. Bostezo. Como siempre digo, las aventuras me encantan, pero sólo en la vida privada, ya que vivir la Historia es más desgastante que escribirla, sin duda.

23.37h
Me duermo, y haciéndolo pongo fin a esta ficción en la cual durante veinticuatro horas he sido un personaje de nombre Javier Cercas, ya que soy esclavo de la mentira. Como el ciudadano Javier Cercas dice, en Catalunya reina la mentira y la mentira crea esclavos, por eso todo este texto es evidentemente una mentira. Una mentira, eso sí, escrita con decenas de declaraciones que son de verdad.