La Ribera d'Ebre es aquel rincón precioso pero olvidado de nuestro país. Nadie sabe ubicarlo (no, la Ribera d'Ebre no está en el Delta) menos cuando se trata de instalar algún vertedero, industria química, central nuclear o soltar alguna especie invasora en las aguas de sus ríos. Un punto alejado de todo del que, para desgracia nuestra, para suerte de su gente, ignoramos su belleza salvaje trazada por olivos e higueras que clavan sus raíces a la tierra roja que le da cimientos.
Sin concesiones
Xàrim Aresté, que es de Flix, es la paradigmática translación a nuestra escena musical de este caer de la memoria de su pequeño país. Pocos, muy pocos músicos en nuestro país tienen su talento, honestidad y presencia, pero todavía ahora, un porrón de años después de iniciar una trayectoria creativa que lo ha llevado a firmar algunos de los mejores discos facturados en Catalunya (y más allá) las últimas décadas, tiene que seguir habitando en este medio anonimato que no hace justicia a la dimensión artística de su legado. Él, siempre comprometido con su visión artística, tampoco ha hecho ninguna concesión. No es casual, y sí muy sintomático, que ayer la sala 2 del Apolo, en la presentación del suyo último trabajo, Ses entranyes, estuviera llena de compañeros de gremio, desde Gerard Quintana a Maria Hein, gente de Dan Peralbo, de la Ludwig Band, Rita Payés y Pol Batlle, de Alavedra... Xarim es ya una figura que comparte estatus con nombres como Adrià Puntí o Roger Mas, que. Si no lo habéis hecho ya, tendríais que descubrir y disfrutar su música.
Un concierto lleno de amor
Acompañado de una banda superlativa que le ha insuflado soplos de jazz a una propuesta que se sitúa en algún lugar donde confluyen el legado de los Rolling Stones y los Black Crowes más empapados de blues, reflejo de poniente del siempre referencial Jeff Buckley; Xarim Aresté cruzó, de las preciosas Ja no hi ets y Ple d'amor hasta A l'univers li sua, las composiciones de Ses entranyes, haciendo estop y recordatorio de algunos de los momentos más representativos de su repertorio pretérito. El concierto ha sido vibrante, emotivo, siempre brillante, incluso cuando los nervios lo han traicionado y se ha olvidado de la letra de Si t'ho digués tot o en su personalísima revisión del tema de apertura de Bola de dragón. Una velada con aquel intangible especial en la que Xarim Aresté ha hecho bailar la luna.