El Barça empata contra el Sevilla con dos goles consecutivos en los últimos minutos (2-2). El equipo sigue invicto en la Liga y supera una de las pruebas más duras con uno de los peores partidos de la temporada. El genio de Leo Messi no descansa ni por Semana Santa.
¿Qué es la Champions?
Jugarse buena parte de la temporada en los próximos cuatro días no ha influido en los planes de Ernesto Valverde y Vincenzo Montella. Los dos entrenadores han olvidado los cuartos de final de la Champions y han apostado por dos alineaciones llenas de titulares. Las molestias musculares dejaban a Messi en el banquillo. El Barça se guardaba la carta del joker por si el partido se torcía.
El Sevilla se ha ganado a pulso el respeto de los rivales. El equipo es capaz de lo mejor y de lo peor en una misma semana, pero su himno es un intangible que también juega. El Ramón Sánchez-Pizjuán ha recibido al Barça a oscuras y cantando el himno con las bufandas al aire. La escena era el preludio del mejor partido de la jornada. Los dos equipos no han especulado. Unos para seguir en Europa y los otros para acabar de teñir el título de blaugrana.
El Barça sufría mucho para cruzar el medio del campo con la pelota controlada y lo fiaba todo a los contragolpes. Philippe Coutinho encontraba a un Luis Suárez que ha perdonado el primer gol en dos jugadas claras y consecutivas. El Sevilla aceptaba el intercambio de golpes y se agigantaba con posesiones largas que siempre acababan en el área de Ter Stegen. El 0-0 era un espejismo.
La penitencia
El Sevilla avisaba y hacía correr al Barça, que tenía muy pocos argumentos para levantar la voz. Además, en defensa estaba muy incómodo. Los andaluces explotaban la fórmula mágica y trituraban las espaldas de un Samuel Umtiti desconocido. Un centro de Correa, sin oposición, ha provocado el 1-0. El pase del delantero argentino ha encontrado a Franco Vázquez en la frontal del área pequeña para que superara a Ter Stegen mientras todo el mundo se lo miraba.
La jugada del gol evidenciaba dos realidades. El Barça no jugaba con los cinco sentidos y el Sevilla lo aprovechaba. El partido se podía convertir en una penitencia si no cambiaba 180 grados. Valverde miraba desde el banquillo como su equipo era menos reconocible que nunca. No había ni rastro del juego de posición.
La noche tenía todos los ingredientes para empeorar. El descanso no ha reanimado a un Barça que evidenciaba síntomas de rendición. Muriel ha hecho más grande la herida con el 2-0 después de otro contragolpe. Ter Stegen se vestía de Santo, aunque no podía hacer milagros. La derrota era tan justa como dolorosa.
Una aparición divina
Messi ha entrado en el campo para intentar un imposible. El '10' ha revolucionado el partido entre silbidos de respeto del Pizjuán, pero no le ha cambiado la cara al Barça. La fortuna también le daba la espalda a un equipo que no la merecía. El palo evitaba el 2-1 de Suárez y acentuaba los dos planteamientos.
El partido se convertía en una moneda en el aire. El Barça jugaba a la ruleta rusa, sobreexponiéndose en defensa y cortocircuitándose en ataque. Las imprecisiones daban alas a un Sevilla que corría al espacio y perdonaba el tercero. Ivan Rakitic volvía a rematar al palo y Suárez encontraba el camino del gol para hinchar el pecho a falta de tres minutos para el final.
Las dudas se han vestido de blanco y han empequeñecido el Sevilla. Las certezas eran todas de un Barça que olía sangre cuando se le ha aparecido la Virgen. Messi ha cazado una pelota en la frontal del área para enviar un misil enganchado al palo y empatar el partido.
Valverde sigue teniendo alergia a la derrota: 23 victorias y 7 empates en 30 jornadas de Liga para seguir la procesión hacia el título de Liga. Hoy, sin merecerlo.