El Barça empata contra el Athletic Club en el Camp Nou y cierra la semana sumando sólo dos puntos de nueve posibles (1-1). El equipo, con otro partido gris, agrava su crisis de juego y demuestra que los tropiezos no son un accidente. El Tottenham, próximo rival en la Champions, se frota las manos.

¿Misión imposible?

Ernesto Valverde ha querido demostrar personalidad con una alineación que puede cargar de razones a sus críticos. El entrenador ha buscado superar la derrota en Leganés sin Leo Messi ni Sergio Busquets. Las rotaciones también afectan a Messi, indiscutible hasta el día de hoy. La apuesta era arriesgada. El Barça empezaba con el comodín en el banquillo por si las cosas se torcían.

La actitud del equipo ha sido irreprochable. Todo lo contrario que su juego. Los futbolistas tenían muchas ganas de borrar el nefasto recuerdo de Butarque, pero han vuelto a cometer los mismos errores. Este Barça es débil a ojos del rival. Ya no impone respeto y cualquiera se cree con el derecho a tutearlo. El problema, más allá de nombres y esquemas, es estructural.

La presión alta del Athletic, individualizada en muchas zonas del campo, complicaba la salida de pelota de Ter Stegen, desafortunado cuando tenía que jugar con los pies. Valverde no encontraba la fórmula para traducir la posesión en ocasiones claras de gol. Philippe Coutinho, enganchado a la banda izquierda, ha sido una de las pocas notas positivas de una primera parte que ha vuelto a poner el foco sobre el mal momento de Luis Suárez. El delantero, voluntarioso, ve la portería pequeña y no aporta soluciones cuando sale del área.

En este decorado, los vascos han empezado a buscarle las cosquillas al Barça, que dejaba espacios entre líneas y desprotegía a Sergi Roberto, pivote. Iñaki Williams ha fallado la primera, pero Óscar de Marcos no ha perdonado la segunda. La espalda de Nélson Semedo parecía una autopista sin peaje. Markel Susaeta, aprovechando el desconcierto por un encontronazo entre Arturo Vidal y Raúl García, ha colocado un centro para que De Marcos, lateral, rompiera el empate. Un nuevo despiste defensivo. Un nuevo gol en contra. La misma historia de siempre.

Una rutina peligrosa

El panorama se teñía de negro. El Barça tenía que remontar por sexta vez esta temporada. Tenía toda la segunda parte para conseguirlo. Valverde no ha querido esperar y ha jugado la carta de Messi en el minuto 54. Los compañeros le necesitaban. Antes, la lesión de Sergi Roberto había hecho entrar a Busquets. Todo el talento ya estaba sobre el campo.

El Barça ha empezado a responder a las exigencias del guión empujado por un Camp Nou que tenía claro qué papel tenía que jugar. El Athletic ha reculado con las carreras de Dembélé y el larguero de Coutinho. El equipo tenía que aprovechar su momento, como no hizo a Butarque. Pero lo ha intentado a fogonazos y con Piqué haciendo de delantero centro. Otro plan improvisado que el rival contrarresta acumulando hombres por detrás de la pelota.

El talento de Messi, en erupción en la banda izquierda, ha acabado con su enésima pelota al palo. El Barça tampoco tiene suerte cuando la necesita. Pero Messi es tozudo y ha perseguido una jugada hasta la línea de fondo para regalarle el empate a Munir El Haddadi, el revulsivo de Valverde. Empezaba un partido de diez minutos. Una carrera contra el cronómetro.

El Barça, con toda la prisa de mundo, ha visto cómo la falta de argumentos futbolísticos lo penalizan por tercera vez en seis días. El equipo no tiene tiempo para reflexionar. Y la Champions puede agudizar los síntomas de un enfermo con las constantes vitales muy bajas.