Por séptima noche consecutiva en la última semana, miles de personas por toda la geografía catalana han mostrado en la calle su disconformidad ante el encarcelamiento del rapero Pablo Hasél el pasado martes 16 de febrero. Lo que hace días empezó como una serie de concentraciones contra la condena a un cantante, sin embargo, ha acabado derivando, día tras día, en manifestaciones donde el rechazo a la Ley Mordaza, la frustración por el paro juvenil y la desesperanza ante un futuro incierto han formado un cóctel que ha acabado estallando en las calles de Barcelona, Girona, Lleida, Vilafranca del Penedès o Valencia.
Mientras algunos analistas hablan de guerrilla urbana o violencia callejera, otros hablan de violencia policial o provocación ante la resistencia pacífica. Más allá de todos estos términos y los diversos puntos de vista posibles ante los hechos, hoy en Revers queremos aferrarnos al punto de vista de la lengua con el fin de comprender la capacidad y variedad de las palabras para describir aquello que pasa en las manifestaciones de estos días.
Zaragata
Aunque fonéticamente parece un baile popular típico de los Balcanes o un plato de la cocina nipona de aquellos que comparten carta con los 'makis' o los fideos 'udon' en cualquier restaurante japonés, una zaragata es una agitación de una multitud. ¿Por qué teniendo palabras tan singulares como esta, la opinión pública se conforma a utilizar palabras tan planas como incidentes cuando se trata de explicar el bullicio, violento o no, generado en la calle por un grupo de personas? El origen del término es incierto, ya que mientras unos dicen que proviene del francés antiguo eschargarde ('emboscada') y del germano fráncico skarawahta ('destacamento de guardia'), otros opinan que también tiene influjo de otras palabras castellanas o quizás árabes como zalgata, que quiere decir 'griterío'. Venga de donde venga, a Joan Sales le gustaba tanto que lo utilizó a Incierta Glòria: "En Cosme, pel que es veu, ignorava els crims que els seus companys havien estat perpetrant a mansalva durant tants mesos: per estrany que sembli, n'hi ha molts com ells, molts que encara no en saben res i que creuen a ulls clucs que aquesta sinistra saragata que hem estat vivint és una gloriosa revolució del poble sense cap ombra en la seva llum enlluernant."
Algarabía
¿Pueden considerarse los disturbios de estas últimas noches una especie de "gritos de alegría" de una masa congregada? Posiblemente nadie entiende las protestas de esta manera, pero según la Enciclopedia Catalana, la etimología del término algarabía, sobre todo en su variante femenina, proviene de aquí: de la disimilación del latín alleluia, es decir, 'cantos de alegría propios de Pascua'. La mayoría de veces se hace uso de la palabra 'aldarull' cuando en una manifestación, sea política o no, aparecen episodios de violencia efímera y no organizada, pero a partir de ahora, cada vez que veis aficiones futbolísticas peleándose o protestas con porrazos entre manifestantes y policías, tengáis presente que si de aquello decís algarabías os remitiréis a la alegría y el desenfreno de los cristianos celebrando la resurrección de Jesús.
Disturbios
Crear un disturbio es, filológica y oficialmente, alterar la paz. Sin embargo, el término disturbio tiene la misma raíz etimológica que el verbo estorbar, que sencillamente significa molestar durante la ejecución de una acción. Es decir, ser un obstáculo. La magia de la palabra disturbio, que deriva del verbo latino turbare ('poner en desorden y alteración'), es que esta alteración puede ser recíproca: la policía argumenta que los manifestantes alteran el orden público ocupante un espacio de las calles, pero los manifestantes argumentan que la policía altera su derecho a manifestación queriéndoles dispersar con cargas violentas. ¿Quién genera los disturbios, pues? Encontrar una respuesta de consenso es más difícil que comprender a la gente que se sorprende y se pone las manos a la cabeza cuando queman cuatro contenedores en una ciudad conocida históricamente como la "Rosa de foc".
Asonada
Si nos ceñimos a lo que dicen los diccionarios, a fin de que existan disturbios alguien ha tenido que provocar, previamente, una alteración del espacio público mediante disturbios. En cambio, cuando hablamos de asonadas estamos hablando, más que de una alteración del espacio, de un alzamiento contra la autoridad establecida. ¿Hemos visto "avalots" en estas últimas noches? Depende de las gafas con las que captamos la realidad, como siempre, pero cualquier tumulto sedicioso contra una autoridad puede considerarse una asonada, sobre todo cuando existe confusión y desorden. En la Crònica de Bernat Desclot, hace más de seis siglos, ya se hablaba de asonadas "Lendemà matí vench hun avolot en la host" para describir la excitación desordenada de personas que buscan cambiar alguna cosa, ya que etimológicamente "avalot" viene de aquí: del verbo alborotar, derivado del latín volūtāre ('cambiar'). No sólo los manifestantes generan "avalots", claro está: con el diccionario en la mano, acorralar por todos dos lados de una calle en un grupo de gente que protesta pacíficamente con el fin de disuadirlos mediante la violencia es, también, una forma de cambiar la situación. En este caso, de cambiar la calma para generar un estado de confusión que deriva en asonadas. O en disturbios. O en algarabías. O en zaragatas.
Bullanga
Entre 1835 y 1843, Barcelona vivió una decena de levantamientos populares provocados por el descontento de la sociedad catalana en una etapa de crisis política, social y económica en España. A todos aquellos tumultos se les llamó "bullangues", que deriva del verbo "bullir" ('hervir'), ya que Barcelona y gran parte de Catalunya fueron un bullicio de asonadas durante aquel segundo tercio del siglo XIX, con un doble enfrentamiento: entre carlistas y liberales, primero; entre liberales moderados y liberales progresistas, después. ¿Son bullangas lo que estamos viviendo estos últimos días? Evidentemente no tienen nada que ver con las bullamgas del sXIX, pero el término bullanga ya hace tiempo que dejó de ser un nombre propio para transformarse en un nombre del léxico común, por eso seguramente es una de las mejores palabras para definir las protestas de las últimas noches, como ya pasó durante la "Bullanga de la Sentencia" -tal como la definieron algunos- de hace un año y medio.
Bonus track
Pillaje
Hablando de la Bullanga de 1835, en aquella ocasión los obreros, en un acto de ludismo, prendieron fuego a las nuevas máquinas de la fábrica Bonaplata. Estos días, en cambio, se ha visto como jóvenes alterados saqueaban comercios de lujo del Paseo de Gracia. Los primeros, hace dos siglos, actuaban contra el progreso que a su parecer les podía robar el trabajo; los segundos, ahora, no actúan contra nada ni nadie directamente, sino que más bien descargan su ira contra los símbolos del capitalismo al cual culpan de su deseperanza. ¿Es mejor hablar de saqueo o de pillaje, en estos casos? Los dos términos son correctos y sinonímicos, aunque el saqueo es la acción de saquear -con o sin violencia- entrando en un lugar, sea una tienda o el pendrive del compañero de trabajo, y robar todo aquello de valor que hay dentro; el pillaje, en cambio, es una palabra que sólo se utiliza cuando un grupo de gente se ampara de alguna cosa de manera violenta. Y en este caso, hay que recordar que, de momento, el Código Penal estipula que romper los cristales de una tienda es un acto de violencia.
Escaramuza
La última palabra de este vocabulario nostrat de la revolta es esta preciosa palabra que nos llegó proveniente del verbo occitano escrimir, que a su tiempo proviene del italiano scaramuciare y, este, del germano francic *skermjan, que quiere decir 'proteger'. ¿Qué es, sin embargo, una "escaramussa"? Pues sencillamente un combate aislado y de poca importancia entre dos facciones rivales. Se ha hablado mucho, estos días, de los actos vandálicos en el Palau de la Música, e incluso el diputado de la CUP Carles Riera ha puesto en duda que sus autores fueran manifestantes. El contexto de aquellos hechos es el escenario propio de una posible escaramuza: el grosor de la manifestación se encontraba en Passeig de Gràcia y con dirección al barrio de Gracia, ya que los Mossos d'Esquadra habían hecho una carga evitando que la gente bajara Via Laietana; en cambio, un reducido grupo de jóvenes provocaron destrozos en el mobiliario del Palau. Aquel día no encontraron la oposición de la policía y, por lo tanto, no hubo escaramuza, pero dos días después, domingo por la noche, mientras la manifestación se encontraba en Plaça Catalunya, otro grupo de jóvenes volvían a estar delante de el Palau y, esta vez sí, tirando piedras a la policía desde una barricada. ¿Aquel pequeño enfrentamiento aislado entre alborotadores y Mossos d'Esquadra puede considerarse una escaramuza? En efecto, ya que se trataba de un momento de tensión aislado y que no acabó en nada importante. Como este artículo, que más allá de enriquecer el vocabulario, no cambiará nada de todo aquello que desde hace días mucha gente, desde las calles, sueña poder cambiar.