Mollerussa (tierra de nadie entre el emirato almorávide de Zaragoza y el condado de Urgell), 11 de septiembre de 1102. Hace 922 años. Las huestes de Armengol V, conde independiente de Urgell, se enfrentaban a las tropas del cadí almorávide de Saraqusta (el nombre árabe de Zaragoza). Aquella batalla se resolvió a favor del cadí y se saldó con la muerte del conde, que a partir de aquel momento sería denominado "el de Mollerussa". La prematura muerte de Armengol V y la regencia de su suegro, el leonés Pedro Ansúrez, hasta la mayoría de Armengol VI (1110) revela una curiosa y misteriosa relación entre dos universos radicalmente diferentes: Urgell, de tradición carolingia y de régimen feudal, y León, de tradición visigótica y de régimen señorial. ¿Cuál fue el nexo y cuáles las circunstancias que explican esta extraña alianza?
Zaida, la leridana
Este misterioso eje se empieza a explicar medio siglo antes de la batalla de Mollerussa y de la muerte de Armengol V. El año 1063, en la Lleida andalusí, nacía Zaida, hija de Al-Mundir al-Hayib, tercer y penúltimo emir de Lárida. Zaida (y sus antepasados) era del linaje de los Banu-Hud, de remoto origen yemení, que se habían establecido en el valle del Ebro durante la conquista árabe (714-717). No se conserva ninguna representación de Zaida, pero la historia familiar de los Banu-Hud (que entre los siglos VIII y XI, se mestizaron con las oligarquías indígenas de origen hispanovisigodo e hispanorromano), permite aventurar un aspecto físico que no sería demasiado diferente del de cualquier chica de la corte condal de Urgell o de la de Barcelona. Las diferencias, que indiscutiblemente había, estibaban en temas como la lengua, la cultura, la religión o el vestuario.
La boda de Zaida
Treinta años antes del nacimiento de Zaida (1031) y casi un siglo antes de la batalla de Mollerussa, el califato de Córdoba, inmerso en una profunda crisis política, había colapsado y se había fragmentado en varios dominios independientes que recibirían el nombre de reinos taifas. Córdoba conservaba el diseño de gran ciudad y la influencia de gran centro cultural. Sin embargo, políticamente, había quedado reducida a la categoría de simple capital de un reino taifa. En este contexto, y según la crónica de Ibn Idari (1336) se negoció y celebró el matrimonio de Zaida con Abu Nasr al-Mammun (1080), rey de la taifa de Córdoba y miembro del linaje de los Banu Hammud sevillanos y cordobeses, parientes de los Banu Hud zaragozanos y leridanos. Esta relación de parentesco, y la necesidad de fortalecer las seculares alianzas que los unían, explicaría aquella unión matrimonial.
Zaida, la califa
Cuando Zaida llegó a Córdoba (1080), el califato ya hacía medio siglo que había desaparecido (1031). Curiosamente —¡y reveladoramente!— Hicham III, el último califa de Córdoba, había muerto en su refugio de Lleida (1036), perseguido por sus enemigos políticos, los mismos que lo habían depuesto y que habían precipitado el fin del califato andalusí. Pero durante las décadas siguientes Córdoba —y su taifa, es decir, sus reyes— conservarían el prestigio de la época califal y el resto de dominios andalusíes peninsulares le reconocerían la categoría y el ascendiente de antigua capital. Por lo tanto, Zaida la leridana no fue casada con un personaje del mismo rango que su padre (un rey de una taifa), sino con un gobernante que encarnaba la tradición y el prestigio del viejo califato. Durante una década larga (1080-1091), Zaida fue la "califa" de Córdoba.
Cambio de paradigma
Pero la dinámica general de la época no jugaría a favor de aquel paisaje. La familia real castellanoleonesa estaba inmersa en una cruenta lucha fratricida que, al mismo tiempo, generaba una extraordinaria energía bélica contra los dominios musulmanes. En este contexto, el rey Alfonso VI de León entraba en Toledo (1085). La conquista leonesa de Toledo rompía el equilibrio entre los dos bloques (cristiano y musulmán) que había presidido el escenario peninsular desde la fragmentación del califato (1031). Y eso encendió todas las alarmas de la media luna. Al-Mutammid, rey taifa de Sevilla y suegro de Zaida, llamó a los almorávides, un grupo de etnia bereber confesionalmente muy radicalizado. En 1086, las tropas almorávides de Yussuf ibn Taixfin cruzaban el estrecho de Gibraltar y detenían la dinámica progresiva leonesa.
Los almorávides: el "caballo de Troya" de la sociedad andalusí
Los almorávides, sorprendidos por la relajación con la cual los andalusíes aplicaban los preceptos del Corán, decidieron derrocar a los reyes taifas, usurpar y concentrar su poder y reeditar un nuevo califato fundamentado en la radicalidad religiosa. Cuando el suegro y el marido de Zaida se dieron cuenta de ello ya era tarde, y los dos murieron defendiendo sus modelos políticos y sociales. No obstante, Al-Mammun ocultó a Zaida y sus hijos en una discreta torre en las afueras de Córdoba (1091) y después de la derrota... ¡Oh, sorpresa!, Alfonso VI de León se preocupó de rescatarlos y de acogerlos en el palacio de los reyes de León en Toledo. En virtud de un pacto precedente y secreto entre leoneses y andalusíes, Zaida, la leridana, se convertía en la azafata de honor del rey Alfonso VI en la corte leonesa.
Zaida, un soplo de aire fresco en la corte del rey de León
Algunas fuentes medievales, como la Crónica naierensis (1173) o el Chronicon mundi (1238), afirman que Zaida no pasó nunca de la categoría de concubina del rey leonés. Pero, en cambio, el De rebus Hispaniae (1243) o un diploma de Astorga (1107) aseguran que Zaida se convirtió al cristianismo, adoptó el nombre de Isabel y engendró a Sancho, el único hijo varón y heredero del rey Alfonso VI: "Cum uxore mea Elisabet te filio nostro Sancio". En cambio, donde no hay discusión es en el papel que Zaida jugó en la corte. Todos los historiadores coinciden en el hecho de que la leridana fue un soplo de aire fresco. Durante la relación de Zaida y Alfonso, del tipo que fuera, (1091-1107), científicos, académicos y artistas, árabes, judíos y cristianos, y vestidos a la moda andalusí, se convirtieron en habituales de la corte.
Zaida, enemiga de los almorávides
La influencia de Zaida fue mucho más allá y, con su marido Alfonso, impulsó iniciativas políticas con el objetivo de crear una red de alianzas con otros dominios cristianos (una fuerza conjunta de oposición) al régimen de terror que había impuesto la radicalidad religiosa almorávide y que había provocado el fin del mundo andalusí. Y eso explicaría aquel misterioso matrimonio entre el conde Armengol VI de Urgell (aliado de los andalusíes de Lleida y opuesto a los almorávides invasores) y María Pérez Ansúrez (1095), hija de Pedro Ansúrez, hombre de confianza de su marido, el rey Alfonso. Y eso, también, explicaría el triángulo Córdoba-León-Urgell: un proyecto conjunto del mundo andalusí y del mundo cristiano, que ilustra la existencia de unas ventanas de colaboración y de intercambio que la historiografía española se ha esforzado en ocultar.
La herencia de Zaida
Sancho, el hijo de Zaida (o de Elisabet) murió prematuramente (1108) en un enfrentamiento contra los almorávides en la sierra de Cuenca. La sucesión de Alfonso VI no recaería en la descendencia de Zaida, sino que se materializaría en Urraca, hija primogénita del rey y de su primera esposa Constanza. Pero el resto de hijas de Zaida (las hermanas del desgraciado Sancho) tuvieron un papel muy relevante. Sancha, la primogénita, fue casada con Rodrigo de Lara, y la hija de la pareja, Elvira, sería la esposa de Armengol VI de Urgell (el hijo del "de Mollerussa" y antepasado del rey Pedro III de Catalunya y Aragón). Por lo tanto, a partir del "rey del Puñalito" (1319-1387), los reyes del Casal de Barcelona, los más poderosos del Mediterráneo, serían descendientes de Zaida, la leridana, esposa de un "califa" andalusí y de un rey de León y abuela de un conde de Urgell.