El madridismo soñaba alto con Marco Asensio. Florentino Pérez se adelantó al Barça por un joven que despuntaba desde la cantera del Mallorca. Era un desconocido proyecto de futbolista que escribió su nombre en las agendas de los máximos inversores del mundo del fútbol por una zurda de cañón.
Lo chutaba todo, desde todos lados y lo metía. El Real Madrid lo dejó cedido un año en el Espanyol y con tan solo 20 años ya se echaba a la espalda un equipo de primera división. Un préstamo de una temporada que no era otra cosa que una diplomatura para el joven mallorquín. Asensio volvió al Santiago Bernabéu contrastado y con la puntería más afinada que nunca. Seguía marcando goles desde kilómetros de distancia y el madridismo tenía muchas esperanzas de futuro depositadas en él. No obstante, lo que no sabía nadie era que aquel joven ya había alcanzado el pico de su rendimiento.
Empieza la debacle de Marco Asensio
Parecía que de aquel jugador podría salir algo grande. Con veintipocos ya había dejado claro que tenía cosas diferentes. Una gran conducción con el balón cosida al pie y, sobre todo, un cañón en la pierna izquierda con precisión y potencia a partes iguales, como si fuera un francotirador.
Entonces empezó la debacle en el rendimiento de Marco Asensio. Llegaría la temporada 2019/20 después de un año irregular, tanto del '20' como de todo el Real Madrid. Asensio estaba dispuesto a olvidar aquella mancha en un inicio de carrera de crack y reencontrarse con la regularidad y con su mejor fútbol. No obstante, y antes de empezar el curso de verdad, cayó lesionado gravemente. Ligamento cruzado de la rodilla roto. 249 días lejos de los terrenos de juego. 39 partidos sin ponerse la camiseta del Real Madrid.
La frase que condenó a Asensio
Antes de la lesión, cuando Marco Asensio seguía muy presente en la cabeza y en el corazón del madridismo por su pinta de futuro crack, el diario Marca le hizo una entrevista en qué soltaría una frase inocente, pero que traería mucha cola. Entonces, todavía muy joven y sabedor que tenía por delante figuras como Gareth Bale o Karim Benzema, manifestó: "Yo no tengo que empujar el carro, hay otros jugadores más experimentados que lo tienen que hacer".
Cuando se recuperó de la lesión, perdió su punta de velocidad, pero lo cierto es que a partir de estas palabras, el madridismo perdió la fe en él. Aquel superdotado no era más que un jugador vacío de ambición, lejos de las diabólicas personalidades te voraces de personajes como Cristiano o Ramos.