Inglaterra tardará tiempo en olvidar el Tottenham-Barça de Wembley. No fue un partido cualquiera de Champions. Fue el partido que eligió Leo Messi para enviar el mensaje más potente al planeta fútbol, distraído entre premios individuales que quedan inmediatamente devaluados cuando se entregan. La exhibición de recursos de Messi en un estadio talismán para el Barça refuerza la idea de todos los aficionados: es el mejor futbolista de la historia.
En un deporte cada vez más profesionalizado donde se invierten millones en tecnología para arañar centésimas a los rivales, Messi sigue marcando diferencias a su aire. Primero enganchado a la banda y después por todo el campo. Es normal que el Barça dependa de un futbolista que difumina las fronteras entre posiciones. Su incidencia en el partido contra el Tottenham fue total, como demuestran las estadísticas.
Messi, en el dibujo inicial, arrancó enganchado en la banda derecha. Pero eso fue circunstancial porque se movió al lado de la pelota. El Barça siempre lo encontraba. En el círculo central, pegado al lateral o por delante de los centrales. Su implicación y ganas de trascender animaba a los compañeros y atemorizaba a un Tottenham cargado de bajas. Dos pases suyos al espacio derivaron en el goles de Philippe Coutinho y Ivan Rakitic.
Desde el medio del campo, Messi se disfrazó de quarterback para empezar y lanzar todas las posesiones. El Barça había recuperado desde sus botas la esencia que se había dejado por el camino. El equipo necesitaba levantar la cabeza. Messi había entendido el mensaje y se multiplicó, como demuestra el mapa de calor de los 90 minutos. La franja entre el medio del campo y el área del Tottenham se convirtió en su campo base.
La tarjeta de servicios de Messi al final del partido es útil para hacerse una idea de cómo influyó en el juego del equipo. El capitán del Barça entró 96 veces en contacto con la pelota e intentó 65 pases con un 84'6% de acierto. Rakitic se convirtió en su mejor aliado e intercambiaron 16 balones. Los errores fueron mínimos si tenemos en cuenta que recibió la mayoría de pelotas en el medio campo del Tottenham.
El portero Hugo Lloris, como los aficionados ingleses, tiene clavada la imagen de Messi corriendo con la pelota en los pies y dibujando una diagonal. Repartió tres asistencias que no acabaron en gol e intentó seis remates (tres dentro del área y tres desde fuera). En dos de estos remates envió la pelota al palo. Y en dos más marcó gol.
Su doblete, con dos disparos ajustados en los palos, se gestó de la misma manera: con una larga carrera. Messi se sacrificó en defensa hasta el punto de luchar sólo una pelota cerca del córner en el minuto 90. La fe tuvo recompensa. El 2-4 apaciguó la reacción del Tottenham y certificó la segunda victoria del Barça en Europa. Una victoria que vale más de tres puntos.