No es la primera vez que se trata a un fenómeno así en un documental. Hace un par de años se estudió la historia de Simon Leviev en El estafador de Tinder. Con otras connotaciones, y dentro de la programación del Atlàntida Film Fest, se ha estrenado El hombre de las mil caras (no confundir que la película homónima del cineasta Alberto Rodríguez), otro retrato de un personaje igualmente turbio e indescifrable.
Activando la venganza
De primeras, Ricardo es brasileño, de un pequeño pueblo a 70 kilómetros de Sao Paulo, y hasta aquí. Eso es lo único que podemos corroborar como cierto de un sociopata con vidas paralelas: mujeres, hijos... por todo el mundo. Todo lo otro queda siempre entre dudas e interrogantes. El documental parte de la fijación de Sonia Kronlund, directora del film, por saber por qué esas mujeres han sido escogidas, la actuación del personaje de marras (ella misma ha conocido a hombres que la han mentido y han seguido ese patrón) y, ya de paso, desenmascararlo y, a poder ser, activar una venganza.
Al principio, ya avisa, algunos personajes son reales y otros son actores y actrices. No todos se quieren exponer. Algunas de ellas por haber reconducido sus vidas y otras por simple pudor. Precisamente, a las que conoció y engañó en Francia, no son las reales. En cambio, el plantel brasileño no se esconde. Es más, según Bruna, la peluquera trans de Sao Paulo a quien también manipuló y robó un candelabro, le quiere romper la cara contra una acera. “Le quedaría estupenda”, dice.
Lo mismo es un cirujano que cuando hay los atentados en el Bataclán de París se pone la medalla de superhéroe engañando a su pareja y a los vecinos, que es un ingeniero de Peugeot que debe viajar por medio mundo para probar la evolución en los coches
Ricardo se inventa todo: identidades, oficios, destinos… Lo mismo es un cirujano que cuando hay los atentados en el Bataclán de París se pone la medalla de superhéroe engañando a su pareja y a los vecinos, que es un ingeniero de Peugeot que debe viajar por medio mundo para probar la evolución en los coches. Incluso se inventa conversaciones y amigos que no existen como Bill y Jean-Yves. Y claro, utiliza lo económico, préstamos que nunca devuelve y, lo más grave, usa la vida de sus padres como cebo para sus mentiras. Ya no sabes si están en Brasil, Estados Unidos o Argentina. Hace extractos bancarios falsos y juega con una aplicación para cambiar caras. Hasta en una misma Navidad, se las arreglaba para pasar el 25 de diciembre con una familia y la Nochevieja con otra. Según un testimonio, "seguía ideando nuevos escenarios, era imposible arrinconarlo”.
El hallazgo de un ordenador y sus archivos resuelven el misterio: ahí se esconden sus diferentes identidades, son un total de quince
A una de las víctimas la deja embarazada (luego se descubre que tiene un total de cinco hijos en tres países diferentes), a lo que ella responde: “¿Qué le iba a decir a mi hijo?”. Otra admite que “hay dos variables de ese mismo enfado, contigo misma y contra esa persona que te mintió”. El hallazgo de un ordenador y sus archivos resuelven el misterio: ahí se esconden sus diferentes identidades, son un total de quince. Con esto, la investigación que sigue su curso, todo y el peligro de exhibirlo: “riesgo legal a cero, no muestre fotos”, le recomiendan a Sonia. Es tal el estudio de cada situación de Ricardo, que hasta cambia el comportamiento según con quien esté, con unas es calmado, con otras es extremadamente inquieto, con unas duerme como un angelito y con otras no pega ni ojo.
Ricardo no huye, persigue
Para el desenlace aparece la figura de un detective en Poznan (Polonia). "La gente dice que me parezco a un vaquero muy famoso, a John Wayne", dice él. De hecho, en su despacho, tienen un sombrero de cowboy. A todo esto, una vez han localizado a su presa, le vigilan desde un coche y lo descubren moviendo unas cortinas. "Esto tiene algo de feminista", presume una policía brasileña. Quizá porque todas estas mujeres se han movilizado con un objetivo común. Les da hasta tiempo de ir al origen, en Brasil, según el exalcalde de su pueblo, él jugaba a ser policía. “¿Quién es este tipo, Mel Gibson?”. Sin embargo, la trampa llega dónde y cuándo nadie lo espera: por lo visto, el amigo Ricardo corre maratones junto a otros compañeros.
La trampa llega dónde y cuándo nadie lo espera: por lo visto, el amigo Ricardo corre maratones junto a otros compañeros
La idea ya está sobre la mesa: entrevistarle para saber el papel de los extranjeros en la carrera. Ahora falta llamarle y que acceda. Es curioso que él no desconfíe. Por fin, ¡Sonia lo va a conocer en persona! Se quiere hacer pasar por medio sueca y medio suiza, para disimular el acento francés en su inglés... Ya ven, ella también necesita mentir. Al llegar y prestarse al maquillaje, la preocupación de Ricardo es si tiene ojeras. A la pregunta de Sonia: “¿Huyes de algo?”. Él responde: “No huyo de nada, pero siempre persigo algo”. Luego, una vez lo entrevistan (en la charla se inventa que tuvo un abuelo polaco y estuvo diez años en el ejército), y con la música de la película Carros de Fuego, le invitan a filmarle mientras corre. Lo hacen desde la furgoneta, y Sonia que está dentro sentada, hace muecas, no se cree lo que está pasando. “¡Vamos a matarlo!”, dice ella irónicamente. Mientras, le ofrece una galletita que él acepta. Finalmente, hace esta reflexión en voz alta: "Hago correr a Ricardo y pienso en Carolina corriendo al encuentro con Jean-Yves en la Torre Eiffel, o Marianne con su hijo, o en Kasia que no puede superarlo, y en Bruna que me confió su venganza. No soy juez, ni psiquiatra, esto es todo lo que puedo ofrecerles, pero lo aprovecharemos al máximo".