Es de todos y todas sabido que la generación nacida entre los 80 y los 90 —y de todas las anteriores ya ni hablamos— se ha criado con pocos referentes femeninos. No es nada nuevo. Los marcos de referencia han sido tradicionalmente masculinos en todas las esferas del día a día y también en la cultura. Todo lo relacionado con el arte, la literatura o la música se ha explicado siempre desde un único punto de vista, priorizando las historias de ellos y relegando a las figuras femeninas a papeles estereotipados o anecdóticos. Y claro, esta manera de proceder también se ha trasladado al mundo de los dibujos animados. Las series de televisión de nuestra infancia han tenido un papel clave en la proliferación de las estructuras mentales que han estipulado sin manías que la superioridad masculina debía ser la hegemónica, y las mujeres se han utilizado como poco más que una excusa o una aparición estratégica para demostrar que las niñas sí tenían con qué personajes reflejarse. Puro fake. Esta táctica, que hemos visto en Doraemon o en Las Tortugas Ninja, tiene un nombre y se llama el Síndrome de la Pitufina.

Técnicamente, se conoce como Síndrome de la Pitufina el uso en la ficción de un único personaje femenino rodeado de un elenco de personajes masculinos. Pero no solo eso: el personaje femenino como tal debe cumplir todos los arquetipos asociados a la feminidad, como ser la damisela en apuros, existir únicamente como objeto pasivo del deseo ajeno o preocuparse extremadamente por su apariencia física. También es común que estos perfiles tengan cualidades históricamente mal relacionadas con las mujeres para sesgarlas y menospreciar su existencia, como la vanidad, el egoísmo, la atracción fatal, la delicadeza, la ingenuidad o el infantilismo. Es una fórmula de la que la generación millennial se ha empapado en la gran mayoría de las series animadas que ha consumido, y lo ha hecho pensándose que era una gesta positiva, un guiño a las mujeres, en lugar de ser símbolo de la discriminación contra ellas.

Shisuka o Peggy ejemplifican el uso del Síndrome de la Pitufina

Uno de los personajes femeninos que mejor representa el Síndrome de la Pitufina es Shisuka, la amiga de Nobita y Doraemon, y decimos la amiga porque ella es la única que tienen. A parte de la hermana del gato cósmico —que aparece solo en algunos capítulos como figura complementaria y de las madres de los protagonistas, no hay ni rastro de personajes femeninos en la serie que tengan un papel relevante. De este modo, Shisuka hace de contrapeso a todo un reparto de chicos, evidenciando una brecha de género que no se asemeja con la realidad. ¿Desde cuándo la norma es que un grupo esté compuesto solamente por una mujer?

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Shisuka es la única chica en un grupo de amigos mayoritariamente masculino.

Otro de los ejemplos que ocupaban la parrilla de TV3 a principios de los 2000 es CatDog, la serie de dibujos animados sobre un perro y un gato siameses que están conectados por el abdomen. Coincide con Doraemon en que solo había una perrita, Catrina, la única componente femenina del grupo. Además, su rol es únicamente estar enamorada del protagonista, en este caso del perro. Pero la cronificación de esta práctica se confirma cuando todavía hay varios casos más que demuestran lo mismo, es decir, que colocan a una mujer o una figura femenina solo como simple excusa para la trama argumental.

El Síndrome de la Pitufina coloca a una mujer o figura femenina como simple excusa para la trama argumental

En Los Teleñecos, por ejemplo, la única protagonista femenina es Miss Peggy y cumple con todos los estereotipos posibles asociados a la feminidad, como ser elegante y repelente o estar constantemente preocupada por su físico. En Phineas y Pherb se repite el mismo patrón con Isabela, que también es la única chica, o en las Las Tortugas Ninja con la periodista April O'Neil. Pero esto no es cosa del pasado. En la actualidad el Síndrome de la Pitufina todavía se utiliza en algunas series de dibujos populares, como en Bob Esponja con Arenita o en La patrulla canina con Sky.

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