El murciano Carlos Alcaraz ha superado con más dificultades de las previstas la segunda ronda de Roland Garros ante el catalán Albert Ramos, que dispuso de una bola de partido y acabó derrotado por 6-1, 6-7, 5-7, 7-6 y 6-4, en 4 horas y 34 minutos. En un partido vibrante, el cabeza de serie número 6 se vio obligado a emplearse a fondo y remontar para seguir adelante en un torneo donde es uno de los principales candidatos para la victoria final.

Ramos reacciona tras un primer set fugaz para Alcaraz

Nada hacía presagiar el escenario que se produjo cuando el partido comenzó y en menos de media hora Alcaraz se había apuntado el primer set. Pero seguro que, cuando dentro de muchos años eche la vista atrás para repasar su carrera, recuerde esta cita como una de las que forjaron su carácter. Porque tras ese parcial, Alcaraz estuvo empantanado en la trampa que le tendió Ramos, que le colocó frente a un laberinto.

El barcelonés, número 44 del ránking, de 34 años, dio una lección estratégica con la que domesticó la potencia del 6 del mundo, de 19, que atrae sobre sus espaldas todos los focos mediáticos, hasta el punto de considerarle el principal rival del serbio Novak Djokovic y del español Rafa Nadal, los grandes dominadores de los últimos años.

Alcaraz, que ha demostrado estar acostumbrado a codearse con los grandes, que ha derrotado a Djokovic y a Nadal, se enredó ante un tenista que tiene en el pasado sus mejores gestas. El murciano tenía 13 años cuando Ramos alcanzaba los cuartos de final en Roland Garros, su mayor hazaña junto a la final que jugó en Montecarlo el año siguiente, una de las siete que ha disputado, seis de ellas sobre arcilla.

Albert Ramos jugó con la volátil mente de Alcaraz

Toda la experiencia adquirida la puso al servicio de la victoria en una pista hostil, la Simone Mathieu, la tercera en importancia del complejo. La veteranía de Ramos, un tenista que hace poco ruido, sirvió para aislarse de los gritos que animaban al murciano para proseguir por la senda marcada, hacer correr a su rival, impedirle que cargara su brazo de pólvora y llevarle al límite para empujarle al fallo.

Albert Ramos tenista EFE
Albert Ramos ha vendido muy cara su piel contra Alcaraz / EFE

Los errores no forzados se fueron acumulando, a medida que la paciencia de Alcaraz parecía agotarse. El superdotado escondido en un cuerpo de 19 años dejó aparecer al adolescente y el miedo asomó en su mirada y sus gestos de desesperación. Así se escapó la segunda manga, una obra de arte de tenis de arcilla de Ramos, y duró la lección toda la primera parte del tercero, solo detenida por golpes puntuales de genio de Alcaraz, que no pudo evitar dejar escapar el parcial.

El duelo se igualó algo en el cuarto set, cuando el cansancio desafinó la puntería de Ramos, pero el catalán, astuto, sorprendió en el noveno juego, arrebató el servicio a su rival y se colocó en situación de cerrar el partido con su servicio. Tras remontar una bola de rotura, dispuso de otra de partido, que no supo concluir, dejando con vida a un Alcaraz que tuvo arrestos para forzar el tie break en el que fue muy superior.

Alcaraz sobrevive a una eliminación prematura

El partido, que para entonces ya era una moneda al aire, paralizó el torneo. Todo el mundo pendiente de lo que sucedía en aquella pista donde el campeón del mañana estaba contra las cuerdas frente a un veterano con poco palmarés. Era la cuarta vez que el joven murciano disputaba un partido a cinco sets y todos las había ganado. Y parecía que se podía romper la estadística.

No empezó con buen augurio para él, 3-0 para Ramos y, de nuevo, la joven promesa contra las cuerdas. Pero ahí apareció su mejor versión, se rehizo, desapareció el miedo de su juego, se estiró su brazo y, aunque Ramos aun opuso resistencia, acabó por cerrar el duelo que le da el pase a la tercera ronda.

Ahí se medirá al estadounidense Korda, quien le eliminó en Montecarlo, por un puesto en los octavos de final, lo que mejoraría su mejor marca en el torneo, conseguida el año pasado

 

Imagen principal: Carlos Alcaraz celebra la victoria contra Albert Ramos / EFE