Minuto 73. Con empate a cero en el marcador y el Atlético reavivando, Ernesto Valverde decide efectuar su primer cambio: se marcha Arthur, entra Arturo Vidal. La sustitución, un clásico del técnico blaugrana, es muy significativa y evidencia una realidad que provoca urticaria en ciertos sectores del barcelonismo: el Barça ya no rehúye el intercambio de golpes.
Arthur Melo ha sido el mejor hombre de la medular culé. Ivan Rakitic, mediocentro, ha puesto de manifiesto que le falta ritmo competitivo, mientras que Frenkie de Jong, interior, ha firmado una actuación correcta pero no determinante. El exjugador de Gremio, en cambio, ha ejercido de metrónomo y ha desquiciado a Thomas y Héctor Herrera, los encargados de sostener el centro del campo colchonero.
Aun así, y como ya es habitual este curso, Valverde ha decidido sacrificarlo para que entrara Vidal, un hombre capaz de rematar una lavadora pero anárquico en todos los sentidos. Aunque el chileno no ha tenido ninguna incidencia en gol de Leo Messi, la apuesta del técnico blaugrana, en cierta manera, se puede calificar de acertada.
La victoria no se ha forjado gracias a la posesión. Si el Barça se ha llevado los tres puntos ha sido gracias a los reflejos de Marc-André Ter Stegen, la fortaleza defensiva y la magia de Messi. El alemán es un muro, los centrales son fiables y el 10 blaugrana no falla casi nunca, pero ninguno de los tres activos son infalibles. Para ganar los tres títulos no es suficiente con estar dispuesto a ir a la guerra.