Sólo un 10,6% de los estudiantes universitarios de los territorios de habla catalana son de clase baja, frente a un 55% de alumnos de clase alta. Estos datos no hacen sino reflejar que la universidad está muy lejos de la equidad. "No es sólo con que no haya igualdad en el acceso a la universidad", explican los autores del estudio, "sino que las desigualdades en la universidad todavía son más graves que en el conjunto de la sociedad". Añaden que la universidad se ha democratizado mucho en los últimos años a nivel de género, pero no de clase social. Este problema, nunca resuelto, fue agravado por la crisis y hoy en día todavía sufriríamos las consecuencias de la recesión. Estas informaciones han aparecido en un estudio de la Xarxa Vives, integrada por 22 universidades de los territorios de lengua catalana, que recoge datos del periodo 2017-2019, a partir de encuestas a 40.000 estudiantes de todas las universidades de esta red. Es el segundo estudio de este tipo y ha sido realizado con la colaboración de la Generalitat de Catalunya, la Agencia de Calidad del Sistema Universitario de Catalunya (AQU), la Agencia de Calidad de la Enseñanza Superior de Andorra y la Caixa.
Ascensor social bloqueado
Sólo un 22% de los estudiantes son hijos de padres con nivel formativo bajo, aunque la gente con nivel formativo bajo representa el 40% de la población. El porcentaje es todavía mucho más escaso en las elitistas titulaciones mixtas, en las que sólo un 3% de los alumnos son hijos de padres con bajo nivel educativo. Este estudio evidencia que el hecho de que los estudiantes puedan estudiar o no depende en buena parte del nivel económico de los padres: muchos de los estudiantes, tanto de grado como de master, obtienen financiación de sus padres para su mantenimiento durante sus estudios (el 58% de los financiación de los estudios viene de los padres y sólo un 18% de becas y un 18,9% del trabajo del estudiante). A diferencia de lo que pasa en el norte de Europa, la mayoría de los estudiantes viven con los padres y no se emancipan, por falta de ayudas públicas (el 62,6% de los estudiantes de grado viven con los padres, frente a un 4% en Finlandia o un 8% en Dinamarca). En torno al 50% de los estudiantes no trabajan, y una cuarta parte sólo lo hace ocasionalmente. La falta de equidad se refleja claramente en la movilidad internacional: el 37% de los alumnos querría optar por ella, pero sólo lo hace un 8%; el 90% de los encuestados cree que la principal barrera para esta movilidad son los problemas económicos (las becas sólo cubren una pequeña parte del desplazamiento, el resto tiene que ser cubierto por el alumno o por sus familias). Los responsables del estudio afirman que las becas son demasiado reducidas, y no permiten dejarlo todo para dedicarse a estudiar y, por otra parte, la gente con rentas más baja no tiene acceso a los préstamos... "El sistema de ayudas es injusto", concluyen los autores del informe, que documentan que los más desfavorecidos no pueden llegar a beneficiarse de ellas. Y apuntan que, además, los estudiantes hijos de padres pobres con pocos estudios tienen un nivel de fracaso escolar altísimo y ya tienen pocas oportunidades de llegar a la universidad: "Para corregir el problema del sistema universitario se tendría que empezar a trabajar en la secundaria, o incluso antes", sentencian.
Pautas de género
La diferencia entre hombres y mujeres se reduce, pero no desaparece. Las mujeres son mayoría entre los estudiantes de la universidad (un 62%) y tienen una dedicación a los estudios mayor que los hombres (con resultados globalmente mejores), pero su presencia es muy diferente según titulaciones. A las carreras orientadas hacia el cuidado de la gente, como educación, sanidad e intervención social llegan hasta el 82%, en algún caso. En cambio, hay una presencia extremadamente baja de mujeres en las ingenierías o en las carreras matemáticas (con titulaciones que tienen menos de un 15% de las mujeres entre los estudiantes). Los autores del informe ponen de manifiesto que eso tiene que ver con la valorización social de las carreras: las más feminizadas tienden a ser infravaloradas frente en las más masculinizadas. Los hombres tienden a escoger las carreras que tienen más prestigio social y que son mejor retribuidas (y así lo afirman en la encuesta) y las mujeres tienden a escoger las que se corresponden más con sus aptitudes y con sus intereses.
Confianza en los estudios
En la última encuesta, hace tres años, sólo un 40% de los estudiantes creían que los estudios les servirían para obtener unos buenos ingresos económicos. Actualmente, con el progresivo giro de la situación económica, el 54% piensa que será así. Y 7 de cada 10 encuestados confían en qué podrán encontrar un trabajo relacionado con sus estudios que ayude a contribuir a la mejora de la sociedad.
Como en el pasado
En otro ámbito, los responsables de la encuesta han llegado a la conclusión que el cambio a nivel de calidad académica es muy lento. El 82% de los estudiantes acceden a la universidad a través de las Pruebas de Acceso a la Universidad; la transferencia desde los ciclos formativos, que se veía como una salida para integrar los diferentes sistemas educativos y promover segundas oportunidades, pues, no se consolida... Las metodologías también han cambiado menos de los que se pretendía (los autores del estudio apuntan, con ironía, "que la universidad del siglo XXI se parece demasiado en la del siglo XIV"). Sólo el 5% de las clases incorporan metodologías docentes innovadoras... Hay un 35% de clases con metodologías activas y aproximadamente un 60% usan clases tradicionales (aunque los alumnos valoran más las actividades prácticas que las tradicionales). El estudio detecta también que los alumnos que usan una metodología activa se esfuerzan más en las asignaturas. La universidad, que va al frente de la adopción de metodologías innovadoras en la investigación, se muestra, en cambio, muy reticente a los cambios en la docencia.
Una universidad poco compatible con trabajo y familia
El Espacio Europeo de Educación Superior, que se aprobó hace 20 años, fomentaba teóricamente las oportunidades de estudiar para la gente que tenía que trabajar o que tenía que conciliar las responsabilidades familiares con los estudios. En teoría se tenían que crear "itinerarios lentos" por acompasar sus estudios y facilitar el paso de las formaciones profesionales a las universitarias. Pero en los últimos años, en lugar de crearse facilidades para los alumnos con dificultades, se han creado dificultades adicionales (por ejemplo, la supresión de las diplomaturas no ha facilitado la incorporación a la universidad de la gente con pocos ingresos y el modelo de 4 años de grado más master ha encarecido los estudios para las familias). "No se han creado segundas oportunidades para los que no pudieron estudiar en su momento", afirman los autores de este estudio, que apuestan por una flexibilidad de los currículums y calendarios para mejorar la situación.
Sugerencias
Los responsables del estudio, a partir de la encuesta, han hecho unas propuestas para mejorar la equidad, la diversidad y la calidad educativa. Han pedido medidas urgentes, sobre todo para garantizar la equidad. "En la universidad ya entra una cierta élite, pero llegar a las titulaciones mixtas, a los master y a la movilidad internacional sólo está al alcance de unos pocos", explican los autores. La universidad da beneficios adicionales en los que salen en mejor posición. Apuntan que la situación es grave como consecuencia de la Ley Wert, el "bisturí Wert". Afirman que durante los años de la crisis se ha cortado el acceso a la universidad de gente que hubiera llegado en otras condiciones, y que eso es muy preocupante. Apuntan, a pesar de todo no se ha roto la dinámica para una mejor inclusión a la universidad. Pero creen que se deben adoptar medidas correctoras urgentes.