El escritor y diseñador gráfico Víctor García Tur (Barcelona, 1981) ganó el Premio Sant Jordi 2020 con L'aigua que vols, una novela situada en el Quebec de los años noventa. Acaba de hacer cuarenta años con el Sant Jordi y ya ha ganado el Premio Documenta el año 2008 con su debut Twistanschauung, el Marian Vayreda 2015 con Els ocells el Justo M. Casero 2017 con Els romanents i el Mercè Rodoreda 2018 con El país dels cecs. Los hijos de la dramaturga Marie Tremblaypierre se reúnen con la matriarca, que cumple 76 años y una enfermedad que empieza a hacer estragos a su vida, en una casa del lago que representa el paraíso perdido de la infancia. Todo con el contexto del segundo referéndum de independencia, celebrado en 1995, que sirve, sin embargo, para hablar de temas y trasfondos mucho más próximos.

El escritor Víctor García Tur, que ganó el Premi Sant Jordi con 'L'aigua que vols'/Sergi Alcàzar

¿Qué premios te quedan para ganar?

¡Eso de los premios ha ido así, no estaba previsto! Cuando hacía esta novela pensaba, iremos por el Sant Jordi a ver qué pasa. El verano que acabé los cuentos de El país de los ciegos, empecé a escribir El agua que quieres. Pero se acabaron las vacaciones y combinarlo con la vida familiar es difícil. Estuve programándola, sacando, poniendo, trabajándola mucho antes de escribirla. Como en el cuento este de Jordi Borges en que el personaje que está ante el pelotón de fusilamiento pide acabar la novela y se para el tiempo y mentalmente construye la novela, yo he estado dos años pensando qué haría. Hasta que llegó el confinamiento, que en nuestro caso, con dos niñas pequeñas y trabajando, fue muy complicado. Mi hija se despertaba a menudo y cuando me dejaba insomne ya se me quedaba escribiendo. Y así la acabé.

¿Es hija del confinamiento, pues?

De hecho, la primera frase del libro es "todo irá bien". Era inevitable. Desde la ventana de donde escribía veía el balcón del vecino que tenía colgado el dibujo de los niños con el Arco Iris y el "todo irá bien".

El "Todo irá bien", como el "Todo está para hacer", ha quedado un poco despintado...

¡Somos unos descreídos! (río). Supongo que somos más pesimistas. De hecho, la novela juega con la visión optimista y pesimista que tenemos y que vamos cambiando. ¡No sé a ti qué te pasa, pero yo que soy más bien optimista tengo momentos en que pienso que todo irá mal, no jodamos! De hecho la historia empieza optimista, pero hay un momento en que cambia la puntuación de las frases y el texto se vuelve, durante un rato, pesimista. Después vuelve a ser más festivo.

¿Por qué la sitúas en el Quebec? Dices que no has estado nunca... ¿o sí?

Sí, he estado de vacaciones en Montreal, lo siento... Pero vaya, la cosa es que a pesar de hablar de Catalunya y del conflicto nacional, me interesaba sacar la novela de Catalunya por salud mental mía. Si profundizara en el tema desde tan cerca, me volvería loco. Llevándola a Quebec de los noventa podía encontrar puntos de contacto y quizás soy uno irresponsable, pero me ha ido muy bien llevarla en un lugar que no conozco y sobre el cual no me siento tan responsable como si escribiera sobre Catalunya. Hay muchos puntos de similitud, como la disputa por el espacio lingüístico o la cuestión del referéndum. El Quebec de la novela está aquí y no está aquí. Es de hecho, un Quebec imaginario, donde pongo clichés canadienses (la cabaña del lago, la canoa roja, el jarabe de arce...)

¿Los personajes habrían funcionado poniéndolos en una casita en la Cerdanya o en la Costa Brava?

¡Tranquilamente! Y sospecho que si hubiera escogido Escocia, también. No hacen falta el lago, sólo una familia donde haya tensiones, algún reproche o la necesidad de llamarse cosas. Sólo hace falta eso.

Y un contexto político de fondo que no es el tema de la novela, pero afecta. Se habla de lo que votarán unos u otros. Todo muy familiar.

La elección del Quebec no es gratuita, sino totalmente intencionada. Nos es más fácil mirarnos al espejo con el Quebec que con otros países. Sin embargo, la novela frustra algunas de las conexiones, porque nunca acaba de ser lo mismo.

A pesar de hablar de la cuestión catalana, me interesaba sacar la novela de Catalunya por salud mental mía

De hecho, no podemos comparar el caso de la lengua catalana con la situación de los francófonos en el Quebec. A priori, no está el miedo a pensar que la lengua desaparece.

Un quebequés francófono el día que quiere escribir no se plantea en qué lengua hacerlo. Aquí sí que pasa. Comparándolo, vemos que aquí estamos muy mal. Las soluciones políticas para la pervivencia de la lengua no se pueden comparar. El francés no es que sea lengua del Quebec, sino que es lengua oficial de todo el Canadá. Es como si en Galicia los letreros fueran en gallego, castellano, vasco y catalán.

Además, la manera canadiense de resolver las cosas también es bien diferente y allí ya se han celebrado dos referéndums. Sin embargo, hoy día el Quebec no es independiente.

Creo que cada caso es bien diferente. Seguramente ahora el sí a la independencia todavía sería más bajo. Pero en el caso de Escocia el Brexit ha aumentado el apoyo a la independencia. Y aquí hemos visto cómo el malestar hacía crecer el independentismo.

De hecho, la novela empieza diciendo "si la lengua se acaba, no pasa nada. Siempre que consideres el suicidio".

Aquí estoy hablando de un personaje que está perdiendo la lengua porque le han diagnosticado una demencia. Lo que pasa es que, y aquí está la trampa, si eres un lector catalán, te resuena otra cosa bien diferente. Hablando de la lengua individual, nos hace pensar en la lengua colectiva. Y si eso añades el "Todo irá bien" y "Todo es posible" del poeta todo liga. De hecho, El agua que quieres es una novela pensada por el lector catalán. Pensaba en los míos conocidos y qué les resonaría.

¿Has entendido alguna cosa de Catalunya escribiendo sobre Quebec?

¿Me retraigo que he escrito sobre Quebec sin conocerlo, sin embargo, conozco lo bastante bien Catalunya? No lo creo. Vivimos en burbujas y cuando descubrimos la realidad cómo es nos sorprende.

Te metes en un avispero como es la familia...

La familia es un nido de conflictos. Cuando juntas gente, pasan cosas. A diferencia de otros entornos, como los compañeros de trabajo, tienes la obligación de volver a la familia, de no separarte. Y aquí utilizo un cliché de la literatura: gente que vuelve al lugar del buen recuerdo de la niñez y vuelve a ver a la gente que ama. O no.

Los clichés son para usarlos.

Y para darles la vuelta, jugando con las expectativas del lector.

Hablamos del personaje principal, la matriarca.

Marie es el eje central de la novela, pero sólo tiene voz al principio y al final, y en el resto sabemos cosas de ella por lo que dicen los otros personajes. La vamos envolviendo, no acercándonos de una manera directa. Es una mujer muy seca, arisca. Se diría que poco maternal. Al principio de la novela las hijas se marchan y le dejan a las criaturas, y ella los dice que las cuidará como hizo con ellas. Y ellas ríen desconcertadas.

En la novela hay la enfermedad y la demencia y la cuestión de la autodeterminación personal, decidir como y cuando morir.

Todo el juego de la novela es este: lo que vale para un personaje o para una familia vale para una sociedad. El derecho a decidir supone poder escoger si el país será independiente o no, pero también decidir si tu vida vale la pena seguir viviéndola o no.

El derecho a decidir supone poder escoger si el país será independiente o no, pero también decidir si tu vida vale la pena seguir viviéndola o no

Una característica de tu literatura es el uso de los juegos metaliterarios, como el hecho de hacernos creer que es una traducción de un original francés, el hecho de que L'aigua que vols sea la obra clave de Marie Tremblaypierre o las citas de obras como La mort et le printemps, pero también los juegos de diseño.

En el tercer capítulo la niebla lo inunda todo, y a medida que la niebla se despeja la página se va formando, aunque nos faltan partes.

Una buena parte de la novela son diálogos. ¿Tiene que ver con que la protagonista sea dramaturga?

Sin utilizar la estructura teatral, es una obra muy dialogada, al menos en su parte principal. Hay capítulos donde incluso se podrían ver las acotaciones típicas del teatro, cuando un personaje entra o sale.

Es una novela que no deja nada al azar.

¡Me he pasado dos años pensándola!

En una novela situada claramente en una época y un contexto bien real, haces aparecer elementos mágicos.

Es literatura extraña. De hecho, todo va hacia la literatura extraña, hacia la literatura fantástica. Quizás no sería una novela fantástica porque los elementos mágicos no salen desde el principio, sino que tienen que ver con el retorno a la casa de la infancia y el pensamiento de los niños. Cuando somos pequeños llenamos los rincones de criaturas mágicas y, en este retorno a la infancia, también está el referente del Sueño de una noche de verano de Shakespeare. Es decir, el contacto entre los humanos y las hadas.

Hablabas de literatura extraña. ¿Te definirías como un escritor de literatura extraña?

Para los que hacen literatura de género no formo parte. Y para los que hacen una literatura no fantástica o más realista, yo sí que sería un autor fantástico. Eso tiene que ver con el hecho de que en los libros no hay coherencia. En esta novela hay combinaciones de estilos, formas, géneros... El grueso de la novela es costumbrista o teatral, hasta que los elementos mágicos la tuercen. Por lo tanto, entiendo que se puede decir que hago una literatura extraña, donde los elementos mágicos tienen un papel importante. A los pájaros resuelvo la novela de una manera de ciencia-ficción, pero no aparece hasta el final. ¿Es ciencia-ficción o no?

Son cosas que quizás no encontraríamos en una novela clásica galardonada con el Sant Jordi.

En la parte central hay respeto por la unidad de espacio, temporal, por la composición clásica, pero la desmonto. A mí las novelas me gustan que vayan evolucionando sobre la marcha. Que hagan cambios.

¿Cómo se relaciona esta novela con tus obras anteriores?

Ahora ya empiezo a tener una cierta perspectiva. Por ejemplo, hay un tipo de humor que ya está presente en el resto del libro. Este humor de pies de página, de notas, de anticipaciones, de pequeños guiños para el lector que relee la novela. Pienso que escribo para el lector que relee.

Pienso que escribo para el lector que relee