Decía Jorge Valdano que el fútbol es la cosa más importante de las cosas menos importantes. La sentencia puede ser tildada de frívola, pero es evidente que este deporte —el deporte rey— no es sólo un simple juego en el cual veintidós personas persiguen una pelota. El fútbol es espectáculo, negocio, polémica, sentimiento, historia e identificación. Y consecuentemente, puede ser entendido de muchas formas diferentes. Los que prefieren mirárselo desde una vertiente reflexiva y curiosa, alejada de las trincheras y los debates encendidos, han encontrado su reducto en la revista Panenka, un medio nacido en 2011 que este mes de octubre publica su ejemplar número 100. Quedamos con su editor y padre, el historiador y periodista Aitor Lagunas (Zaragoza, 1980), con el fin de hablar de la revista, las contradicciones del fútbol moderno, el mundo del periodismo deportivo y el Barça, claro está.

100 números. ¿Cómo lo habéis conseguido?

No hemos hecho una revista de cualquier manera, sino con un estilo muy determinado. Hace 10 años intuimos bastante bien por dónde podían transitar los gustos del público futbolero. Nos colocamos bien dentro de este panorama de crecimiento de la cultura futbolística. En Catalunya y en España se ha empezado a entender que el fútbol forma parte de la cultura de masas del siglo XXI.

No os parecéis a ningún otro medio.

Nuestro estilo toca el contenido y el continente: una revista de fútbol que no parece de fútbol. La otra pata del éxito es haber construido una comunidad en torno al concepto de cultura futbolística. Hemos hecho un festival de documentales, un mercado literario o una revista de cultura de rugby del mismo estilo.

La sociedad quiere consumo rápido y vosotros, en cambio, ofrecéis contenidos de digestión pausada.

La sociedad pide multitasking, dispersión de la atención. Panenka no ha sido nunca un medio mainstream, es una revista de nicho, y los nichos por definición son pequeños. Afortunadamente es pequeño pero transversal. Llegamos a Catalunya o Madrid y Euskadi; estamos repartidos geográfica y generacionalmente.

La semana pasada, con el fin de promocionar su número 100, Panenka decidió llevar a cabo una campaña que ha traído cola: hacer creer a sus seguidores que la revista se transformaba en Maier —nombre del portero que encajó el penalti de Panenka en la final de la Eurocopa del 76—, un portal dedicado a las aventuras amorosas de los futbolistas. Los lectores no daban crédito.

¿La campaña ha funcionado?

Era una buena idea pero también había que valorar los riesgos. Finalmente me convencieron a mis compañeros, que están más acostumbrados en el mundo de las redes. Me quedo con la sensación de comunidad que se ha creado: muchos seguidores y suscriptores han alertado de que la deriva no les gustaba. Me llena de gozo ver que los lectores se han hecho suya la revista.

¿Era una crítica al modelo de periodismo deportivo que queréis evitar?

Se tiene que ir con cuidado con las críticas. Todos somos complementarios. Panenka es un elemento más del ámbito comunicativo del deporte en nuestra casa, es complementario con comprar el Sport o el Mundo Deportivo o consumir El Chiringuito.

El periodismo deportivo es muy sacrificado con respecto a horarios y nómina. ¿Con el corazón en la mano, recomendarías a un familiar que se dedicara a ello?

No le recomendaría, pero tampoco frenaría su impulso si realmente lo tiene. El periodismo deportivo es sacrificado en la misma medida que el periodismo es sacrificado. Quién quiera ser periodista pensando en horarios cerrados y sueldos altos, es mejor que se dedique a otra cosa.

¿Compensa?

Tiene que haber alguna cosa dentro tuyo que te compense. La profesión no lo hará. Tienes que encontrar la necesidad dentro tuyo de encontrar historias y explicarlas. Es una vocación, no una profesión. Se ha convertido en una profesión y tenemos que luchar para que las condiciones sean las mejores, pero no es un oficio donde puedas llegar de rebote. No puedes convencer a nadie para ser periodista.

Pero lo puedes convencer para que no lo sea.

Si tiene vocación, tampoco. El periodismo no corporativo es un placer, puedes explicar historias y que después la gente se las haga suyas. Pero es cierto: tenemos las mejores condiciones tecnológicas para ejercer de periodistas y, a la vez, tenemos las peores condiciones económicas para ser periodistas. Es un balance que hay que arreglar.

Vosotros habéis encontrado vuestro espacio.

Panenka es hijo de estos tiempos. No formamos parte de ningún grupo mediático, si fuera así, directamente no habríamos nacido. Seguramente nos habrían dicho que la revista no es comercial.

¿Demostráis, al fin y al cabo, que el fútbol sí que es política?

El fútbol no tiene una equivalencia directa con la política, pero es un elemento de la cultura de masas de la sociedad. Lo estamos equiparando al cine o la música, dos elementos que siempre han sido vinculados a componentes políticos, sociales y culturales. ¿Por qué al fútbol le negamos esta condición? Atrae tanto porque tiene muchas capas. Es decir, el núcleo es un juego de once personas contra once personas persiguiendo una pelota, pero hay que añadir la capa económica, del negocio, la social, la repercusión mediática, la identidad —muy importante—, y de esta ya pasas a la política. ¿Cómo se puede negar que un acontecimiento que mueve tantos millones y atrae a tantas personas no tiene repercusión política?

Creo que a veces, por la explotación intrínseca del fútbol, acabamos sobre analizando los partidos, los comportamientos de los jugadores y sus declaraciones.

Evidentemente, tenemos que alimentar un circo que tiene que funcionar 24 horas al día durante 365 días al año. En Catalunya tiene que servir para hacer tres diarios deportivos y para sostener muchas horas de emisión radiofónica y televisiva.

Pero a veces intentamos ver cosas donde no hay.

Sí y no. En un contexto donde cada vez cuesta más hablar con los protagonistas, es relevante que Koeman diga que le gusta Pedri, por ejemplo. Se tiene que cubrir y explicar. En general, sin embargo, el fútbol se ha convertido en un circo y a mucha gente le interesa que la rueda no pare de girar.

...

Aun así, creo que el medio no hace al periodista. Una calidad del profesional es encontrar su voz, su tono y su estilo con independencia del medio donde trabaje y del género y circunstancia que tenga. Hay periodistas que hacen seguimientos de equipos, por ejemplo, y es una tarea muy difícil. Periodistas de fuentes, tácticos, internacionales y también habladores de barra de bar. También tiene que haber.

¿Seguro que tiene que haber?

Sí. Tienen su público. Yo no consumo este tipo de periodismo, pero no tengo nada en contra de su modelo. No me gustaría que Panenka se viera como una atalaya de superioridad moral.

Siempre que no se superen unos límites.

Sí, y eso también pasa con el periodismo político, pero en su caso no ha generado una visión negativa de la profesión. Muchas veces, cuando dices que eres periodista deportivo, te relacionan con El Chiringuito. En cambio, cuando alguien dice que es corresponsal en el Parlamento, no le pasa. Sé, porque he consumido y he hecho mucho periodismo deportivo, que nunca hemos tenido un periodismo tan preparado y analítico como ahora. Pero hay una bifurcación muy clara: el espectáculo y el análisis. Cada uno puede escoger qué tipo de profesional quiere que le informe. Intenta ponerte un partido de televisión de los 80 o los 90 y verás que el grado de análisis por parte de los periodistas era otro. También la exigencia del público, que estaba menos formado.

Y el fútbol también era más simple, pero sin embargo no nos cansamos de reivindicar el discurso de 'odio eterno al fútbol moderno'.

Hay gente que quizás piensa que en Panenka defendemos una visión contraria al fútbol moderno, pero no tenemos una posición fija. Yo nací en el año 1980 y empecé a ir a los estadios en aquella década. Se proferían sin ningún tipo de problema y con total impunidad gritos racistas y homófobos, se catalogaba a los equipos vascos de etarras y había violencia física dentro y fuera del campo. La Romareda, donde me hice mayor, no era un lugar para un niño de 5 o 6 años, pero eso lo sabemos ahora. Quien diga que tenemos que recuperar el fútbol de los 80 es porque no lo conoció. El fútbol, como la sociedad, es mejor ahora que hace 40 años.

En todos los sentidos.

Desde un punto de vista social, somos mucho más civilizados. Deportivamente, el futbolista es un atleta con todas las herramientas a su disposición para explotar su talento. Es difícil de imaginar que habría podido ser Maradona con un buen contexto para poder explotar el talento que tenía innato. Ahora los clubs cuidan la nutrición, la medicina, la academia o la formación. Es innegable que el fútbol es mejor ahora. Dicho esto, hay cosas de esta evolución que no me gustan.

¿Como cuáles?

El aficionado del fútbol se ha convertido en un cliente pasivo y no un actor de la vida de los clubs. No me gusta que los propietarios puedan hacer lo que quieran con los clubs, son equipos con identidades que suponen muchas cosas a escala sentimental para la comunidad. No me gusta que los clubs piensen más en el cliente asiático que en el aficionado local. Que se extirpen componentes reivindicativos del fútbol, que se quiera hacer de este deporte un espectáculo blanco. Muchos clubs nacieron con un condicionante social que es lo que los hace diferentes. Me parece que estamos en un proceso de globalización y hemos perdido cosas.

También se ha perdido el contacto directo entre jugadores y afición. El futbolista es mucho más reservado y normalmente no se moja políticamente, por ejemplo.

La diferencia entre entre el dinero que gana un jugador y un ciudadano de calle no ha parado de crecer. El jugador ahora es consciente de su potencial como marca. Y a una marca no le interesa perder clientes.

Intereses económicos, pues.

Evidentemente. El gremio de los futbolistas, como cualquier otro, tiene gente más o menos politizada, pero incluso los que tienen esta inquietud se contienen para no perder seguidores u oportunidades. Algunos jugadores han tenido problemas para encontrar equipos fuera de su territorio porque se habían manifestado a favor de visiones políticas respetables. Enviamos un mensaje claro: 'como menos te mojes, mejor'. Es paradójico, porque el sistema muchas veces acaba absorbiendo visiones políticas que antes parecían muy reivindicativas como el racismo o la homofobia. Ahora asistimos al proceso inverso: el sistema hace suyas las reivindicaciones y, de sopetón, pasamos a un escenario donde los jugadores entienden que es comercialmente interesante mojarse. Es una perversión interesante.

Pero no en todos los ámbitos. ¿Un futbolista está en condiciones de anunciar que es homosexual, en esta España?

Sí, y no tardaremos en verlo. Y creo sinceramente que al primer futbolista que lo anuncie no le faltarán ofertas comerciales.

No hace tantos años del "Guti, Guti, m******"...

Pero hemos cambiado mucho en muy poco tiempo. En ciertas cosas, la Liga, con sus carencias, ha sabido controlar lo qué se canta en los estadios. Si hubiera un rebrote de este virus, porque la homofobia lo es, la Liga lo tendría que parar.

¿Como definirías a Josep Maria Bartomeu?

Un error del sistema.

¿Y su gestión?

La peor de la historia del Barça.

¿Es fruto de la inoperancia o de la maldad?

Creo que empezó con una idea fiel del neonuñismo de Rosell y acabó siendo víctima de su propia inoperancia. Supongo que hay nuñistas competentes, pero Bartomeu no es uno de ellos.

¿Qué porcentaje de culpa atribuyes al vestuario?

El acomodo forma parte de la naturaleza del deportista. Cuando se acostumbra a ganar, pide. Si el de arriba le da y no dispone poder y acierto, este acaba teniendo poca credibilidad.

Bartomeu tiene muy poca, sí.

La palabra clave es credibilidad. Ernesto Valverde me explicó que el jugador, al contrario de lo que pueda parecer, es un ser intuitivo. Cuando entras en el vestuario te hace un escáner rápidamente y, si no sales bien parado, lo tienes jodido. Bartomeu hace tiempo que no puede entrar en el vestuario porque sabe que este escáner pita por todos lados.

Y Messi, qué. ¿Se puede reconducir la situación?

Me cuesta verlo fuera de Barcelona. Por lo que ha dicho, lo pasó muy mal cuando de pequeño cambió de país. Creo que no le quiere hacer eso a sus hijos. Y Barcelona es la mejor ciudad del mundo. También creo que este verano ha vivido una pequeña cura de humildad. No sé si se pensaba que un gran club se arriesgaría a ficharlo. Si la pelota va entrando y el cambio de la presidencia mejora la situación, cosa que no es muy difícil, es factible que acabe la carrera aquí.

Quizás también es importante que prospere el voto de censura para que vea que Bartomeu no representa al barcelonismo.

No sé si ha pensado eso. Después de veinte años en Barcelona, tendría que haber tenido tiempo para conocer la masa social. No necesitas veinte años, sólo veinte minutos en Twitter o una conversación con cuatro seguidores en un bar. No sé si lo hace, él vive en una burbuja bastante cerrada. Me gustaría creer que sabe distinguir entre la masa social y la directiva que ha gestionado el club.

Tocará preparar un número especial por si se acaba marchando, pues.

O por si se queda. Una de las cosas que queremos hacer es dedicarle un número. Para mí siempre ha sido una preocupación no hacer de Panenka un rincón de cosas extrañas y de episodios poco conocidos. Me encantan, pero la revista también tiene que ser un medio para mirar donde todo el mundo mira y nadie ve. Este es el reto, el resto ya sabemos que lo podemos hacer y que nos gusta hacerlo.