El Atlético de Madrid aguantó estoicamente el vendaval del Bayern Munich y sacó una derrota por la mínima (2-1) en el Allianz Arena, suficiente para hacer valer el 1-0 de la ida y para estar en la final de la Champions League el próximo 28 de mayo en Milán. Su rival saldrá del encuentro que disputarán este miércoles en el Bernabeu el Real Madrid y el Manchester City (0-0, en la ida).
Por tercera vez consecutiva Pep Guardiola se queda a las puertas de una final con el equipo bávaro. Para los rojiblancos esta será su tercera final después de perder la de 1974 contra el Bayern y la de hace dos años frente al Madrid en Lisboa.
Los dos equipos fallaron sendos penaltis. Oblak paró el tiro a Müller que hubiera significado el 2-0 para los locales, y Neuer detuvo el disparo de Torres que hubiera supuesto el 2-2. Por el Bayern marcaron Xabi Alonso (30 m.) y Lewandowski (74 m.) y por el Atlético Griezmann empató a uno (54 m.).
La derrota de la esencia
En un partido vibrante y lleno de pasión, en el que el Bayern puso el fútbol como se esperaba, y el Atlético exhibió una ultra defensa, también como estaba previsto. No tuvo un portero el Atlético sino diez más ante los que se estrelló de cabeza el equipo del técnico catalán. Ganó Cholo Simeone. Perdió Pep Guardiola. Venció el alquitrán. Perdió el diamante. La victoria fue para el feo. La derrota para el bello. La esencia y el perfume se fueron otra vez sin dejar olor.
El técnico catalán se quedó sin el deseo de conquistar una Champions con el equipo bávaro, éxito que habría redondeado su excelente campaña en el fútbol alemán. Será criticado por eso y la prensa muniquesa no tendrá en cuenta si el estilo que quiso imponer en el Bayern era tan bello como innovador. No lo alabarán por eso. Lo atizarán por no haber ganado en tres años una Champions.
Simeone, en cambio, será subido a los altares. Nadie extrañará si su juego es rácano, si exprime el reglamento al máximo, si pierde tiempo, si desprecia la pelota. No. Habrá que destacar a un equipo que tiene músculo, que se pone el mono de trabajo, que sabe sufrir y al que no hay que dar la espalda en ningún momento porque es cuando te la clava. Simeone será alabado por estar ahí dejándose la piel, y no importará si lo hizo bonito o feo. Es cuando el resultado impone su ley.
Como el toro
Jugar como juega el Atlético es sólo comparable a jugar al frontón pero en el que tú no eres quien golpea la pelotita y, en cambio, sí que eres la pared. Es como si alguien te estuviera apuntando con una pistola constantemente, o como si la amenaza fuera una navaja en tu garganta. Como un boxeador tocado, groggy que lo único que hace es poner su cara, su cuerpo y se mantiene de pie a la espera que los puños que le están pegando se hagan daño.
No sería nunca hincha del Atlético de Madrid. Admiro a sus aficionados porque cantan todo el rato, porque apoyan a su equipo como muy pocos otros públicos, pero no les envidio el sufrimiento de esperar cómo morirá su equipo. Son el toro, que sólo gana la batalla unas contadas veces cuando cornea o manda al hospital a su verdugo.
Es vivir una pesadilla eterna en la que no puedes esperar despertarte diciendo fue un sueño, pero que en ocasiones, que potra, acabas despertando y diciendo estoy vivo, he ganado. Eso fue lo que dijo el Atlético de Madrid al final de los 90 minutos contra el Bayern en el Allianz de Munich. He ganado. Estoy en la final de la Champions, y en el camino he dejado a esos estilistas, a esos amantes del perfume y a los que hablan de la esencia como son el Barça y el Bayern de Munich.
Los goles
1-0 Xabi Alonso 31’
1-1 Griezmann 54’
2-1 Lewandowski 74’