Y es que es así. Ousmane Dembélé es así. De transparente y de intermitente. Da una de cal y una de arena y llevaba demasiadas de las buenas seguidas. El de Vernon es un descarado y es capaz de todo y contra cualquiera. Ciertamente, en la primera jornada de la Champions League ante el Bayern de Múnich, también estuvo bastante acertado a pesar de algún despiste marca de la casa de vez en cuando.
Pero hoy ha tenido demasiados. Empezaría el partido por banda derecha con el fin de acaparar todas las acciones por aquel flanco, siendo la banda izquierda tarea de Marcos Alonso con un Raphinha que, a priori, tenía que dejarse caer por dentro, pero que no ha acabado encontrándose cómodo en ninguna ubicación. El brasileño tampoco se está cubriendo de gloria durante este inicio de temporada, pero como le pasaba a Dembélé al principio de su aventura culé, la losa del coste de su fichaje es un plus de presión sobre el futbolista.
Xavi Hernández sabe que Dembélé puede liarla en cualquier momento
Quizás es eso lo que hace que las expectativas superen a Raphinha, pero el brasileño siempre se mantiene estoico y no se achanta ante las adversidades. Con todo, no era ningún secreto para nadie que cuando llegara la hora para mover ficha desde el banquillo, ya con 1-0 en el marcador, el ex del Leeds sería uno de los damnificados. No sin antes la sustitución de un Andreas Christensen que se ha resentido de un encontronazo en el que su tobillo derecho ha quedado malparado. Piqué en el campo en el 58', y en el 63', lo que todo el mundo esperaba. Raphinha fuera y Ansu Fati dentro.
Xavi Hernández sabe que Dembélé puede liarla en cualquier momento. A la hora de la verdad, cuando llegan las urgencias, el '7' es el factor diferencial. Como aquel Dembélé del que parecía depender la continuidad del Barça en la anterior edición de la Champions League. Aquella noche lluviosa de noviembre, el Benfica empezó a temer por su clasificación cuando un Ousmane Dembélé, recientemente recuperado de su última lesión, empezó a carburar. Valentino Lázaro, Grimaldo, Vertonghen, todos. Todos los que le salían al paso iban al retrovisor del galo.
Hoy también tenía esta misión. Hacerla solo. Era su única opción porque ni Nicolò Barella, ni Dimarco ni Alessandro Bastoni iban a dejarle más de medio metro de margen. Y así ha sido. Domina los dos perfiles, pero hoy lo probaría más veces por dentro — partiendo desde banda derecha — que por fuera. Mala decisión. Dembélé no se porta especialmente bien con las zonas superpobladas e Inzaghi había plantado un denso bosque en las áreas del Meazza antes del partido. Cuando ha intentado salir por fuera, ha estrellado un balón contra el palo (este desde el flanco izquierdo) y ha servido el centro que ha propiciado el gol (mal) anulado de Pedri.
La mesa del futbolín, inclinada en favor de Onana
De añadida al tanto anulado de Pedri, es difícil no concluir en lo que parecía que era Slavko Vinčić el que deshacía la neutralidad del partido. Denzel Dumfries, sin quererlo, protagonizaría un penalti escandaloso al no conseguir rechazar con la cabeza. Balón a la mano y, a pesar de acudir al VAR, nada. Nada punible. Así se ha metido el Barça en el mismo callejón sin salida que en la última Champions. Aleccionado por la bestia negra bávara y sorprendido por el otro rival a batir. Si se repite la historia, Dembélé volverá a ser la última baza de Xavi. Quizás entonces, la fugacidad de lo intermitente ilumina el camino hacia los octavos.