Algunos historiadores del barcelonismo parecen haber caído en esa enfermedad alemana tan de moda en las personas mayores, o simplemente intentan obviar o que nadie recuerde algunos nombres importantes en el nacimiento de aquel Barça que estos días está en plena celebración de su primera Copa de Europa, conquistada ante el Sampdoria en el mítico estadio de Wembley, un día de mayo de un inolvidable 1992.
Si coincidimos la gran mayoría en señalar a Johan Cruyff como el padre de esta monumental criatura también podríamos intentar preguntarnos quién apostó por el holandés, quién era el presidente en aquel entonces, quiénes formaban parte de esa directiva que de repente vio la luz y se fue en busca de un técnico sin título pero con una maravillosa lámpara mágica que convertiría en realidad la frase de "¡Per un Barça triomfant!” que había utilizado Josep Lluís Núñez cuando se presentó a las elecciones a la presidencia en 1978. Una campaña en la que tanto Cruyff como Charly Rexach se manifestaron en contra de Ferran Ariño, entonces la gran apuesta catalanista.
Cruyff por Clemente
En diez años en la presidencia, Núñez no había encontrado el técnico triunfador, y tenía una oposición rabiosa y beligerante. Había utilizado a ocho entrenadores: Lucien Muller, Joaquim Rifé, Ladislao Kubala, Helenio Herrera, Udo Lattek, César Luis Menotti, Terry Venables y Luis Aragonés.
Y había llegado a un acuerdo con Javier Clemente, que de no ser por la negativa del entonces vicepresidente Nicolau Casaus, quien se impuso a Núñez y al también vicepresidente Joan Gaspart, habría sido el noveno técnico de la era del constructor. Casaus convenció a Gaspart con una razón de peso: sólo Cruyff puede eliminar las intromisiones del presidente en la parte técnica. El 4 de mayo de 1988, Cruyff firmaba un contrato de una temporada por el Barça. Y aquí comenzó la revolución. Empezó a escribirse una nueva historia para el barcelonismo. La historia más rica. Aquí, con ese movimiento de piezas, de Cruyff en lugar de Clemente, terminó la pesadilla del motín del Hesperia protagonizado por los jugadores que pidieron públicamente la dimisión del presidente. Y con esa luz que iluminó a Núñez nació la historia de un Barça triomfant.
Una historia, que coincidencias de la vida, tuvo su primer éxito (Recopa del 89) ante el mismo rival (Sampdoria) al que tres años más tarde iba a encontrarse en la final que supuso la entrada del club blaugrana en el Olimpo del fútbol mundial. Tras 93 años, ese 20 de mayo el Barça se coronaba campeón de Europa por primera vez en su historia.
Objetivo: llenar el Camp Nou
En su presentación a los medios de comunicación, Cruyff ya anunció parte de sus intenciones: “Tengo la idea de hacer otra vez al Barcelona un club muy grande. Entiendo que este club ha perdido prestigio en Europa y hay que recuperar eso, y a los socios que han dejado de asistir al campo. Este es el problema más importante, muy por encima de los conflictos que pueda estar viviendo, que a mi juicio son regionales. No puede ser que este campo esté vacío. Puede que haya sido contratado por mi carisma y para conseguir algo de eso. A mí lo que más me gustaría es marcar una época excepcional y que todos seamos felices”.
Para lograr todo lo que ansiaba, Cruyff tuvo el apoyo de Núñez que le dio todo lo que quería. Limpieza del vestuario de los “hombres malos”, con lo que también complacía al presidente, diez jugadores nuevos, contratos rebajados a futbolistas que cobraban primas por victoria aunque no jugaran y mandar también en las divisiones inferiores.
La ley del holandés
Y en la presentación a la plantilla ante unos 40.000 aficionados fue todavía más explícito: “A partir de hoy voy a imponer mi ley. Empezamos una nueva life y para los jugadores habrá unas nuevas leyes que tendrán sus consecuencias para aquellos que se pasen”.
Llamó la atención a los aficionados que habían pitado a Alexanko, al que él había nombrado capitán. Y pidió apoyo a sus decisiones y se le oyó por primera vez aquello que tantas veces repitió: “Tenemos que ir todos juntos”, al mismo tiempo que advertía a la directiva: “No quiero ningún directivo en el vestuario”. Pim-pam-pum.
Después de ganar la Liga del 91 apareció el Cruyff prometedor el día que presentó a la plantilla que empezaría a ser conocida como el Dream Team, y el día que el holandés pidió que al costado del primer equipo se presentaran también por primera vez los dos equipos inferiores que competían en categorías nacionales: “A partir de hoy empieza algo nuevo, con horizontes muy bonitos, fantásticos, y uno de ellos puede ser la Copa de Europa”. Dicho y hecho.
Del sueño a la realidad
“Todo esto podría haber quedado en nada si el equipo se hubiera limitado a estrellar un balón en el poste y encumbrar a Pagliuca. Pero ahí estaba Koeman, con su espléndido cañonazo, hábil tras la estratagema urdida por Bakero y Stoichkov, para romper no sólo el 0-0 sino una maldición y un mito. Despojado de su último complejo, ya nadie puede detener a este Barça. Con suerte, ni él mismo”.
Así concluía la crónica el periodista Enric Bañeres en La Vanguardia que tituló “El sueño hecho realidad”.