Nostromo Live –responsable de éxitos como La Jaula de las Locas, Cantando bajo la lluvia, The Producers, etc.– se tira a la aventura de producir en catalán un musical que, desde la suya celebrada estrena al Old Vic Theatre de Londres en el 2016 (Premio Laurence Olivier 2017), solo se había montado en inglés. Danny Rubin, uno de los guionistas de la película Groundhog Day (1993)-auténtico blockbuster dirigido por Harold Ramis, con unos icónicos Bill Murray y Andie McDowell, para siempre asociados a este título—, es el autor del libreto del musical homónimo, una rica y exitosa adaptación del film traducido al catalán como Atrapado en el tiempo, con música y letras de Tim Minchin. El montaje catalán cuenta con Enric Cambray en la dirección —toma el relevo de Àngel Llàcer, que no ha podido capitanear el equipo por motivos de salud—, Manu Guix como director musical y Myriam Benedited al frente del apartado coreográfico. Lo podéis ver en el Teatro Coliseum hasta el 22 de marzo.
El argumento es lo bastante conocido: Phil Connors, un popular meteorólogo televisivo, ha sido enviado al pequeño pueblo de Punxsutawney, en el estado de Pensilvania, para retransmitir el ritual que tiene lugar cada 2 de febrero, día en el que una marmota llamada Phil –igual que el protagonista– tiene que hacer su pronóstico anual: si proyecta sombra, quiere decir que todavía quedan seis semanas de invierno. Por obra de una extraña providencia, el hombre del tiempo, un tipo arrogante y desaprensivo, se verá condenado a revivir aquel mismo día indefinidamente, en bucle. A partir de la famosa película, la expresión "el día de la marmota" ha hecho fortuna y ha calado en el imaginario popular para designar el hecho de sentirse atrapado en una secuencia de acciones repetitivas de la cual parece imposible escapar.

Roc Bernadí, estrella indiscutible, compone con carisma y precisión a un personaje que pasa por una espiral de estados anímicos y transformaciones morales, y salta con gracilidad de un gag al otro
La traducción catalana de David Pintó adapta los diversos juegos lingüísticos de las interacciones dialogales y las canciones –de letras ingeniosas– a los modismos, usos y chistes de nuestra lengua – la suerte de Phil cuelga de un 'fil' (hilo en catalán)"–, con algún barbarismo intencionado. Ya la voz en off del inicio de función bromea con el deje del hombre del tiempo más emblemático de Catalunya, y hay alguna expresión propia de matinales de radio. En cuanto a la música, el original cuenta con una rica composición, que aquí se encargan de interpretar seis músicos situados en los palcos del segundo piso. La escenografía de Enric Planas, que saca mucho partido del poco espacio disponible, se articula en módulos de casas reversibles con muchas prestaciones –se esconden tanto la habitación de Phil como un bar de lo más rústico–, flanqueados por enormes muros de proyección que se llenan de paisajes nevados. El elenco introduce la melodía del número inicial como una promesa de bonanza que, después de muchas conmociones y vicisitudes, se verá finalmente cumplida.
¿Trabajas, kamikaze, filántropo?
Roc Bernadí, estrella indiscutible, compone con carisma y precisión a un personaje que pasa por una espiral de estados anímicos y transformaciones morales. Contrariado y altivo, ofrece una estampa característica, con el sempiterno abrigo y la bufanda colorida, y salta con gracilidad de un gag al otro. Su personaje –una especie de Mr. Scrooge de los noventa- cruza muchos estadios: agresiva impotencia, pasotismo, impulsos suicidas... Uno de los objetivos que se propone es conquistar sexualmente a la nueva ayudante de producción, Rita Hanson, interpretada por una espléndida Diana Roig, que canta como los ángeles. El Phil más estratégico toma notas mentales con el fin de impresionarla haciendo ver que comparte gustos y que tiene una actitud bonhomiosa hacia el prójimo. Lo único que hace, en cambio, es sembrar el caos y comportarse como un machista de manual; indefectiblemente, a cada nueva variación, llega el momento en que se le desmonta el engaño o se le ve el plumero.

En el papel de vecinos –tópicos y automatizados bajo la desdeñosa mirada del protagonista, que los desprecia ostentosamente–, el resto de actores sostienen un engranaje hecho de repeticiones cada vez más aceleradas, con situaciones ampliadas a cada nueva actualización. Una de las escenas más hilarantes es la de los dos borrachos irredentos, que entienden muy bien qué quiere decir sentirse atrapados y buscan distraerse de la monotonía con majaderías. Con ellos, Phil entiende que si el día siguiente no existe, no hay consecuencias. En torno a su comportamiento delictivo –que desarrolla al darse cuenta de la impunidad que le otorga su nueva condición– se diseminan una serie de gags humorísticos muy celebrados, la mayoría ya presentes en la película.
Los solos de los secundarios, como zoomes introspectivos o reverberaciones de una angustia existencial compartida, les permiten salir del rol estereotipado al que les ha reducido la desdeñosa mirada de Phil Connors
En este loop enloquecido, aparte de los borrachos, destacan algunos secundarios como Ned Ryerson de Oriol Burés, Nancy de Clàudia Bravo, la profesora de piano de Júlia Bonjoch y el intérprete de "marmotesco" que asume incansablemente Marc Gómez –resulta delirante la cantidad a veces que se dirige al animal enjaulado y sus "diencitos"–. Después del entreacto, los dos primeros disfrutan de unos solos de carácter meditativo y alcance metateatral, en el que hablan de los papeles que les han tocado –"la rubia ingenua, sueño de una noche" y "el loco", respectivamente. Estos zoomes introspectivos, reverberaciones de una angustia existencial compartida, les permiten salir del rol estereotipado al que les ha reducido la mirada despectiva de Connors. Él, atrapado en el tiempo, atrapa a su vez a los otros en un cliché que se traslada eficazmente al registro interpretativo. En la segunda parte del espectáculo, sin embargo, estos personajes se revelan como emisarios de las verdades o enseñanzas de la marmota: "Ten claro que viene la noche, aprende a amar".
El secreto se encuentra en la repetición
En el plano escénico, la concatenación de sucesos diarios se acelera progresivamente. La dirección, enormemente dinámica, y la absoluta precisión del engranaje actoral hacen que el loop, lejos de hacerse pesado, esté lleno de variaciones estimulantes. Después de que el protagonista colapse, viene una parte más oscura y elegíaca que acaba desembocando, a pesar de todo y en virtud de un oportuno giro, en un final feliz. Gracias a Rita, Phil aprende a valorar por su calidad humana, se da cuenta de que vivir en un tiempo parado puede ser una oportunidad para mejorar y ponerse a prueba. Una vez se produce dentro suyo un clic de tipo moral, llega al extremo de actuar como un superhéroe de guardia, con la agenda llena de citas –personas que tiene que unir o salvar, lecciones para aprender e impartir.
El protagonista de este musical romántico y humorístico al mismo tiempo entiende finalmente que los otros también están atrapados en la corriente de la vida, y, dado que él parece el único con margen de acción, decide anticiparse al sufrimiento ajeno para prevenirlo o atenuarlo. Por otra parte, como venimos de un humor más crudo y el personaje se nos ha mostrado sin el menor escrúpulo en escenas precedentes, la metamorfosis interior, por más inverosímil que sea, no incurre en la cursilería, sino que se impone como la única salida posible. Es como si el cosmos –o la marmota y su "tormenta que todo lo despierta"– le diera una segunda oportunidad. El día de la marmota suscita grandes placeres y emociones, gracias a la energía generosísima de un equipo entregado y compenetrado al máximo. ¡Bravo!