Como si estuviera rabioso, como si deseara olvidar el partido que hizo contra el Atlético de Madrid en el Camp Nou, como si estuviera herido moral y físicamente, el Barça desató una tormenta de goles sobre el Alavés, en Vitoria, para calmar las críticas y mantener su persecución al Real Madrid en la Liga. Fue un recital en toda su extensión ante el quinto equipo menos goleado del campeonato. Toda una tortura para el rival de la final de la Copa del Rey.
Dijo el entrenador del Alavés, Pellegrino, que para ganar al Barça se tenían que alinear todos los planetas. La verdad es que eso es lo que tendrían que pensar todos los entrenadores de equipos pequeños y el de Vitoria lo es.
Pellegrino fundamentó seguramente su afirmación en la experiencia del partido de ida en el Camp Nou, en el que su equipo sorprendió al Barça y se convirtió en el único que ha vencido a los blaugrana en su estadio. Pero ese fenómeno se da pocas veces en la vida. Y tengo la sensación de que ese fantástico planetarium ya pasó para el Alavés. Y no lo volverá a ver.
Planetarium blaugrana
Los astros que se reunieron en Mendizorroza, en el llamado partido de ensayo entre los finalistas de la Copa del Rey, fueron los del Barça, que volvió a encontrar en Luis Suárez (0-1 y 0-6), Neymar (0-2) y Messi (0-3) a los grandes artífices de la victoria.
Pero sería injusto sólo enfocar el mérito en la mejor delantera del mundo, porque en Vitoria todo el equipo blaugrana funcionó como se espera de él en todos los partidos.
Defensa francesa
Con una defensa francesa con tres zurdos como tres mosqueteros, y un alemán en la portería que evitó la única ocasión de los locales en el primer período, el equipo de Luis Enrique decidió no esperar y se fue por el partido nada más entrar en el campo.
Resultó efectiva la defensa de tres porque Aleix Vidal se convirtió en un atacante más, función lógica en un partido en el que el rival sólo tenía una punta y el Barça necesitaba una victoria tan contundente como reconfortante. Pena que el catalán sufriera esa lesión grave hacia el final del encuentro.
Ante el Alavés, el Barça fue un equipo serio, con ambición, agresivo, con pocos errores, que llevó la iniciativa y que tuvo la fortuna de encarrilar el partido en cinco minutos hacia el final del primer período.
El Barça controló el partido desde el primer minuto, lo maduró y cuando tuvo al Alavés cansado de correr tras el balón, puso el marcador a su favor. Si el Alavés presionó, el Barça también. La prueba más clara fue el primer gol de Messi, en el que el astro argentino quita un balón a un defensa y marca por debajo de las piernas del portero Pacheco. Messi también provocó el 0-4 al insistir entre dos defensas para que finalmente Alexis introdujera el balón en su propia portería.
Ya desmelenado como estaba y el Alavés pensando que lo más grande ya lo ha hecho –estar por primera vez en su centenaria historia en una final de Copa-, Rakitic marcó el 0-5 y Luis Suárez remató el set en blanco.
El triunfo llena de moral a los blaugrana que el próximo martes disputarán la ida de los octavos de final de la Champions en París ante el PSG. La holgada victoria, aunque ante un rival de menor entidad, servirá para recuperar las esperanzas y el optimismo. Para ir con la cabeza alta a la capital francesa y, sobre todo, para pensar que este equipo ya tuvo su partido malo. Y que jugando como lo hizo en Vitoria, sólo hay que pensar que todo lo bueno está por llegar.