El gol es el elemento diferencial del mundo del fútbol: hay que marcar y no encajar, la regla es sencilla y universal. Así pues, parece evidente que disponer de un goleador fiable y regular -el tercero en el ranking de la historia del club, para ser concretos- tendría que ser una gran ventaja. El problema, en el caso del Barça, es que quizás no lo es.
Este sábado, Luis Suárez no ha formado parte del once titular de Quique Setién. Hecho sorprendente, y es que el uruguayo encadenaba seis titularidades desde la reanudación del fútbol postcoronavirus. En cualquier caso, si alguien echaba de menos el '9' no ha tenido que sufrir durante muchos minutos: antes de que empezara el segundo tiempo, ya volvía a estar sobre el césped del terreno de juego.
Cuestionar si la presencia de Suárez es positiva o negativa es arriesgado: el xarrua, como decíamos, es el tercer máximo goleador de la historia del Barça con 195 dianas. La última, por ejemplo, resultó decisiva para que los blaugrana derrotaran al Espanyol.
La pregunta que hay que hacerse, sin embargo, es si Suárez puede aportar alguna cosa más allá de los goles. Que sí, que no son poca cosa. Pero quizás no son suficientes.
El Suárez que llegó del Liverpool era un delantero explosivo, potente y capaz de buscar la espalda de la defensa, hecho que sumado a su increíble capacidad goleadora -esta no la ha perdido- lo convertía en el punta más letal del planeta. Si no lo recuerdan, aquí tienen una pequeña muestra de lo que el '9' era capaz de ofrecer.
Con el paso de los años, sin embargo, el uruguayo ha transformado su estilo de juego para adaptarlo a sus nuevas características físicas. Suárez ahora es lento y poco explosivo, algo que, sumado a su pobre capacidad asociativa, lo ha convertido en un delantero 'boya', especialista en tocar de espaldas y buscar su oportunidad. Eso último lo hace muy bien porque dentro del área no perdona, pero el ecosistema del Barça -construido para que Leo Messi brille- lo ha pagado progresivamente.
Si Messi quiere seguir disponiendo de espacios necesita a un delantero dispuesto a desmarcarse constantemente durante todo el partido. Y este hombre, por una cuestión puramente biológica, ya no puede ser su amigo Suárez. Para seguir brillando, el argentino tendrá que tomar una decisión difícil: la amistad de una vaca sagrada o la nueva energía de un desconocido como Lautaro Martínez.