Un pasillo lleno de banderas gigantes con la cara de los 20 pilotos te da la bienvenida al Circuito de Barcelona-Catalunya, conquistado este fin de semana por la Fórmula 1. Los coches son una pequeña parte de un deporte que se ha ganado el sobrenombre de 'circo' por su itinerancia y espectacularidad, apagada en las últimas temporadas.

Montmeló, como en Silverstone o Montecarlo, se transforma para acoger el que está considerado el mayor espectáculo de motor del planeta. Y cuando ves, de primera mano, todo lo que rodea a un acontecimiento de esta magnitud, abres los ojos y aplaudes a los organizadores.

Desde primera hora de la mañana, cuando los coches empiezan su travesía hacia los diversos parkings situados en torno al circuito, ya puedes ver que no hay ningún detalle entregado a la improvisación. El personal, repartido por casi todos los rincones, te guía hasta la misma puerta.

Una vez dentro, después de cruzar el control de seguridad, escuchas una música que resuena por los altavoces instalados delante de un pasillo lleno de tiendas. Una reproducción a pequeña escala del Paseo de Gracia de Barcelona, cambiando Dior y Cartier por Renault y Red Bull. Los precios, sin embargo, son bastante parecidos.

Una gorra de Ferrari te cuesta 45 euros. Un polo de Mercedes, 80. Si quieres un paraguas con el logotipo de la escudería alemana tendrás que pagar 55 euros. Eso sí, es extensible y podrás resguardarte de la lluvia que previsiblemente caerá en Barcelona. Entre las tiendas, también puedes convertirte en mecánico por un día cambiando ruedas mientras compites contra el cronómetro al frente de un simulador de Fórmula 1.

El ambiente festivo se ha ido apagando al mismo tiempo que se ha marchado el sol. El cielo ha empezado a taparse y la grada de la recta no se ha llenado cuando los coches, después de los últimos entrenamientos libres, han vuelto a la pista para definir la parrilla de salida.

Los mecánicos movían los coches con sincronía desde el box, su particular garaje. Y lo hacían mientras entraban y salían del paddock, la 'casa' de todos los equipos en los cuatro días que dura el Gran Premio. Allí puedes encontrar de todo. Las escuderías instalan sus cuarteles generales y no escatiman en gastos.

Sus camiones, convertidos en oficinas y restaurantes, sirven para que los pilotos preparen la carrera con garantías y no puedan encontrar ninguna excusa, más allá de la mecánica, para justificar un mal resultado. Además, dan un aire de sofisticación a la prueba. Parece inconcebible que se puedan desmontar para volver a montar en otro lado cada quince días. Los de Ferrari, Mercedes y McLaren imponen respeto. Todo se cuida al milímetro entre bambalinas, como las acreditaciones de los VIPS, incontables en una jornada que acoge caras conocidas de todo el mundo, como Gerard Piqué, a quien se le ha visto al lado de Lewis Hamilton, líder del Mundial.