En los últimos meses se nos ha hablado mucho de mayo de 1968. Las imágenes del mayo francés han dado la vuelta al mundo. Ahora bien, hay otros aspectos del 68 que han quedado más ocultos. Ahora, la Biblioteca de Catalunya impulsa una modesta exposición, que se puede ver en el Espai Zero del centro de la calle Hospital: ¡1968, qué verano el de aquel año! No quiere reanalizar el mayo francés, como ya se ha hecho desde muchas ópticas, sino echar una ojeada a la situación de Catalunya tras aquellos sucesos a partir de los materiales sobre 1968, en un sentido amplio, que guarda la propia Biblioteca. La exposición se puede ver de lunes a viernes de 9 a 20h y de 9h a 14h.
Catalunya, en la encrucijada
La exposición deja muy claro que en 1968 Catalunya se encontraba en un cruce de caminos. Mientras se empezaban a abrir paso en los círculos intelectuales las películas de Truffaut y de Roman Polanski, seguía triunfando Paco Martínez Soria, con españoladas adaptadas a los nuevos tiempos, como El turismo es un gran invento. Y mientras los niños seguían leyendo clásicos infantiles como Heidi, de Johanna Spyry o Corazón de Edmundo de Amicis, empezaba a difundirse, a pesar de que de forma minoritaria, literatura de fuera de Europa, como las obras de Yasunari Kawabata. Mientras algunos, muchos, escuchaban el All You Need is Love de los Beatles, Massiel hacía su agosto... En la exposición queda claro que Catalunya se debatía entre el pasado, y el presente, que llegaba con fuerza de la mano del turismo, del jazz, de las luchas obreras...
El segundo renacimiento
A través de la exposición también se puede ver la fuerte dinámica cultural en catalán, muestra de la recuperación que experimentaba la cultura catalana tras la debacle producida por la derrota republicana. En lugar destacado, encontramos dos álbumes: Cop de destral, de Lluís Llach (que incluía L'estaca), y Què volen aquesta gent de Maria del Mar Bonet. Ambos están acompañados de documentos que ilustran la opresión con que se vivía en la época: la ficha del disco de Llach, en el que se especifica que no se puede emitir por radio, y la letra de la canción de Maria del Mar Bonet, sellada por la censura. En la Biblioteca de Catalunya también se pueden ver documentos sobre la tarea decisiva de Òmnium Cultural en defensa de la lengua catalana. Pero por otra parte se hace patente hay toda una eclosión de la cultura en catalán: desde concursos locales de poesía en catalán hasta los Setze Jutges, pasando por las coblas, los centros excursionistas o las fiestas mayores... Frente a un poder hostil, la cultura se consolidaba como herramienta de resistencia (no es extraño que el Grup de Folk siguiera la estela de los cantantes protesta norteamericanos).
Revuelta política y sexual
Los materiales conservados y exhibidos en la Biblioteca de Catalunya dejan claro que en 1968 el franquismo ya no podía pretender estar blindado a los cambios. Su ideología era cuestionada por todas partes. Por una parte el movimiento obrero estaba muy activo, como se ve en la exposición con las publicaciones periódicas de este. El pensamiento de Marx se popularizaba a través de ediciones extranjeras, o a través de síntesis de autores locales como el filósofo José Luis Aranguren. Por otra parte, Catalunya no era inmune a lo que pasaba en otras partes. La muerte de Martin Luther King tuvo mucho impacto, como el movimiento hippy y las protestas contra la guerra de Vietnam. Por su parte, la moral sexual nacional-católica se veía cuestionada por la irrupción de las obras de pensadores como Wilhelm Reich, Herbert Marcuse o Simone de Beauvoir. Las enseñanzas nacional-católicos del franquismo encontraban poderosos enemigos.
Los consumistas
Los finales de los años sesenta fueron, también un periodo de "desarrollismo". La miseria de la posguerra dio paso a un aumento de la disponibilidad de bienes de consumo. El capitalismo se ponía en marcha en el Estado español. El turismo era una vía de escapada de una población que empezaba a tener acceso a vehículos, electrodomésticos, y que se distraía con revistas como ¡Hola! o Lecturas. Alcanzaba la mayoría de edad una generación que soñaba, también, en tener un hogar confortable, en tener vehículo, en comer los platos que no se habían podido probar durante la larga y gris posguerra... Y la publicidad no hacía más que dar alas a sus sueños. La cultura de masas avanzaba y proliferaban los productos destinados al simple entretenimiento de los consumidores. Los sesentas no sólo fueron años de revolución sino también de conformismo, una herencia mixta que llega hasta nuestros días.
El legado
Una vez desmontadas las barricadas del Quartier Latin, no todo volvió a ser como antes. A pesar de la victoria de De Gaulle sobre los manifestantes, la herencia de mayo de 1968 se extendió. Las sociedades occidentales (y no sólo ellas) estaban en plena ebullición a finales de los años 1960 y los cambios sociales se sabían inminentes. Los manifestantes fueron derrotados en las barricadas, pero acabaron ganando muchas batallas en el día a día. En Catalunya, la dictadura franquista se mostraba impotente para detener el impacto de la modernización que llegaba por varias vías. Pero los cambios no sólo se producían por el progreso económico y el avance tecnológico, sino también por las luchas sindicales, vecinales, sociales... Ahora, 50 años más tarde, en un momento en que las libertades vuelven a ser cuestionadas, esta exposición es más pertinente que nunca... El 68 no se acabó en mayo... De hecho, quizá dura todavía.