En plena noche, con un sol que todavía no se había puesto, irrumpían en el escenario principal del Cruïlla los integrantes de Alt-J. Era difícil decir si salían de un pub de Sheffield o de una cabaña de guardabosque mientras entonaban las melodías psicodélicas y lánguidas de su repertorio. En medio de la tercera jornada del festival, los asistentes escuchaban el grupo británico disfrutando de la agradable brisa que corría por el Parque del Foro. Temperatura más que ideal para disfrutar de un día marcado por la presencia de grupos de indie y de rock internacionales y nacionales, que han dominado el cartel.
Alt-J incluso se animaron con el catalán: "aquesta cançó és... Deadcrush", decía Thom Sonny Green, el cantante, mientras el público gritaba sorprendido por el guiño idiomático. Los británicos interpretaban uno de sus temas conocidos con la complicidad de los fans y bajaban las pulsaciones del concierto en el tramo final, mientras los asistentes empezaban a moverse hacia nuevos dominios. Es la ley cruel de los festivales: una competición constante para conservar una atención musical bien cara de mantener.
El Cruïlla, como todos los festivales, que duran unos cuantos días, va creando poco a poco sensación de familiaridad. Se convierten en habituales los espacios, los decorados e incluso las caras de los asistentes que hacen acto de presencia a cada jornada, religiosamente. Aunque quizás es más difícil acostumbrarse a la figura gigante y amenazadora del Copito de Nieve, que preside una exposición de esculturas de grandes dimensiones como aparte del decorado del acontecimiento, en uno de sus rincones.
Cala Vento y tu ex
Con el sol ya escondiéndose era el turno, en el escenario Vueling, de Cala Vento. El grupo ampurdanés, que canta en castellano (una rara avis en el entramado musical salido de lo Empordà, desde Mazoni en Sanjosex), electrizó el público con su repertorio también indie. No necesitan un abanico infinito de músicos sobre el escenario, ni acompañamiento electrónico, ni sintetizadores futuristas, ni coristas, los ampurdaneses: uno guitarra y un batería, Aleix Turón y Joan Delgado, son más que suficientes.
Cala Vento parece también ser el grupo perfecto por si acabas de dejárlolo con el tuyo o tu ex. "A pesar de ti me levanto", cantaban a Isabella Cantó. "Con el tiempo irá en mejor", entonaban en Gente como tú. Y daban lecciones de filosofía llenas de sentido común y aptas para el mal de amores y también todos los festivales: "Estamos aquí para pasarlo bien". Raso corto y claro. Lástima que no les debe haber escuchado un niño de pocos años que se paseaba por el cemento de delante del escenario con unos auriculares insonorizantes de albañil puestos. Verdaderos amantes de la música al Cruïlla.
Para bajar las revoluciones de Cala Vento, nada como Sigur Rós. El conjunto islandés, icono indie internacional, llevó su repertorio onírico y etéreo al Cruïlla. Con una luz tenue sobre el escenario, prácticamente solo iluminado por una serie de bombillas dispuestas como si fueran un candelabro, empezó el concierto con su repertorio más tranquilo, una apuesta arriesgada para la medianoche. Pero al público no pareció acusar la bajada de tensión acompañó con atención el abanico de temas.
Jónsi, cantante y líder de la banda, se acercaba hasta el contacto al micrófono y cantaba con cara de dolor los temas clásicos del grupo como Hoppípolla, Svefn-g-englar y otras canciones de nombre impronunciable. Para acabar sin embargo, subieron el tono para regalar una interpretación intensa y generosa, a golpe de percusión y sintetizadores al límite.
El peor grupo del mundo
No se cabía en el escenario Vallformosa del Cruïlla para escuchar a Sidonie ya bien entrada la noche. La multitud no solo se acumulaba en frente y los laterales del escenario sino que formaba una larga cola que llegaba hasta la rampa de acceso al recinto. Los seguidores del grupo barcelonés se las ingeniaban para poder ver alguna cosa, o bien desde la pendiente de césped que había en uno de los lados o bien desde la construcción de cemento que había situada encima.
"No salgo, no salgo más" cantaba Marc Ros, líder de la banda. Y parecía que se estuviera refiriendo a la situación de los fans que habían conseguido llegar hasta las primeras filas del concierto y que querían abandonarlo. El público acompañó los grandes éxitos del grupo, desde El peor grupo del mundo a Carreteras infintas pasando por El incendio. "Laura solo sabe tres acordes" cantaban. Y ellos, que a pesar del título de la canción están lejos de ser el peor grupo del mundo, saben alguno más.
Y de la multitud de Sidonie, a la de Franz Ferdinand. El concierto del conjunto escocés fue uno de los platos fuertes de la noche. Eléctrico desde el primer minuto hasta el último, hizo saltar a los fans que se acercaron hasta su escenario. "Barcelonaaaa" llamaba al líder y ve Alex Kapranos en una especie de gemido épico que alcanzó durante unos cuantos según al empezar. E interpretó acto seguido Don you want to pidiendo que alguien que lo amara, que tenía que conseguirlo aquella noche.
La siguieron algún solo de guitarra, This fire y The dark of the matinee entre otros. Dejó su éxito archiconocido, Take me out, para la parte final del concierto, en la cual hizo enloquecer el público, que coreó el riff de guitarra de la vuelta a pleno pulmón. Invítanos a salir, a Alex, y quizás podremos volver a disfrutar del viaje por las coordenadas el indie que ha estado la tercera jornada del Cruïlla.
*Los redactores y redactoras de Revers nos hemos negado a informar sobre el concierto de The Offspring en el festival Cruïlla en protesta por las exigencias que el grupo norteamericano ha puesto a nuestros compañeros y compañeras fotoperiodistas para poder ejercer libremente su trabajo