Ágata Roca y Xavi Sáez protagonizan una obra dramática y cómica en la que el público no para de reír. Una profesora de universidad que vive en la inmensa precariedad tiene que afrontar que la echan de su casa y tiene que encontrar un nuevo piso donde mudarse. En este proceso todo se le gira en contra, la sociedad machista se representa en siete personajes diferentes que interpreta un cómico Xavi Sáez. Ágata Roca, por su parte, y como ya nos anticipó en Revers hace unos meses, tiene un reto mayúsculo por transitar muchas emociones diversas en la bajada de una mujer poderosa pero sola. Entrevistamos a Victòria Szpunberg, una escritora que en poco tiempo ha podido estrenar sus últimos textos dramáticos en la Sala Beckett, en el Teatre Nacional y, ahora, en el Teatre Lliure.

¿Es una obra sobre Kant?
La obra en ningún caso es una obra para expertos. Tiene una capa de filosofía y de crítica al imperativo categórico kantiano, sobre todo una crítica a las derivadas de Kant. Muy resumidamente, cuando me refiero a este término de Kant, hablo de un precepto que genera una ley moral universal que incluye todos nuestros actos.

Explícanos, pues, de dónde nace la propuesta.
Primero empiezo el proceso de escritura y antes de acabarlo hago el casting. La protagonista es una mujer muy común y muy sola que, si no la hubiera puesto en la obra, seguramente no sería protagonista de ninguna ficción. Además, hago que esta mujer visite a varios hombres. Esta es la estructura. Inicialmente, planteaba más variedad, pero planteándolo con Albert Pijuan lo redujimos a estos siete hombres que se asocian a un tipo de hombre, y que tiene mucho que ver con la reducción que implica el imperativo categórico kantiano.

Foto: Sílvia Poch

Por lo que has dicho, sí que hay un elemento muy vivencial en la obra. Conoces de primera mano lo que tratas.
No es una autoficción, es una obra escrita en diálogo dramático. Hay un soliloquio y monólogos dramáticos. Yo buscaba piso y me dediqué a grabar a las personas que me enseñaban pisos. Grababa a los agentes comerciales porque me parecían protagonistas siempre de la misma situación cómica. En aquel momento vi la obra. Además, varios amigos me han explicado su situación en la universidad y me ha parecido que era la excusa perfecta para construir la obra a partir de este nexo.

Por lo tanto, se trata la cuestión de la vivienda y del profesorado.
La trama es la siguiente: una profesora que está dentro del sistema; una académica que sin poder controlar las circunstancias está apunte de convertirse en una mujer marginal.

Tu última obra era El pes d'un cos en el Teatre Nacional. Una obra sobre la vejez y la dependencia.
En El pes d'un cos no sabías si hablaba la performer o el personaje. Aquí construyo una obra dramática total. Por forma y estructura que respeta una forma muy compacta y cerrada.

Yo buscaba piso y me dediqué a grabar a las personas que me mostraban pisos; grababa a los agentes comercial porque me parecían protagonistas siempre de la misma situación cómica

Temáticamente, obras de teatro sobre la vivienda recuerdo pocas. Nerium Park de Josep Maria Miró, por ejemplo.
El tema de la vivienda es un tema demasiado reciente. Por eso tenemos pocas obras de teatro. Nosotros nos hemos hecho mayores bajo un imaginario en que la vivienda era accesible. Si nos paramos a pensar, estas subidas de precio han sido exponenciales. Yo siempre había querido vivir de alquiler pero realmente ahora no puedo hacerlo. La situación de los expats, en el fondo, es una de las causas que yo denuncio. La protagonista se enfrenta a eso directamente. Para mí, la figura del expat es muy interesante y por eso está presente. Como decía, eso era impensable hace unos años.

Te vuelves a dirigir. ¿Nadie te ha querido dirigir?
Un director cobra tres o cuatro veces más que un autor. Por eso me dirijo, porque quiero cobrar dignamente. Cuando el texto no es fundamental puedo entender que el director tenga un papel tan grande. Pero en casos como en el teatro de texto seguimos sufriendo una gran injusticia.

Foto: Sílvia Poch

Todo tu teatro es social. ¿Pero qué quiere decir?
Sí, podemos hablar de teatro social. Hay muchas maneras de entenderlo. Yo siempre he tendido a necesitar el elemento ficcional. Seguramente hablamos de teatro social como una tipología de teatro muy amplia. Sí. En mi caso son temas sociales y una mirada concreta, la mía.

Eres profesora en el Institut del Teatre. ¿Eso te hace cuestionarte más el porqué de todo lo que haces? ¿De las decisiones que tomas?
Sí. Muchísimo. Es muy buena pregunta. Tiene una parte muy buena y una parte peligrosa, lo he pensado mucho. Me gusta mucho dar clases y tengo alumnos muy creativos. Yo doy solo clases de dramaturgia. Y sí, quizás llego a pensar demasiado las cosas que hago. En el Institut te dirán que yo no sé dirigir, mi área es la de dramaturgia. Como directora hago lo que puedo y me da una herramienta mucho más genuina. La intuición es básica. No he leído ni tengo método en dirección. Eso sí, cuando hago los montajes, escribo un diario. Por ejemplo, escribo los sueños, los pensamientos. Todo. Es un diario en el que intento ordenarlo todo. Es muy difícil acercarte a la intuición teatral, tiene mucho que ver con la escucha. Al llegar a sala, con el dispositivo de Judit tuvimos que arreglar todas las ideas. No se pueden explicar racionalmente, pero se tienen que saber escuchar.