19 años después del fin de la Segunda Guerra Mundial, los Juegos Olímpicos de Tokio 1964 eran una oportunidad de oro para que Japón mostrara al mundo su reapertura, el salto a la modernidad, pero también para recuperar el orgullo perdido, y la gran esperanza se depositó en el judo, una auténtica religión en el país del Sol Naciente, que consiguió hacerlo olímpico en sus juegos por primera vez en la historia.
Japón, de hecho, construyó el histórico gimnasio Budokan para la ocasión, con capacidad para 15.000 espectadores.
Para el estreno, se disputarían 4 competiciones de judo, todas masculinas, -68kg, -80kg, +80kg y categoría abierta. Las 3 primeras eran importantes, pero la palma se la llevaba la última, considerada la más trascendente para Japón de todos los juegos. De hecho, al ser categoría libre se generó un auténtico debate nacional sobre qué yudoca debía ser el elegido para representar a Japón, pues todo lo que no fuera ganar el oro sería una deshonra nacional. Al final, el elegido fue Akio Kaminaga, considerado el mejor yudoca del país.
'Bukoganazo' histórico
Takehide Nakatani, Isao Okano e Isao Inokuma no fallaron y lograron el oro, por lo que la previa de la gran final de categoría abierta fue toda una fiesta. Sobre el tatami, Akio Kaminaga y Anton Geesink, un neerlandés que en 1961 se había proclamado campeón del mundo, al vencer precisamente a Kaminaga.
Lo que nadie preveía es que Geesink había pasado largas temporadas en Japón para estudiar con detenimiento a sus posibles rivales hasta darse cuenta de que la clave era llevar la lucha al suelo, donde Kaminaga perdía gran parte de sus virtudes.
Dicho y hecho, solo comenzar el combate, Geesink tiró a Kaminaga al suelo y lo inmovilizó hasta ser declarado campeón. El gimnasio Budokan pasó de la euforia al silencio, hasta el punto de que Geesink prohibió a todos los miembros del equipo celebrar la victoria, como muestra de respeto.
Inokuma, el tercero en discordia
A pesar de que a leyenda dice que Akio Kaminaga se suicidó por la derrota, lo cierto es que tras unos años alejado de los tatamis volvió y fue entrenador del equipo japonés que compitió en Barcelona 92. Geesink, por su parte, decidió retirarse y murió en 2010 de un infarto.
El tercer protagonista de la historia fue Isao Inokuma, que a pesar de ser oro en +80kg en Tokio 64 y campeón del mundo en 1965, siempre consideró que él tendría que haber sido el elegido para enfrentarse a Geesink en lugar de Kaminaga, una elección que le generó una enorme depresión.
A pesar de que Geesink anunció su retirada tras los Juegos Olímpicos, Inokuma siempre tuvo la esperanza de poder enfrentarse a él, de demostrar que podía vencerle, aunque fuera en un combate de exhibición. Este hecho, sin embargo, jamás se produjo, y el 28 de septiembre de 2001 Isao Inokuma se hizo el seppuku, el ritual de suicidio japonés, con un corte en el vientre, que forma parte del código ético de los samuráis.