En la montaña de Montjuïc llegaron a vivir 30.000 personas, apretadas en chabolas de madera, uralita, cartón o cemento. Los chabolistas de Montjuïc fueron decisivos para el progreso de la ciudad de Barcelona: tuvieron un papel muy relevante en la construcción del Metro, fueron los que hicieron posible la Exposición Universal de 1929, ofrecieron mano de obra barata para la industria textil, limpiaron las casas de la burguesía catalana y cuidaron a muchos chicos de buena familia (mientras sus propios hijos, a menudo, vagaban por la montaña, sin nadie que los cuidara). En las laderas de Montjuïc, entre principios de siglo XX y 1960 vivió mucha gente llegada de Murcia, de Andalucía, de Extremadura o de la Catalunya interior. Ahora, el Ayuntamiento de Barcelona ha querido reivindicar su legado con una exposición en el Castillo de Montjuïc: Vivir en Montjuïc. Memorias de un chabolismo olvidado, que ha sido comisariada por Francesc Banús, Oriol Granados y Rafel Usero. Se podrá ver hasta el 2 de agosto con la entrada del castillo.

Montjuïc hacia 1960. Colección Francisco Sánchez.

Recuperar la dignidad

Montjuïc fue, durante décadas, un lugar lleno de barro, sin caminos, sin luz, sin agua... La gente vivía apelotonada en pequeñas chabolas, y tenía que defecar en sucias|brutas letrinas. Incluso había chabolas junto a la fosa común donde hoy se homenajean las víctimas del franquismo. Para muchos barceloneses, era la montaña era sólo un nido de delincuencia y de suciedad. Pero a través de esta exposición se nos muestra una realidad muy diferente. Nos presenta un barrio en que la gente se organizó, en el que los vecinos consiguieron garantizar las condiciones de supervivencia mínima, pese a la desidia (y a veces la persecución) gubernamental. La muestra rehuye completamente el victimismo: explica cómo los chabolistas consiguieron tener bares, grupos de música, grupos scouts, bailes, una biblioteca... Incluso hicieron un pequeño diario: La Voz de la Montaña. Ante una ciudad que les daba la espalda, reconstruyeron un universo autosuficiente, basado en la solidaridad entre vecinos. Y lucharon duramente por conseguir los servicios básicos: autobús, agua, luz, asfalto en la carretera... En Vivir en Montjuïc destaca, además, el esfuerzo que hicieron los chabolistas por dotar de educación a sus hijos. Su sueño era que la enseñanza sirviera de ascensor social y que los niños de Montjuïc salieran de la vida de las chabolas y progresaran en la gran ciudad. Pero a menudo el sueño se truncó: pocos chabolistas pudieron alargar sus estudios. Si lo hicieron, fue costa de compaginar trabajo y estudios en jornadas extenuantes. Pero muchos sólo pudieron acceder a una educación básica, como declaran en las entrevistas que se muestran en la exposición.

1967. Tomás Riva. Museu d'Història de la Immigració de Catalunya.

Nuevo hogar

En los años sesenta el consistorio intentó acabar con el chabolismo (en una lucha que a veces parecía más bien una lucha contra los chabolistas). A los que tenían chabolas registradas (que no eran todos) y que disponían de algún dinero (que tampoco eran todos) les ofrecieron pisos en nuevos barrios como Sant Cosme o La Mina. Para los mayores fue un cambio espectacular: celebraron, sobre todo, disponer de intimidad, y cosas que parecen tan básicas como tener un lavabo. En cambio, para algunos niños el traslado fue la pérdida del paraíso. Algunos de los entrevistados recuerdan aquellos años entre el barro como el periodo más feliz de sus vidas, sobre todo por la solidaridad vivida en el barrio. Una vez en los nuevos barrios se darían cuenta de que los habían llevado a zonas sin servicios dignos (muchas no contaban ni con transporte pública) y empezaron una nueva lucha vecinal para conseguirlos. Enseguida surgió un asociacionismo muy potente, que consiguió presionar las administraciones por una mejora de los barrios. Paralelamente los chabolistas se darían cuenta de que las nuevas casas no eran ninguna maravilla: en realidad, los comisarios de la muestra las califican de "chabolismo vertical". Uno de los testimonios entrevistados, menos erudito, explica sencillamente que "le cambiaron su chabola de Montjuïc por una chabola con lavabo". Los antiguos chabolistas acabarían organizándose, de nuevo, para reclamar unas viviendas dignas.

1967. Tomás Riva. Museu d'Història de la Immigració de Catalunya.

Tapar la vergüenza de la ciudad

Cuando se hizo la Exposición Universal de 1929, se construyó un gran muro para separar el recinto ferial de los barrios de barracas y ocultarlos de las miradas indiscretas de los visitantes. La ocultación de los chabolistas ha sido una práctica habitual en Barcelona. No figuraban en los diarios, no aparecían a los medios... Montjuïc no se consideraba ni un barrio, aunque vivía allí mucha gente. En realmente, en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado las administraciones desplegaron políticas tremendamente agresivas. Los "picos" del Ayuntamiento derribaban las chabolas no registradas y la policía detenía inmigrantes sin trabajo, los encerraba en el Palau de las Misiones (a poca distancia de las chabolas) y a veces los deportaba a sus pueblos de origen.

1967. Tomás Riva. Museu d’Història de la Immigració de Catalunya.

Homenaje debido

Esta exposición recopila fotografías y vídeos de época de las chabolas, y también incorpora entrevistas a barceloneses que habían vivido en Montjuïc. Uno de los testigos entrevistados, explica que "iban a Barcelona", lo que demuestra hasta qué punto los chabolistas llegaron a interiorizar la exclusión de la ciudad hacia ellos. Un par de entrevistados relatan que, cuando estaban fuera de la montaña escondían que eran chabolistas, porque si lo decían eran marginados, e incluso no podían acceder a ningún trabajo. La ciudad que explotaba a los chabolistas, al mismo tiempo los estigmatizaba. Vivir en Montjuïc. Memorias de un chabolismo olvidado es una exposición que nos hace pensar en Barcelona desde otra óptica, la de los que siempre fueron excluidos. Ponerla en el Castillo de Montjuïc responde, sin duda, a motivos geográficos: al fin las chabolas siempre se extendieron entre el castillo, el cementerio, el puerto y el recinto de la exposición. Pero estando en el castillo, esta exposición es básicamente visitada por turistas que buscan buenas vistas de la ciudad. Sería importante que más adelante esta muy digna muestra se expusiera en algún lugar más céntrico, donde los barceloneses tuvieran ocasión de ver y comprender este mundo estigmatizado, que al fin y al cabo no era sino la otra cara de la Barcelona burguesa. Los chabolistas merecerían que, por fin, se pudieran mostrar públicamente como tales en la ciudad.

 

Foto de portada: Colección Paco Pérez, hacia 1960.