El Barça se queda sin doblete y el Valencia gana la Copa del Rey para celebrar su centenario (1-2). De menos a más, el Barça ha vuelto a sentir la presión que ya vivió en Liverpool y sólo se ha podido mantener una esperanza, insuficiente, gracias a Leo Messi.

Anfield no es un espejismo

El Barça es Messi, todo el mundo lo sabe y cada partido que pasa es más evidente. Y en la final de Copa, como en Anfield, los blaugrana las han visto pasar, sólo esperando una genialidad del '10'. El argentino es tan líder fuera del campo como dentro, y a pesar de sacar la cabeza para animar a los culés y buscar el doblete, sobre el césped en las últimas tres semanas el Barça ha desaparecido.

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Ni que Ernesto Valverde apueste de inicio por el toque de Arthur, Busquets y Rakitic en el medio del campo, y utilizar a Messi de falso '9'. El fútbol culé se ha perdido los últimos días desde la defensa, que se ha mostrado más lenta que el resto de la temporada, y con un ataque que acaba consolidando a Coutinho como una decepción y a Sergi Roberto como un extremo ineficaz.

Y así, con un Barça todavía con el abatimiento de Liverpool presente, el Valencia ha resistido y ha aprovechado sus oportunidades. Los valencianos han acabado cuartos en la Liga, han llegado a las semifinales de la Europa League y necesitaban fuera como fuera el título de Copa para celebrar de la mejor manera posible su centenario.

A pesar de la posesión estéril del Barça y de la poca hambre después de la baja de Luis Suárez, ha visto cómo los fantasmas han reaparecido. La velocidad ha sido el arma del Valencia para desarmar al Barça. Cillessen ha acabado batido en dos ocasiones en la primera mitad (21' y 33'). Primero la carrera por la banda izquierda de Gayà que ha resuelto Gameiro desde el punto de penalti; y después Soler pareciendo un Fórmula 1 desde la banda derecha, tocando la línea de fondo y regalándole el gol a bocajarro a Rodrigo.

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Messi y gracias

Y es que el Barça en media hora ha rememorado aquella sensación que ya hace temporadas que llega en el momento decisivo de los títulos. Bloqueo mental y bloqueo futbolístico. Podrían haber caído dos goles como cuatro en la primera mitad.

Pero Valverde no lo veía claro y ha apostado por su filosofía. Fuera Semedo y Arthur para dar entrada a Malcom y a Arturo Vidal. Y se ha notado. El Valencia, fundido por el esfuerzo de la primera mitad, ha ido viendo cómo el Barça transformaba la posesión en ocasiones.

Cuando había peligro era cuando la pelota pasaba por Messi. Más retrasado de lo que es habitual, también más centrado, pero siendo el único capaz de encontrar los espacios. Y el argentino, quien mueve masas en el fútbol y en el barcelonismo, no ha aprovechado una falta ideal que ha tenido en la frontal, pero sí una pelota muerta después de un córner. Gol y alegría culé.

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Era el minuto 72 y el Barça tenía el primer momento de esperanza de la final. Aleñá ha entrado y Rakitic se ha marchado. Más piernas. Piqué ha pasado a hacer sus excursiones al ataque y la afición del Barça se ha hecho sentir. Ha vuelto el espíritu de las remontadas.

Dos almas bien diferentes del Barça en las dos partes de la final. Pero la reacción y la esperanza de remontada ha ido desapareciendo a medida que pasaban los minutos. El Valencia, con experiencia, ha ido perdiendo segundos, y los blaugrana no han podido provocar la prórroga.

El Valencia gana la octava Copa de su historia justo en el año de su centenario. Un premio que ha dejado al Barça de Valverde todavía más cuestionado y sin doblete. Las expectativas han hecho mucho daño.