De historias (reales) sobre grandes aspiraciones que acaban en estropicio, hay a espuertas. En las series en particular, las crónicas de ascensos y caídas son golosas, porque acostumbran a llevar en el ADN una estructura en episodios, los necesarios giros narrativos y unos personajes que invitan a seguir mirando. Hay alguna cosa de hipnótico en saber que aquel primer acto de sueños y posibilismos acabará en un desastre sin paliativos en el que unos seres erráticos que no acabas de encajar en tu imaginario (a veces te caen bien, a veces los matarías) toman decisiones de tirarse de los pelos. WeCrashed, la nueva serie a ver en Apple TV+, recrea, a partir de una historia real, una de estas chaladas estrelladas.
Subiendo
Hay dos maneras de hacer este tipo de series: en una, la importancia de los acontecimientos y el imperativo de engancharte a la trama se impone a cualquier consideración o matiz sobre algunos personajes (un caso reciente y de éxito: el de ¿Quién se Anna?, serie que raya la parodia sin pretenderlo); en la otra, es justamente en la exploración de la psicología de los protagonistas donde está el diagnóstico de por qué pasa lo que pasa. WeCrashed pertenece a esta última categoría. Nada de lo que explica es especialmente innovador, pero lo que lo acaba dotando de interés es que no se limita a ilustrar un caso real sobre soñadores que chocan con la realidad, sino que aprovechan la ocasión para radiografiar su intimidad y probar de descifrar las señales que advertían de la derrota.
Nada de lo que explica WeCrashed es especialmente innovador, pero lo que lo acaba dotando de interés es que no se limita a ilustrar un caso real sobre soñadores que chocan con la realidad, sino que aprovecha la ocasión para radiografiar su intimidad
Es por todo eso que WeCrashed, estrenada en Apple, funciona mejor de lo que se podía esperar en una serie de estas características. Es la historia de WeWork, compañía de coworking fundada por Adam Neumann y que pasó de ser un delirio de grandeza (el hombre tuvo unos cuantos, además) a convertirse en un negocio valorado en 47 millones de dólares. El problema, más que sabido, es que la gestión de sus responsables directos, Neumann y su mujer Rebekah, condujo el invento en una de las caídas más meteóricas del mundo empresarial moderno.
Caída
Todo eso tiene un evidente interés en tanto que metáfora de unos tiempos en que el vendedor de humo es capaz de adquirir un estatus social sirviéndose más de los enunciados que de las concreciones. WeWork, al final, es la perfecta estampa de las derivas de unas sociedades que entronizan con la misma rapidez que devalúan. Pero lo que resulta realmente sugestivo de la serie son las molestias que se toma para que veas a los personajes protagonistas desde diferentes perspectivas y con bastante margen de maniobra como para que el espectador saque sus propias conclusiones.
La perfecta estampa de las derivas de unas sociedades que entronizan con la misma rapidez que devalúan
El mérito es de un guion que sabe sostener la tensión de la historia y hacerla dialogar con la actualidad (hay también una mirada lo bastante corrosiva al esnobismo empresarial, a la toxicidad masculina y a la superficialidad de la era virtual) pero sobre todo de su pareja protagonista. Ella, Anne Hathaway, vuelve a ofrecer todo un recital de recursos, mientras que él, Jared Leto, convierte Neumann en una efectiva parodia de él mismo.