Barça de Luis Enrique fue uno de los equipos más mortíferos de la historia en el área contraría. Gracias a la calidad de Leo Messi, Luis Suárez y Neymar, aquel conjunto no necesitaba jugar bien para ganar sus partidos de manera contundente. Sólo hacía falta que la pelota llegara a la tripleta atacante y ellos se encargaban de resolver el problema.
La receta, sin embargo, sólo funcionó durante un curso. En la segunda y la tercera temporada de Luis técnico asturiano en el Camp Nou, la ineficacia puntual del tridente sudamericano se tradujo en caídas dolorosas en la Champions League, primero, y la Liga, después.
Este Barça, salvando las distancias, se parece mucho a aquel equipo. El adiós de Neymar se había vendido como una oportunidad para volver a ordenar el equipo desde el centro del campo, algo que en cierta manera sucedió durante las dos primeras temporadas de Ernesto Valverde en el banquillo blaugrana.
La llegada de Antoine Griezmann, sin embargo, ha vuelto a alterar el orden de los factores. El delantero francés es un jugador de una calidad excelsa -lo ha vuelto a demostrar con un golazo- e incluso se sacrifica en defensa, pero este hecho no impide que el resto del equipo, como ya había pasado antes, vuelva a depender exclusivamente de su tripleta ofensiva.
Messi es el mejor del mundo, Suárez un 9 prácticamente letal y Griezmann un gran complemento, pero la historia demuestra que fiarlo todo al ataque es un mal negocio. En escenarios como el Juventus Stadium, Anfield, el Parque de los Príncipes y también Anoeta, hay que aportar algo más.