Yasmina Khadra, el emblemático escritor argelino de novela negra, ha venido a Barcelona, en la BCNegra. El año pasado ya había previsto venir, pero tuvo que suspender la visita por la muerte de su padre. Este año ha aprovechado el viaje para presentar su novela La deshonra de Sarah Ikker (Alianza), una novela policíaca ambientada en Marruecos que se centra en la violación de la esposa de un policía

Usted ha tenido una historia con mucho recorrido. ¿Ahora mismo, dónde vive?

Vivo entre Argelia (en Orán), París y Alacant. Estoy entre los tres. Hoy mismo vengo de Alacant, de Sant Joan de Alacant (si digo sólo Alacant, mis amigos de Sant Joan me matan).

Cuándo estoy harto de problemas en Argelia y en Francia, España me lo cura todo...

¿Cómo es que tiene casa en Sant Joan de Alacant?

Yo quería venir a vivir a Barcelona. Para mí, Barcelona es la mejor ciudad del mundo, lo he dicho por todas partes. Pero desde Barcelona no había vuelos directos a Orán, por eso preferí instalarme en Alacant. Yo me siento a gusto en España. Cuando vengo, mi espíritu se centra. Cuándo estoy harto de problemas en Argelia y en Francia, España me lo cura todo... Yo podría ir adonde quisiera, pero de vez en cuando vuelvo a España, porque es el único país que me permite realmente desconectar.

Usted se preocupa mucho de la situación argelina. ¿Cómo está ahora mismo Argelia?

Argelia, ahora mismo, está completamente descabalgada. Es un pueblo que pide cambios. Hace falta imperativamente que el presidente escuche a los argelinos. Hace falta que eche a sus consejeros y que escoja a gente que haga caso a la nación. Si no lo hace así, puede ocurrir una desgracia. El presidente no tendría que tener miedo a los cambios, a meterse el pueblo a su lado. Hay que hacer muchos cambios, porque Argelia tiene necesidad de estabilidad, con todo lo que pasa en la región. Alrededor tenemos a Libia, un estado fallido; a Mauritania y Mali, con el terrorismo islamista...

Cuando viajo por Europa no encuentro los mismos países que conocía

No parece que ni el mundo ni el Magreb se encaminen hacia la paz...

La de hoy en día es una política absolutamente desastrosa, llena de malentendidos a todos niveles. Estados Unidos han demostrado que no están por la diplomacia, sino por la ley del más fuerte: Trump ha demostrado que es un bruto. Hay guerras un poco por todas partes: en África, Medio Oriente... Occidente no está seguro de sí mismo, y está cayendo en el extremismo, el fanatismo y en el nacionalismo radical. Cuando viajo por Europa no encuentro a los mismos países que conocía. Antes había esperanza; ahora hay rabia, desconfianza y el ascenso del integrismo identitario. Se necesitan presidentes sabios, y ahora sólo hay gamberretes...

Tras escribir sobre Cuba, sobre México o sobre Francia, ha vuelto a escribir sobre el Magreb. ¿Lo echaba de menos?

No lo echaba de menos, porque el Magreb está en mi corazón desde siempre. Es un territorio que llevo en bandolera; no me separo de él. Yo lucho para que en la región desaparezcan las fronteras, para que haya libre circulación. Podemos hacer un Magreb fantástico todos juntos. Con este libro he querido hacer algunos cosa por el Magreb. He escrito sobre Marruecos, como quiero escribir también sobre Túnez, para que los magrebíes nos conozcamos y estemos orgullosos de lo que somos. Como escritor, de los más leídos en todas partes, intento llegar a los jóvenes, y sobre todo a los jóvenes magrebíes. Quiero proponerles libros diferentes para entusiasmarlos en la literatura.

¿Porque un libro ambientado en Tánger?

Escribí una obra sobre Tánger porque yo fui invitado de honor de la Feria del Libro Extranjero de la ciudad, y me trataron tan bien que prometí a un grupo de mujeres que haría un libro sobre la ciudad. No me pude negar. He escrito La deshonra de Sarah Ikker porque era una deuda que tenía con Tánger.

Tánger había sido, en los años cuarenta y cincuenta, la ciudad más moderna de las dos orillas del Estrecho. ¿Es todavía una ciudad especial?

En los años cuarenta era una ciudad infectada de espías, y antes había sido un cubil de piratas... Era una ciudad que vivía muy rápido, muy fuerte, entre ambas orillas del Mediterráneo. Ahora los marroquíes se ven obligados a dar una segunda vida a la ciudad. Intentan casar la modernidad con lo viejo. Y la mezcla funciona. Es una gran ciudad.

¿La deshonra de Sarah Ikker trata de la deshonra de Sarah Ikker, o de la de Driss Ikker, su marido?

Todo lo que afecta a la mujer, toca al hombre. Sarah es la que ha sido ultrajada, pero es Driss quien lo sufrirá más, quien quedará más afectado.

Yo nací en el Sáhara y nos criaron con la rectitud. Si yo soy deshonesto, soy el último de los hombres

Driss Ikker es un miembro de un cuerpo armado distanciado de sus colegas y muy crítico con la institución. ¿Tiene alguna cosa de usted?

Yo siempre he sido crítico con todas las instituciones malsanas. Yo nací en el Sáhara y nos criaron con la rectitud. Si yo soy deshonesto, soy el último de los hombres, lo peor de la especie humana. Por eso soy muy crítico con algunas instituciones. La corrupción es la muerte de la nación. Hay gente que es sabía, auténticos profetas, que intenta salvar la nación de la corrupción. Pero hay que actuar contra ella.

¿Qué proyectos de futuro tiene, ahora mismo?

Intentar ser yo mismo. Escribo. Estoy obligado a escribir un libro cada año. Y algunos de mis libros se adaptarán al cine o a la televisión. Esto me hace mucha ilusión.

Tengo lectores incondicionales en España, pero no son muchos

Conoce bien España. ¿No escribirá nata sobre este país?

Los españoles no me leen mucho: vivo aquí, pero me leen más los polacos y los lituanos... Me conocen más en Japón que aquí... ¿Qué hay que hacer para que me lean aquí? Los españoles tendrían que leerme más... Tengo millones de lectores en Francia y, en cambio, aquí, poquitos, aunque la prensa siempre me ha dado apoyo. Tengo lectores incondicionales en España, pero no son muchos. Peor para vosotros...