Vampiros. Seres folclóricos que han conseguido sobrevivir en pleno siglo XXI. Para localizarlos no hay que romperse los cuernos: todos los tenemos identificados y a algunos los conocemos personalmente. Por desgracia, sin embargo, nos toca combatirlos sin estacas ni ajos mientras se dedican a chupar la sangre –y la pasta– de los humanos que los rodean.

Los vampiros que nos ocupan en esta ocasión, sin embargo, son los mitológicos, aquellos que nacieron gracias a la mística de Vlad III ­–o Vlad el Empalador–, un príncipe rumano que vivió entre los años 1428 y 1476 y que se dedicaba, literalmente y tal como su nombre indica, a matar a los contrincantes insertando en su culo una estaca poco afilada, cosa que, al contrario de lo que pueda parecer, empeora el castigo. Yo también me alegro de haber nacido en nuestra época, sí.

El caso es que Vlad el Empalador inspiró al escritor irlandés Bram Stoker, quien, mientras se dedicaba a alcoholizarse y a fornicar con prostitutas –pasatiempo habitual entre la burguesía de la Europa del siglo XIX–, escribió la novela de terror Drácula; un fenómeno que, años después de la muerte de Stoker a causa de la sífilis, generaría una multitud inacabable de folclore vampírico reflejado en libros, pinturas, películas y, más recientemente, en series. Casi todas estas obras –un total de 312–, las podemos encontrar a partir de este jueves y hasta el 31 de enero del 2021 en el CaixaForum de Barcelona, donde tiene lugar la exposición 'Vampirs, l’evolució del mite’ ('Vampiros, la evolución del mito').

Mike Kelley, Extracurricular Activity Projective Reconstruction #4 (Vampire Boss), 2004-2005

La muestra, coorganizada por la Fundación La Caixa y la Cinémathèque Française, propone una mirada ineterdisciplinaria centrada en los vampiros cinematográficos. O dicho de otra manera: aparte de montajes audiovisuales, escenas de películas y vestuario de las mismas –un recurso quizás demasiado habitual y cargante en este tipo de exposiciones–, 'Vampirs' también nos ilumina (o nos ennegrece, ya que el diseño del espacio es cojonudo) gracias a colecciones de dibujos, carteles, cómics u objetos diversos.

Para los amantes del cine, material de Nosferatu, de Werner Herzog; del teatro, el guion de Stoker para la primera adaptación de Drácula sobre el escenario, del humor, arte contemporáneo vinculado a la cuestión y hecho por encargo. Podríamos seguir pero por eso ya existe la web oficial de la exposición.

El diseño de sala es muy acertado, con tonos rojos por motivos evidentes

Vampiros, tal como ha explicado el comisario Matthieu Orléan, hay de varios tipos: terroríficos, seductores, elegantes o sádicos, entre otros. Todos ellos los podemos encontrar en la muestra –la primera dedicada a la cuestión vampírica­­–, donde son clasificados por su vertiente histórica, poética, política, erótica y pop.

Lo mejor, según el humilde criterio de quien escribe, la obra de Claire Tabouret, un autorretrato como vampira (2019), o la de Pen Dalton (1976), quién convierte Margaret Thatcher en un monstruo, si es que eso no resulta redundante. Lo peor, a riesgo de parecer un boomer de sólo 25 años, probablemente el cartel de la película Crepúsculo, aquella donde Robert Pattinson intenta morder y seducir con más pena que gloria a Kristen Stewart. Siempre a favor de los vampiros, pero quizás no había que llegar tan lejos.

Perdonad por el spoiler: Claire Tabouret, Self-Portrait as a Vampire, 2019

En definitiva, el CaixaForum nos regala una exposición interesante y visual –muy 'Instagrameable'– que permitirá que los freaks del género, independientemente de la edad, encuentren un espacio dedicado a sus manías personales.

Irónicamente, el gran enemigo de la exposición, hoy por hoy, es la Covid-19, un virus que también ha nacido de la mano de una criatura de colmillos afilados. Si el Govern no dice lo contrario, los vampiros esperan visita en el CaixaForum.