El mercado de fichajes previo a la temporada 2020/21 pasará a la historia del fútbol por su particularidad. La pandemia del coronavirus ha condicionado las operaciones de casi todos los clubs del mundo y sólo aquellos que tienen un estado detrás han sido capaces de seguir gastando dinero sin miedo a las consecuencias. Ahora bien, tener que autoimponerse restricciones es una cosa, y otra muy diferente es hacer el ridículo sin paliativos. Y claro está: si hay una directiva especializada en hacer el ridículo, esta es la de Josep Maria Bartomeu.
El mismo presidente que prometió una revolución después del 2-8, hoy mira su plantilla y sólo ve una cara nueva: Sergiño Dest. Pedri, Francisco Trincao y Miralem Pjanic firmaron cuando la terrible derrota contra el Bayern todavía no se había producido, mucho antes de que Ronald Koeman aterrizara en el Camp Nou. Por suerte, parece que el técnico holandés cuenta con ellos, pero la única realidad es que el nuevo entrenador del Barça no conseguirá ninguna de sus peticiones: ni Eric Garcia, ni Memphis Depay, ni Georginio Wijnaldum.
El primer fichaje frustrado del último día de mercado fue Depay, y es que su llegada estaba condicionada al hecho de que Ousmane Dembélé aceptara una cesión al Manchester United. Que sirva de muestra de la fuerza que tiene el club ahora mismo: si el segundo futbolista más caro de la historia de la entidad no quiere marcharse cedido (¡cedido!), el Barça no tiene suficiente crédito para afrontar un traspaso barato —en el contexto del fútbol actual— como el del delantero holandés, por quien el Lyon sólo pedía unos 25 millones de euros.
Si el caso Depay les parece lamentable, espérense a conocer el de Eric. El Barça, consciente de que el jugador acaba contrato el próximo verano y que ya ha comunicado al City que quiere venir, fuerza un traspaso a la baja. Hasta aquí todo correcto. El problema son los flecos. A última hora de la noche el club blaugrana ofrece 18 millones entre fijos y variables, pero los ingleses, que ya han cubierto la posición con nuevos fichajes, son intransigentes: piden 20 y aquí muere la negociación.
Dicho de otra manera: Koeman tendrá que afrontar la temporada —o al menos el primer tramo del curso— con sólo tres centrales, Gerard Piqué, Clement Lenglet y Ronald Araujo, y es que a Samuel Umtiti no se lo puede tener en cuenta debido a su estado físico. Y todo por sólo 2 millones de diferencia. En un club que desde hace dos temporadas presupuesta ingresos superiores a los 1.000 millones de euros, la cifra que acaba separando al central del Camp Nou es la misma que el Barça paga a cualquier intermediario por traer brasileños al filial.
¿Los ridículos acaban aquí? Pues no, obviamente no. Mientras el Barça negociaba por Eric, Jean-Clair Todibo hacía las maletas dirección a Lisboa. Después de pasarse semanas filtrando que se habían recibido ofertas superiores a los 15 millones de euros por el francés, el club blaugrana lo acabó cediendo a cambio de 2 tristes millones al Benfica. Muy malo tiene que ser el ex del Toulouse para que no se quede a hacer de cuarto central, sobre todo teniendo en cuenta que la operación con los portugueses no reportará ningún beneficio económico inmediato al Barça. La famosa opción de compra establecida en la operación no es obligatoria en ningún caso.
La traca final, eso sí, fue la venta de Rafinha al PSG. 'Venta' o 'regalo', la etiqueta la ponen ustedes. Con el fin de no tener que pagarle la ficha durante toda la temporada, el Barça lo envió al Parque de los Príncipes a cambio de 3 millones en variables. Repetimos: 3 millones en variables por un futbolista que sólo tiene 27 años y que el curso pasado fue uno de los mejores mediocampistas de la Liga. Repetimos: al PSG, el club de Neymar, de Marco Verratti, de las burlas, de las denuncias cruzadas, de la soberbia del nuevo rico.
Rafa Alcántara se suma a la nómina de futbolistas regalados que conforman Luis Suárez, Ivan Rakitic y Arturo Vidal. Entre todos ellos, el Barça ganará poco menos de 10 millones de euros en variables. Bartomeu demuestra que no tiene plan deportivo, que la única prioridad era rebajar la masa salarial y, de paso, que tampoco le queda dignidad.