En un mal partido en el que mostró una cara totalmente distinta a la que enseñó el miércoles 8 de marzo en el Camp Nou, el Barcelona bajó de la nube a la que se había subido para encajar una nueva derrota en la Liga, en un campo en el que nadie hubiera imaginado semejante revés. En el momento que todo el mundo pensaba que este equipo había cogido carrerilla hacia el éxito, un Deportivo desahuciado desde hace mucho tiempo devolvió al equipo blaugrana a la cruda realidad. Careció de carácter el Barcelona, Messi volvió a ser maniatado, falló la defensa a balón parado, y le faltó el orgullo que exhibió en la Champions.
Dice un cancionero del pueblo de García Márquez que lo peor de morirse no es que uno se muera, sino lo que uno dura muerto. Recuerdo la sabia frase porque también debe ser un imposible vivir siempre en la gloria. El Barca ha experimentado este último ejemplo en apenas cuatro días.
Sintió el Barça frente al Deportivo la resaca de la remontada en la Champions. Notó la ausencia de Neymar, el jugador que más desequilibra en el fútbol español. Y también percibió el equipo blaugrana el cambio de una competición como la Liga que no se define en un día sino en muchas jornadas.
Mantuvo Luis Enrique la estrategia del 3-4-3 que le había dado tanto rendimiento en los últimos encuentros y, sobre todo, solidez defensiva. El partido, sin embargo, exigía del Barca una máxima concentración. Difícil tarea cuando se viene de haber jugado un partidazo memorable, único, pero una excusa insuficiente para perder el ritmo en la Liga.
Haciendo sólo lo justo el Deportivo tuvo al Barca siempre contra las cuerdas. No en posesión del balón, eso que encanta tanto a parte de la crítica catalana, tampoco en iniciativa, pero sí en lo que verdaderamente cuenta en el fútbol que son los goles.
Siempre contra el marcador, como si se hubiese acostumbrado a estar debajo y no arriba, el Barca recibió el 1-0 en el primer ataque serio del Deportivo que llegó después de un paradón de Ter Stegen. Sin embargo, a continuación, el portero alemán no pudo contener el siguiente balón y Joselu aprovechó el regalo para poner a su equipo en ventaja, justo a cuatro minutos del final del primer tiempo.
En el segundo período era de esperar un Barca rabioso, o, al menos, con la mitad del carácter que mostró el miércoles en la Champions. Y efectivamente a los dos minutos de la reanudación, Luis Suárez empató el partido también aprovechando un mal rechace de la defensa local.
Con 1-1 el Barca volvió a bajar el ritmo. A medio gas, con lentitud y sin encontrar la fórmula para que Messi apareciera. Ni siquiera las entradas de Rakitic e Iniesta por unos flojos Arda Turan y André Gomes mejoró la actuación del equipo blaugrana.
Y otra vez, el Deportivo, a pelota parada, a la salida de un córner que no era, encontró el gol de la victoria cuando se jugaba el minuto 74.
Obligado otra vez a remontar, el Barcelona no halló el camino ni siquiera para igualar un partido al que nadie le tenía miedo después de la hazaña contra el PSG. Pero el fútbol es así. Unas veces te da y en otras te quita. Unas veces subes al cielo y en otras te manda al infierno.
El equipo de ensueño que hace cuatro días maravilló al mundo, el equipo que había escrito una nueva fábula en el fútbol, que había sido elevado a los cielos por haber ejecutado una gesta increíble, se derrumbó en un campo donde nunca debió perder.