Clásico de contrastes. El Barça, que empezaba la jornada como líder de Primera División, recibe a un Real Madrid sumergido en una crisis de juego y resultados (16.15 horas / beIN LaLiga). El Camp Nou volverá a vestirse de gala, esta vez con un mosaico en inglés, para decorar un partido que llega sin las estrellas que más brillan, pero con muchos alicientes numéricos.

Sin estrella

La baja de Leo Messi condiciona el día a día del Barça. El radio del brazo derecho del capitán blaugrana se fracturó hace siete días contra el Sevilla para dejarle fuera de combate. La afición, en el momento de la lesión, ya sabía que vería el Clásico sin él en el campo. Una situación tan poco común que asusta, pero el Barça ya demostró contra el Inter de Milán que está mentalizado para no notar la ausencia del mejor jugador del mundo.

Compromiso y solidaridad defensiva para sobreponerse a la ausencia del genio más decisivo de los últimos años sobre un campo de fútbol. Ernesto Valverde tiene clara que la receta para que el equipo no se parta y tiemble en defensa es jugar con Arthur y sentar a Ousmane Dembélé. El delantero francés parece condenado al ostracismo si no cambia de actitud ni mejora las prestaciones. Philippe Coutinho en la izquierda y Rafinha a la derecha permiten que el Barça recupere la efectividad de una presión que en su día marcó a fuego su ADN.

El equipo sabe qué tiene que hacer para competir en un partido que escapa de dinámicas. Messi, máximo goleador en la historia de los Clásicos (26), verá desde la grada como su amigo Luis Suárez será el encargado asumir el peso en ataque contra uno de sus rivales preferidos. Suárez ha marcado seis goles y ha repartido dos asistencias en los ocho partidos que ha jugado contra el Madrid.

El Barça, sin las urgencias de la clasificación, afronta el clásico como un momento único para empezar a marcar diferencias. Una victoria dispararía su margen sobre los blancos hasta los siete puntos después de diez jornadas. Una distancia que puede empezar a ser significativa de cara al tramo decisivo de una Liga con más aspirantes de los habituales.

Ganar o marcharse

Julen Lopetegui llega a Barcelona con la espada de Damocles en la cabeza. O mejor dicho, la espada de Florentino Pérez. El entrenador del Real Madrid sabe que todo aquello que no sea volver con una victoria podría precipitar su destitución. Hace días que el nombre de Lopetegui genera todo tipo de comentarios entre la afición del Bernabéu, que no lo ve capacitado para enderezar la situación.

El 2-1 contra el Viktoria Plzen en la Champions League no disimuló las vergüenzas de un equipo que ya es historia (negativa) del Madrid por pasarse 481 minutos sin marcar. La falta de gol es una losa demasiado pesada. Nadie ha sido capaz de repartirse los goles de Cristiano Ronaldo, que se marchó sin sustituto. La inoperancia del club en un mercado de fichajes centrado en convencer a Neymar Jr para que dejara París ha condicionado su inicio de temporada.

No ganan en la Liga desde el 22 de septiembre. Su mala racha de resultados se explica a través de muchas variables, pero una de las mes evidentes es la baja forma de jugadores capitales en las últimas tres Champions. Sergio Ramos, Raphael Varane, Marcelo, Casemiro, Toni Kroos, Luka Modric, Gareth Bale o Karim Benzema son algunos de los futbolistas señalados por su pobre rendimiento. Sin embargo, el Madrid sabe que las estadísticas están a favor suyo: dos victorias y dos empates en las últimas cuatro visitas al Camp Nou.

"El Madrid herido es más peligroso". Valverde tiene claro que un partido como el Clásico, donde los antecedentes no juegan, no resiste comparaciones. Pero la realidad es que Lopetegui no tiene ninguna certeza. Es una incógnita como podrá rendir un grupo de jugadores que parece alérgico a la autocrítica y mira fuera para buscar culpables.

Los once de El Nacional